Hace dos años que nuestra vida se detuvo por completo. El Gobierno central decretó el estado de alarma un 14 de marzo tras la irrupción de la covid-19 en España, un virus que puso en jaque el sistema sanitario. Hoy se cumplen dos años del día que comprometió nuestra salud mental. «La ansiedad y la depresión son los principales legados que nos deja la pandemia», que llegó, según la psicóloga clínica Consuelo Tomás, de una forma «abrupta» y «radical».

«El estado de alarma instauró una realidad totalmente diferente. Había muchísimo desconcierto y miedo. Nos tuvimos que adaptar de una manera muy rápida al encierro, al teletrabajo, a que los niños no tuviesen que ir al colegio y a convivir en muchos casos con nuestro enemigo», señala en relación a la violencia doméstica y de género.

Además, la pandemia ha incrementado algunas adicciones, como las no tóxicas (la adicción al móvil o a los videojuegos), y ha popularizado términos como la hafefobia (miedo a ser tocado) o la coronafobia (miedo a contraer la covid-19). También ha aumentado el abuso de fármacos y los trastornos alimenticios, sobre todo en niños y adolescentes.

Sin embargo, la depresión y la ansiedad son las que tienen más presencia en la ciudadanía. En España, a mediados de 2020, había 2,1 millones de personas con un cuadro depresivo, el 5,25 % de la población de todo el país, según la Encuesta europea de salud, cuyos datos difundió el Instituto Nacional de Estadística (INE). La C. Valenciana tenía junto a Castilla y León la mayor prevalencia de cuadro depresivo entre los mayores de 15 años.

Cambio en las rutinas

Según Tomás, el cambio en nuestros hábitos es lo primero que afectó a nuestra salud mental durante el confinamiento. «Algunas personas empezaron a experimentar síntomas psicofisiológicos, como dolor de cabeza e insomnio, a causa de la tensión y el cambio de rutinas».

El estrés por la incertidumbre de la pandemia se sumó, según Tomás, a los duelos «complicados». «En aquel momento, nadie podía despedirse de su ser querido en un hospital. Para estas personas les ha sido muy complicado aceptar la muerte», afirma.

Las personas mayores y los niños son dos de los grupos más vulnerables de esta pandemia. «Los segundos tuvieron que lidiar con la frustración y los primeros con la soledad más absoluta».

Según Tomás, los síntomas derivados de la pandemia comenzaron a notarse con la caída de algunas restricciones. «Cuando empezamos a salir, muchas personas lo celebraron con alegría, pero muchas otras continuaban bloqueadas. O bien porque habían perdido familiares o porque tenían miedo a contagiarse. El miedo a salir de casa se convirtió en una patología emergente. El hogar era un sitio de protección y para ellos salir a la calle una situación de riesgo». Para estas personas, el peligro todavía no ha pasado. «La percepción de riesgo es lo que determina la inseguridad de las personas a la hora de retomar su vida», algo que precisamente agrava la guerra de Ucrania, que supone acentuar la sensación de inestabilidad.

Según Consuelo Tomás, estos días podemos ver dos tipos muy diferenciados de población, con el asedio a Ucrania y las Fallas en curso. «Vemos que la gente quiere recuperar el tiempo perdido durante las Fallas, pero el miedo continúa». Según la psicóloga valenciana, la causa de la prolongación de estas patologías se encuentra precisamente en ese 14 de marzo. «Hay situaciones que no se resolvieron adecuadamente durante el confinamiento porque las personas no podían tener acceso a los recursos por la primera ola de la pandemia. Como no se trataron, la ansiedad o la depresión se han cronificado en algunas personas».