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Maltrato en el embarazo

Según un reciente estudio, 1 de cada 4 mujeres sufre violencia de género durante el embarazo en España. La actitud violenta y amenazante que los maltratadores tienen con sus parejas embarazadas puede iniciarse con el detonante del embarazo o formar parte del continuo de la relación. Es realmente improbable que la noticia de la nueva situación frene temporal o totalmente la violencia ejercida, ya que los motivos de esta van más allá, se centran en la necesidad de control y posesión. Los abusos pueden ser físicos, psicológicos o sexuales o una combinación de ellos.

El patrón que suelen seguir las agresiones comienza con una situación conflictiva (por lo menos para el agresor), seguida de la reacción violenta y finalizada con una etapa más o menos larga de «luna de miel», donde el agresor hace todo lo posible por recuperar a su pareja, mostrándose cariñoso y arrepentido. Esta pauta sigue un continuo cíclico de malos tratos que suele ir aumentando su nivel de violencia.

El embarazo es una situación estresante en todas las parejas y, en una pareja extremadamente controladora, puede ser el desencadenante para el inicio de unos malos tratos. Algunos de los motivos pueden ser que se trate de un embarazo no deseado, que existan dudas de la paternidad del bebé, posibles celos ante la relación de la pareja con el futuro hijo, por la carga económica que va a generar, por percibir a la mujer como más vulnerable durante esta etapa o incluso por celos de que los profesionales médicos tengan contacto con el cuerpo de su mujer.

Durante el embarazo, la violencia física contra la mujer tiende a centrarse en los genitales, los pechos y el abdomen, lo que aumenta considerablemente el riesgo de aborto. A todo esto se le pueden sumar conductas típicas de riesgo durante el embarazo por la situación de estrés, como el consumo de tóxicos, mala alimentación o un escaso seguimiento médico.

El bebé puede verse afectado por diferentes lesiones intrauterinas, nacimiento prematuro, un bajo peso al nacer e incluso la muerte. La madre tiene un alto riesgo de desarrollar una depresión postparto, con los problemas de apego con el bebé que eso genera, aunque muchas veces las madres se aferran a ese niño, sacando fuerzas de ese amor, lo que les puede dar un atisbo de esperanza, pero al mismo tiempo le da otro factor de control a su pareja. Cuando el bebé nace, la situación no suele mejorar. La criatura puede pasar a ser maltratada de igual modo y, aunque no lo sea directamente, desarrollará muy probablemente problemas psicológicos y de comportamiento. Considero que se trata de una problemática realmente grave y que se deberían de establecer protocolos más exhaustivos en los seguimientos médicos de las embarazadas, aprovechando el control físico que conllevan.

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