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Los desvanecimientos de las Corts

Cuando el escaño desborda la tensión

Las Corts han vivido el desvanecimiento de varios diputados e incluso un infarto, el de Lizondo en 1996

La exlíder de EU, Glòria Marcos, se desmayó en julio de 2007.

La política, en el centro de la diana del descrédito ciudadano, comporta a veces un precio muy alto para sus protagonistas. Lo pagó el miércoles el diputado de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví. Los nervios por su intervención en el debate sobre el Estado de la Nación le dispararon la tensión al 23. Una subida que le provocó un desvanecimiento. De situaciones como ésta saben bastante las Corts que, a lo largo de sus 32 años de historia, han vivido ya momentos muy dramáticos, ligados a situaciones de extrema tensión política, que en algún caso hasta le costó la vida al parlamentario.

En la Cámara todavía se recuerda de forma traumática la madrugada del 18 de diciembre de 1996. Pasada las 2, el entonces presidente de las Corts, Vicente González Lizondo, se había bajado de la tribuna para ocupar un escaño del hemiciclo en su primera intervención como diputado del grupo mixto en la ley de creación de la Universidad de Elx. Y es que su partido, Unión Valenciana, del que era uno de los padres fundadores, lo había expulsado. Cuando arrancaba a intervenir, Lizondo —aquejado desde hacía años de problemas de corazón— se desvaneció. El desfibrilador que llevaba se activó. El pánico se apoderó de los diputados. El médico de las Corts, en el palco, acudió raudo a prestar los primeros auxilios. Fue estabilizado en la entonces sala de prensa y trasladado al Clínico. Días después, cuando parecía que se recuperaba, otro infarto se llevó al exlíder unionista.

Es el precedente más trágico aunque ha habido otros sustos notables. Uno de ellos, el desmayo que sufrió en el hemiciclo el 17 de julio de 2007 Glòria Marcos, la entonces líder de EU y portavoz del primer Compromís pel País Valencià. El Bloc y los críticos de EU se aliaron para arrinconar a los dirigentes de Esquerra Unida. Marcos, que ni podía imaginar semejante celada, se vino abajo al constatar que estaba sentenciada. Llevaba un mes de síndica tras ser la candidata a la Generalitat por la coalición.

La marginación en las listas electorales es un trago muy duro para los diputados. Un ejemplo de ello se dio el 26 de marzo de 1991. El entonces portavoz de UV Manuel Campillos, en su despedida en la tribuna, rompió a llorar. No pudo acabar. Tambaleándose, dejó el atril y quedó recortado en la tarima de la presidencia, sin llegar a su escaño, llorando amargamente. Lo atendieron del mareo y se repuso a los pocos minutos.

Más serio fue el susto que dio el socialista José Camarasa en el verano de 2006. La tensión por las denuncias sobre Terra Mítica —que marcaron las investigaciones posteriores— le causaron un gran estrés. Una subida de tensión, en la cafetería de las Corts, lo dejó inconsciente. En la anterior legislatura, también la diputada del PP Esther Franco sufrió un desmayo en una comisión.

Ya en este mandato, el popular Antonio Peral tuvo que ser atendido debido a una indisposición que sufrió en el mismo hemiciclo. Otras veces los problemas no trascienden: La semana pasada el popular Andrés Ballester sufrió una subida de tensión. Pero no necesitó ser atendido en el hemiciclo. Él mismo acudió a la consulta que la Cámara tiene en el edificio, donde una médica y una enfermera vigilan la salud de diputados y funcionarios. Hospitales al margen, las Corts son el lugar más seguro. Amén del equipo facultativo, hay muchos médicos. Pero, si todo falla, siempre podrá certificar el presidente de la Cámara, Alejandro Font de Mora, a la sazón médico forense.

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