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14 congreso nacional del pspv u análisis

Proyecto nuevo, dinámicas antiguas

Puig sale reforzado, con Sánchez de aliado y reconocido en el mapa territorial, pero la médula del cónclave volvió a ser la medición de fuerzas

Proyecto nuevo, dinámicas antiguas

«El ejercicio de la libertad siempre vale la pena». La frase, junto a una fotografía de Carmen Alborch, ha estado todo el fin de semana en el panel que ha presidido la zona de esparcimiento del congreso del PSPV-PSOE. Un viejo militante, curtido en estos episodios cuatrienales, la miraba ayer bajo el sol de ‘siempre es verano en Benidorm’. «Yo con Ábalos», llevaba en varias pegatinas sobre la camisa. En el interior, la organización colocaba banderas del partido en todas las sillas y cuidaba el último detalle de la escenografía para el acto de Pedro Sánchez. En este partido el peor enemigo siempre está dentro. Una máxima de veteranos que sirve también para este 14 congreso del PSPV, que no se ha librado de escaramuzas, pero sin comparación con batallas del pasado, cuando menos de una decena de votos de delegados llegó a decidir un secretario general y alguno de estos vio cómo era defenestrado horas después por Ferraz.

Eran los tiempos oscuros del largo pasadizo en la oposición. Las dinámicas son otras ahora, con gobiernos socialistas alineados y cuando la imagen y la comunicación cuentan más.

El congreso estaba diseñado así para lanzar un proyecto de mayorías, transversal, de base amplia, actualizando las líneas de los buenos tiempos de la socialdemocracia en España: un buque de puertas anchas, donde cabe desde la izquierda tradicional, de herencia republicana y casas del pueblo, hasta un centro cosmopolita y liberal que en los últimos años había desembarcado en Ciudadanos, y los nuevos movimientos feministas, lgtbi y ecologistas. Una nueva vía valenciana donde cabe desde el valencianismo fusterià de ‘Llibertat, Amnistia, Estatut d’Autonomia’ hasta el más tradicional superada la batalla de la lengua. Un proyecto en la línea del que también reivindicó Sánchez en el último congreso federal y que encaja con el perfil de moderación y centralidad que ha marcado el Gobierno de Ximo Puig desde 2015.

Pero esto es un congreso del PSPV y no se ha podido evitar la guerrilla interna. Al final, ha estado más presente de lo esperado. Empañando el proyecto de Puig. Ha habido el abrazo de todos los secretarios generales, como símbolo de cohesión histórica. Ha habido el reconocimiento de los barones a Puig como referente. Ha habido una ponencia política que ha salido adelante sin casi enmiendas. Ha habido más que evidencias de la sintonía política de Puig y Sánchez (la entidad que el Gobierno descentraliza a Benidorm es la mejor prueba). Ha habido todo eso. Pero se ha hablado mucho de lo de siempre, de las dinámicas antiguas de congreso, que acaban en el reparto de sillones en ejecutiva y demás órganos.

Puig, tras el congreso

Ximo Puig sale reforzado, con una ejecutiva respaldada por casi todos (91,4 %), reconocido por Sánchez y los barones como figura principal en el tablero territorial. Pero el congreso no ha dejado de ser en su parte medular otro congreso del PSPV. No es casual que el grupo fiel forjado desde los años 90 en torno a José Luis Ábalos haya hecho valer ese tradicional 10 % de representación que le ha hecho mantener espacios de poder en el partido. Pueden haber retrocedido con respecto a 2017, pero han recordado lo que son y lo que ello supone. Sin más.

El congreso acabó ayer. Hoy comienzan a prepararse los provinciales. En el de València están los focos. La ausencia de la ejecutiva del alcalde de Mislata, Carlos F. Bielsa, da indicios de sus intenciones. La dirección de Puig se aparta. Significa en realidad que no le va a molestar si la ahora alma mater del abalismo, Mercedes Caballero, pierde poder.

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