La sandía y el melón, frutas de verano por excelencia, son el mejor exponente de lo que está ocurriendo en el campo español donde solo se benefician los intermediarios y las grandes superficies de alimentación. El agricultor percibe 0,27 céntimos por kilo de sandía, mientras en los supermercados la sandía se está vendiendo a más de dos euros el kilo, lo que significa un incremento del 250% respecto al precio en origen.

Tras varias campañas de precios bajos, las hectáreas dedicadas a estos cultivos se han reducido significativamente. Sin ir más lejos el año pasado veíamos unas imágenes donde se vertían cientos de toneladas de sandía a un vertedero ante los bajos precios. Una constante que hace que muchas explotaciones agrarias dejen de ser viables y el agricultor decida dejar el fruto en el árbol, como está ocurriendo con la naranja con precios de 0,08 céntimos el kilo o abandonar sus tierras.

A una escasa cosecha debido a las lluvias del mes de marzo y abril y a una alta demanda coincidiendo con la llegada del calor, el precio de estas frutas se ha triplicado respecto al año pasado.

Por tanto, sigue sin cumplirse la ley de cadena alimentaria que iba a establecer la prohibición de vender por debajo del precio de coste.

Ante este nuevo incumplimiento, ganan los de siempre y pierden los mismos: los agricultores.