De "Vamos, Pedro" a "A casa que aún queda campaña"

El cara a cara entre Sánchez y Feijóo se vive como en un pequeño estadio en la sede central del PSPV en València

Varios militantes socialistas siguen el cara a cara entre Sánchez y Feijóo en la sede del PSPV.

Varios militantes socialistas siguen el cara a cara entre Sánchez y Feijóo en la sede del PSPV. / Fernando Bustamante

Diego Aitor San José

Diego Aitor San José

"¡Vamos, Pedro!". El grito se oyó 10 minutos antes de empezar dando un sentido deportivo a la escenografía montada por el PSPV en su sede para seguir el cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Casi dos horas después las llamadas fueron a recoger e irse a casa, que al día siguiente se madruga "y todavía estamos en campaña". Era una apelación cubierta de cansancio, pero también de cierto regusto a una falta de victoria, de algo contundente que celebrar para acabar la noche. También qué ánimo celebrar nada un lunes por la noche.

Las sillas en torno a una pantalla de televisión, los bocatas y las cervezas frías en mano y la cuenta atrás hicieron de la sala de reuniones de los socialistas un complemento perfecto para el ánimo inicial y la regocijo por los aciertos. Si había espectadores viendo el debate entre los candidatos del PP y el PSOE esperando salir de dudas para decidir su voto, no era el caso de la treintena de personas que, cena de casa (o del bar) a cuestas, se reunieron en el espacio donde habitualmente se celebran las ejecutivas de los del puño y la rosa.

La presencia fue en su mayoría de jóvenes, militantes de base, pero también cargos institucionales y orgánicos como el director de campaña, Miguel Soler; la líder en València, Sandra Gómez, el diputado y candidato al Congreso, Vicent Sarrià, o el conseller de Hacienda en funciones y síndic adjunto en las Corts, Arcadi España, que llegó cuando los dos primeros bloques y la pausa publicitaria ya habían provocado alguna fuga y la búsqueda de las reacciones en los móviles competían con lo que se decía en el plató.

Sandra Gómez, Vicent Sarrià y Miguel Soler ven el debate en primera fila.

Sandra Gómez, Vicent Sarrià y Miguel Soler ven el debate en primera fila.

Todos, marchados antes o llegados a posteriori, tenían claro a su favorito: Pedro, como se referían para dirigirse a él, loarle, señalarle algún tanto o dudar de algún argumento. A él le fueron todos los aplausos, claro. El primero con las explicaciones de los datos económicos aunque tímido en comparación con la celebración que se llevó cuando acusó a Feijóo de "pactar con partidos machistas". La contundencia defendiendo la lucha contra la violencia machista y criticando los pactos con Vox fueron los goles mejor cantados para la parroquia local, las jugadas que se repetirán en los móviles, mucho más que el minuto de oro, quizás porque a él ya se llegó sin el convencimiento de haber ganado.

Entre medias hubo risas por los comentarios del 'contrincante' (como cuando mostró el gráfico al revés, habló por primera vez del Partido Sanchista o mencionó a Juan Roig), se acompañó con un "qué vergüenza" generalizado y algún abucheo cuando Feijóo habló de ETA, se reafirmó con un "es verdad, es verdad" algunas de las medidas desgranadas por Sánchez y hasta se pidió la palabra para Miguel Soler, secretario autonómico de Educación, cuando el líder del PP dijo que Galicia era la única autonomía con educación gratuita de 0 a 3 años. Ana Pastor y Vicente Vallés no lo hubiera podido parar.

Pero si se hizo algo fue mirar el móvil. Los debates ahora se siguen por doble pantalla, con la verificación de si lo que se dice es cierto y de ver qué está opinando la gente en Twitter. Y ahí empieza la moviola, la estrategia, los comentarios. Y la de Sánchez no acabó de convencer a todos igual que nunca convencen las decisiones de los futbolistas sobre el campo. Que si mucho dato, que si le replica mucho o que qué error hablar del Falcon sustituyeron al "no toques tanto el balón", "hay que chutar antes", "es necesario hacer cambios ya" o "hay que jugar balones altos".

Ni el minuto de oro descorchó el optimismo, más bien sacó un tímido aplauso, casi dando gracias de que aquello terminara. No hubo sensación de victoria entre los socialistas, ni siquiera en los convencidos, pero nadie enseñó la bandera blanca ni habló de perder. Los grandes golpes se recordarán y el picor de ojos ya se pasará. "Venga, a casa, mañana más, aún queda campaña", se oyó casi a la medianoche. Y las escaleras de salida no se sabían si eran Mestalla tras una agónica salvación o el Ciutat de València con la miel del ascenso en los labios. A quién se le ocurre organizar semejante fiestón un lunes.