Una flamante embarcación a motor de ocho metros de eslora quedó ayer reducida a astillas tras estrellarse contra la escollera del puerto de Dénia. Su dueño y único tripulante, un residente alemán de 52 años de edad, dejó el barco a la deriva al sufrir una avería en el motor. El hombre, en lugar de echar el ancla y pedir ayuda para que lo remolcaran a puerto, se lanzó al mar y alcanzó el espigón a nado. La embarcación, que se llamaba Black Pearl, quedó a merced del oleaje que lo arrastró hasta la escollera, donde quedó varada.

Sin embargo, la fuerte resaca la fue golpeando contra las rocas del dique y, al final, la embarcación se hizo añicos. Los restos de la cubierta flotaban en el mar y el casco estaba destrozado. La embarcación se estrelló contra la escollera alrededor de las 15 horas y hasta pasadas las 17.30 horas no se logró retirar.

Cuando los trabajadores de una empresa náutica consiguieron enganchar lo que quedaba de su proa a una gran grúa, el barco era ya irrecuperable. La maniobra para alzarlo tampoco fue demasiado ortodoxa. Al liberar la embarcación de la escollera, se produjo la fuga de gran cantidad de combustible perceptible por el fuerte olor a gasolina.

Los testigos de este accidente náutico indicaron que esta embarcación tiene amarre en el puerto de Dénia. Explicaron a este diario que no entendían por qué el propietario del barco se había lanzado al mar cuando se quedó sin motor en lugar de pedir ayuda y esperar que Salvamento Marítimo acudiera a remolcarle. También apuntaron que una embarcación a motor como ésta cuesta unos 150.000 euros.