­El 9 d´Octubre de 1989 se asomaba a los hogares valencianos una joven presentadora llamada Xelo Miralles que contaba las noticias en un bello, abierto y correctísimo valenciano de la Safor. Así nacía Canal 9, alias la valenciana, como pronto iba a conocerse en todos los pueblos la nueva televisión autonómica mandatada por el Estatut d´Autonomia de 1982 e impulsada por unanimidad política mediante la Ley de Creació de RTVV de 1984. Aquel 9 d´Octubre de 1989 muchas cosas empezaron a cambiar. De entrada, resultaba tan extraño como estimulante comprobar que la lengua de Ausiàs March también servía para contar la actualidad del mundo, como cuando un equipo de enviados especiales encabezados por el periodista Germà Arroyo narraba in situ la caída del Muro de Berlín sólo un mes después de iniciarse las emisiones.

Eran tiempos heroicos, la era de los mitos fundacionales. Como el del Show de Joan Monleón, el programa vespertino presentado por el actor y cantante dels Pavesos entre 1989 y 1992 que popularizaría a las monleonetes, la paella russa y los campanarios valencianos, y que convertiría en hit parade de foc i braser aquella melodía de «a guanyar diners, on estan, on estan?».

No es tan difícil saber dónde fue a parar el dinero en una televisión lastrada por los excesos. Primero, en la plantilla desbocada. Cuando el PSPV de Joan Lerma fue desalojado de la Generalitat, la tele contaba con 653 trabajadores. Justo una década después, en 2005, la plantilla de RTVV llegó a superar los 1.900 empleados. En la estrategia de ampliar plantilla para garantizarse periodistas afines y poder arrinconar a díscolos de la etapa anterior, Eduardo Zaplana se llevó la palma al pasar de 653 a 1.616 trabajadores en siete años, lo que disparó los gastos de personal de 25 millones de euros en 1995 a los 56 millones de 2002.

Ésa fue uno de los rostros del gran monstruo que se comía a RTVV: el crecimiento exponencial de la deuda. El PP había heredado una televisión con 16 millones de euros de deuda. Pero la compra de derechos de retransmisiones deportivas -Liga de fútbol, Champions League, Fórmula 1, Copa América- y el abuso en la contratación de productoras externas disparó la deuda. Si Zaplana fue el rey de la contratación de personal, con Camps creció la deuda a un ritmo desenfrenado: de 470 millones en 2003 a más de 1.100 millones. Al cierre de 2011, la deuda llegó a 1.305 millones, un pasivo que fue asumido por la Generalitat al liquidar el anterior ente público.

Pero mientras la desfeta económica se fraguaba en los bancos y su solución política se aplazaba, Canal 9 seguía creciendo -Punt Dos, 24/9, Televisió Valenciana Internacional, Ràdio Nou, Sí Ràdio, y la web multimedia de RTVV- y pariendo criaturas desiguales: los polémicos Carta Blanca y Parle vosté, calle vosté; el reposado Dossiers; las esperadas retransmisiones de fútbol con la histórica voz de Miquel Àngel Picornell en el partit del dissabte o el dominical Minut a Minut con Paco Lloret; la primera partida de pilota valenciana televisada en directo y su posterior seguimiento con altibajos; un exitoso Oratge que marcaría el comportamiento de miles de llauradors y ciudadanos; la Bola de Drac de Son Goku y otras series de dibujos animados del Alababalà -después Babalà- que acercaron la lengua propia a cientos de miles de niños de las áreas castellanohablantes, alicantinas o de la capital; el Amor a primera vista que unía parejas o el Canta, canta de Maria Abradelo, que tendría ecos en el posterior La música es la pista de Noelia Zanón.

Canal 9 ha difundido el cine en valenciano -con actores de Hollywood que hablaban como la gente de Xàtiva o Torrent en espacios señeros como Una de l´oest- , y también ha impulsado la divulgación de las tradiciones, con Fallas, Fogueres y Gaiates en primer plano. Asimismo, ha prestado una especial atención al campo valenciano, cuyos moradores no estaban acostumbrados a verse por televisión con sus sequías -muchas sequías- y sus collites descomunales. El programa de divulgación lingüística Trau la llengua y, sobre todo, la serie récord L´Alqueria Blanca han sido dos de sus éxitos en la última etapa.

Sin embargo, no sólo de monleonetes, abradelos y alqueries vivió Canal 9. La polémica permaneció instalada en Burjassot desde sus inicios socialistas con Amadéu Fabregat como primer director general. La manipulación de sus Notícies 9 alcanzó cotas nunca vistas en la televisión española. El caso Gürtel y la causa judicial de los trajes de Francisco Camps prácticamente no existió en las pantallas de Canal 9. Fue uno de los momentos en que la manipulación de la televisión autonómica llegó al paroxismo.

Pero nunca hubo un canal autonómico libre de ataduras políticas, y el cordón umbilical con el Palau de la Generalitat no se rompió hasta el último año, en el que Rosa Vidal como directora general llegó a pedir a los trabajadores de la casa que le comunicaran por correo electrónico cualquier intento de manipulación que les fuera ordenado. Es una muestra del surrealismo informativo al que se llegó en este medio de comunicación con periodistas apartado, otros autoexcluidos y una legión que escribían o locutaban al dictado. Sin embargo, las manifestaciones y las protestas públicas de los trabajadores sólo llegaron cuando su puesto de trabajo empezó a estar amenazado con el anuncio del ERE masivo aprobado el año pasado.

Otra lacra que lastró a Canal 9 en un periodo de su historia fue la consagración y exportación nacional de la llamada telebasura. El símbolo fue el polémico Tómbola, presentado por Ximo Rovira, que cada semana entre 1997 y 2004 hizo caja y audiencia explotando el morbo, el sensacionalismo y el escándalo del mundo rosa de la mano de tertulianos como Jesús Mariñas, Karmele Marchante o Lydia Lozano. La castellanización de la parrilla de la valenciana fue en aumento al tiempo que su invisibilidad crecía hasta hacerse casi absoluta. Los tiempos en que Canal 9 marcaba pautas informativas o de entretenimiento, como preguntaría Monleón, on estan, on estan?