Cuatro de cada cinco jóvenes valencianos no podía independizarse y, después de la crisis de la covid-19, el quinto está pensando en volver a casa. Podría ser un chiste malo si la realidad no fuera tan alarmante. Los datos del Observatorio de Emancipación del segundo semestre de 2019 no tienen en cuenta las consecuencias del coronavirus, pero ponen de relieve que la juventud valenciana vivía su propia crisis al arrastrar los efectos todavía de la de 2008. El acceso a una vivienda es la piedra que Sísifo empuja ladera arriba hasta que ya en la cima, vuelve a rodar hasta el valle. Las cifras antes de que el virus lo complicara todo ya hablaban por sí solas: una persona joven que quisiera independizarse con un alquiler para ella sola tendría que destinar, de media, el 68 % de su salario. Eel Banco de España, mientras, recomienda que este gasto no suponga más del 30 %. Y cada año es más complicado porque, como muestra el mismo estudio del Observatori d´Emancipació del Consell Valencià de la Joventut y el Consejo de la Juventud de España, los alquileres habían subido un 7% ese semestre. A ello, se le debe sumar los costes de suministros y servicios de la vivienda que representan otro 9% del salario medio de los jóvenes valencianos con su consiguiente incremento en los 12 meses previos de un 16%. En un balance el debe se compensa con el haber.

En las cuentas de las personas entre 16 y 29 años de la Comunitat Valenciana, las malas cifras de la búsqueda de piso se complementan con las dificultades del empleo. Así, desde el Consell Valencià de la Joventut señalan que el salario medio de los jóvenes estaba a finales de 2019 en 880 euros mensuales, por debajo del salario mínimo interprofesional situado en 950 euros y la media juvenil española (960 euros), una tasa de paro del 23 % y que el 91 % de los contratos que firman aquellos que no han superado la barrera de los 30 son temporales. Otra cifra que experimentó entre 2018 y 2019, en pleno crecimiento económico según declaraciones políticas, un aumento del 3,74 % mientras los indefinidos caían hasta un 6,23 %. El cóctel del segundo semestre de 2019 ya dejaba las cosas complicadas con sólo cuatro de cada cinco jóvenes entre 16 y 30 años con posibilidad de independizarse. A esa «misión imposible», en palabras de la presidenta del Consell Valencià de Joventut, Pilar Blasco, de irse a vivir solo, hay que introducirle el «factor pandemia».

Así, de un «ya veníamos de una situación mala se pasa a la nueva normalidad que trae la crisis del coronavirus de, una realidad que «será aún peor». De hecho, otro estudio reciente de la entidad pone de relieve que el 22% de los jóvenes de la Comunitat Valenciana dejó de ser tras la primera ola de la pandemia «económicamente independiente» y hoy «necesita ayuda de su familia». Con la pandemia, explicó Blasco, un 25% de los jóvenes en la Comunitat han sufrido ERTE, un 5% han sido despedidos, un 45% ha visto afectada su salud mental, con más estrés y ansiedad, y un 60% ya apunta a que su situación económica va a empeorar mucho. «Si son los últimos en entrar también es más fácil que sean los primeros que salgan», expresó Blasco. Así, si las neumonías más graves de la covid-19 afectan a la tercera edad, sus consecuencias económicas arrastran a sus nietos al desempleo, a los contratos precarios o a estirar como si fuera un chicle y aplazar el inicio de un proyecto de vida independiente.