Hace cuatro noches que duermen tranquilos. Ya no esperan que llegue, de nuevo, una carta que señale el día del desahucio. Tampoco cuentan los días que quedan hasta esa fecha. Ya no hay nudos en el estómago. Eso ya es historia. Historia de barrio, de lucha social, de activismo vecinal, de pobreza, de desigualdad, de acoso bancario, de jueces, de policía, de cerrajeros y de fondos buitre. La casa es pequeña pero es más que suficiente. Es un cuarto piso sin ascensor, falta el sofá, no tiene televisión (carece de antena) y hay que comprar armarios. Pero está limpia y reformada. Y sobre todo, tiene un alquiler de 75 euros al mes, algo impensable en una ciudad como València y en un barrio como el de Marxalenes, donde los portales inmobiliarios anuncian el alquiler de habitaciones por 210 euros y viviendas, por 600.

Raquel Ayala sonríe. Por fin ha firmado el piso social que tenía adjudicado desde marzo de 2021 y solicitado desde tres años antes. Es propiedad de la Entitat Valenciana d'Habitatge i Sól (EVha) y hace años fue noticia en este diario por las molestias que ocasionaba el tranvía en las viviendas, por estar muy próximas a las vías del tren. Raquel ni escucha los ruidos. Ella está encantada con su piso. Para ella, verse en la calle eran palabras mayores, algo impensable con dos crías a su cargo, una pareja sin empleo ni posibilidad de tenerlo y un subsidio de 400 euros. Así viven desde hace tres años, cuando Levante-EMV conoció su historia en un reportaje navideño sobre familias con un desahucio pendiente.

El día que estaba señalado el desahucio número 13 de la vivienda que ocupaba en Orriols, Raquel firmó el alquiler del piso social por un año, prorrogable siete más. La Conselleria de Vivienda había actuado como intermediaria ante el juez en esta y otras ocasiones para evitar que la familia se quedara en la calle. El acoso del fondo buitre no cesó y el juez tampoco aplicó el decreto antidesahucio que le permitía ampliar la fecha del lanzamiento hasta el 31 de octubre. Firmó el piso y respiró tranquila, pero la vivienda social adjudicada (ésta y cualquier otra) se entregan sin las altas de los suministros básicos tramitadas. Tras un pago de 98 años y con luz en la vivienda la familia realizó el traslado e inició su nueva vida. Raquel avisó al fondo buitre y un representante del mismo acudió el pasado jueves a recoger las llaves con los cerrajeros para recuperar una minúscula vivienda ubicada en el corazón de Orriols que llevaban reclamando tanto tiempo. "Les di las llaves pero ellos cambiaron la cerradura. Pues ya tienen el piso que tanto deseaban. Yo no lo entiendo, la verdad. Yo solo estaba allí porque me estafaron y no tenía otro lugar donde vivir. Este piso social me encanta. Estoy feliz y tranquila. Nadie sabe lo que es vivir con la agonía de un desahucio", explica Raquel.

La mujer agradece, de corazón, el apoyo vecinal y la presencia de activistas en la puerta de su casa cada vez que la comisión judicial acudía para ejecutar el desahucio. "Sé que sin el apoyo de personas como Arturo Peiró, sin el respaldo de entidades y colectivos que me han mostrado todo el apoyo me hubiera quedado en la calle. Porque los bancos y los fondos buitre tienen toda la maquinaria judicial a su favor y las familias vulnerables nos vemos desprotegidas", explica. Tampoco se queja de la demora en la entrega del piso social. La oferta supera con creces la demanda.

Presión vecinal para evitar el desahucio de la familia de Raquel, en septiembre de 2019 Miguel Ángel Montesinos

La alegría de la casa son las dos niñas de la familia, de 7 y 6 años. Ellas también están encantadas con su nueva casa. Raquel tiene claro que este curso que acaba de empezar lo concluirán en el colegio de Orriols al que van desde los 3 años. Luego ya verá un cambio de centro más cercano a su domicilio actual. Han crecido con el temor de sus padres de verse en la calle con ellas pero no se han enterado de nada. "Las crías no se han enterado de nada. Menos mal. Ellas son felices y no saben el suplicio que hemos pasado ni las dificultades económicas que tenemos. Ellas son niñas y no deben preocuparse ni por eso ni por nada parecido", afirma. Y sonríe, de nuevo, feliz en su nueva casa.