La polarización en Europa deriva en violencia

La cercanía electoral eleva los episodios de violencia, con intento de magnicidio incluido, y sitúa el foco en el discurso de odio

Dos expertas apuntan a las elites políticas y reclaman rebajar el tono en la deshumanización del adversario

Protestas en Ferraz, el pasado diciembre, contra Pedro Sánchez

Protestas en Ferraz, el pasado diciembre, contra Pedro Sánchez / Iván Gil / EP

José Luis García Nieves

José Luis García Nieves

Este domingo se esperan en Madrid intervalos nubosos, 22 grados de máxima y una potente contaminación acústica. Habrá sonido de motosierra. Aterriza en la capital el presidente argentino Javier Milei. Llega con la caravana de la internacional ultra, junto a la francesa Marine Lepen y, por vía telemática, el húngaro Viktor Orban o la italiana Meloni. Es el acto de arranque de campaña para impulsar a Vox ante unas elecciones al Parlamento de Bruselas en las que se teme una recomposición del eje político europeo. Por primera vez en décadas, la amenaza de mayorías euroescépticas y extremistas es real. Hasta las empresas alemanas, en un gesto inédito, han entrado en campaña pidiendo el voto para las fuerzas moderadas y democráticas.

Esta preocupación, a más a más, se solapa con una escalada de violencia política que no se recordaba. Europa asiste atónita al intento de asesinato a tiros del primer ministro eslovaco, Robert Fico; a la paliza a políticos en Alemania, como al eurodiputado socialdemócrata Matthias Ecke; a marchas de estética fascista por las calles de Milán. O ayer mismo, con el ataque a una sinagoga en Francia.

Obviamente, la violencia política no es nueva. Europa está atravesada de traumas y cicatrices; de trincheras y de museos del horror. También de recuerdos como el asesinato de Olof Palme. Solo en España, emerge el recuerdo violento de ETA; el pasado no resuelto de la guerra; el intento de magnicidio de José María Aznar; la agresión física a Mariano Rajoy o las violentas concentraciones hace poco ante la sede de los partidos, incluido el linchamiento de muñecos que representan al presidente Sánchez.

¿Hay algo de lo que preocuparse? “Esta polarización no es nueva. Hay que tener cierta templanza; es cierto que son casos, pero no dejan de ser casos aislados. El monopolio de la violencia es exclusivo del Estado. Y mientras eso no está en duda, estos son casos aislados y en general seguimos viviendo, al menos en la Unión Europea, en sociedades relativamente no violentas”, sostiene la socióloga y profesora de la UV, Aída Vizcaíno. Lo nuevo, apunta la experta, es que están pasando cosas en territorio europeo, la región más pacífica del mundo, y añade: “Lo que estamos viviendo es contextual, o sea, es fruto de lo que estamos viviendo”.

Lógica de guerra

¿Qué estamos viviendo? “Esto es el extremo máximo y absoluto de la polarización que caracteriza nuestro tiempo. Que exista polarización en las sociedades es normal, incluso positivo. Es lógico que existan posiciones contrarias y alternativas sobre las que debatir. El problema es cuando esta polarización se lleva al extremo. Es cuando los adversarios políticos ya no se ven como rivales, sino como enemigos, y la política empieza a entenderse en términos de guerra. Esa es la última fase de la polarización. Ya estamos en ese punto. Ha pasado ahora en Eslovaquia, pero hay más casos”, añade la politóloga Blanca Nicasio, profesora de la UCH-CEU.

Romper las reglas

En su opinión, lo que caracteriza este momento de la polarización extrema es la ruptura del principio del pluralismo político: “Desaparece el respeto a las ideas del otro, incluso se llega a aceptar que se rompan las reglas del juego. Lo vimos en el asalto al Capitolio, al Congreso de Brasil. Se dice: 'este resultado electoral no me sirve, hay que romper las reglas del juego'. Y el ejemplo más extremo, más absoluto lo vemos en el uso de la violencia, porque deshumanizas al otro; entras en esa dinámica de nosotros-ellos o de buenos-malos. La violencia es legítima porque ves amenazada tu propia supervivencia”.

Miedo al otro

Los datos, en realidad, avalan estas percepciones. ‘Polarización’ fue la palabra del año en España, según la RAE. La polarización no llega de golpe, es una foto dinámica. Basta echar un vistazo a las encuestas del CIS sobre autoubicación ideológica. En dos décadas hay 20 puntos menos de españoles que se sitúan en las zonas templadas (4,5 y 6, en una tabla del 0 al 10). La polarización funciona como una centrifugadora que expulsa a los ciudadanos a los extremos. Todo ello, además, alimentado por el malestar económico y social de fondo que cierta clase política utiliza para presentarse como el anti-establishment. No parece casual que el debate anti-inmigración se haya asentando en tantos países europeos.

En EE UU, donde el fenómeno llegó antes y está más estudiado, también se observa. En los años 60, el 45% de los americanos decían confiar del resto de sus ciudadanos, vivían en un clima de confianza social. En 2022 ha bajado al 25%, cita Nicasio. Por partidos, en torno al 50% de los republicanos y el 33% de los demócratas dicen temer a los integrantes o simpatizantes del otro partido político. “Es en este contexto de desconfianza y de miedo al otro es cuando le quitas la humanidad y lo ves como un enemigo y ocurre que algunas personas incluso ejerzan la violencia contra esos enemigos”, añade. 

La campaña permanente

¿Quién es responsable de la polarización que acaba convertida en violencia? La polarización puede nacer de abajo arriba, pero en este momento, ambas expertas sitúan el foco en las elites políticas. “La campaña permanente que vivimos hace que los partidos no puedan rebajar la tensión, porque puedes perder votantes. Desde 2015, con la nueva política, se han percibido nuevas formas de representación o nuevos liderazgos que también buscan romper, con discursos más agresivos, de confrontación”. Por último, añade la politóloga, la dinámica digital lleva a los partidos a captar el titular de los medios a través del discurso de confrontación. “Las redes sociales contribuyen a simplificar los discursos. Todo hay que reducirlo en un tuit o en un video corto. Es la política del zasca, de la bronca, del insulto, de intentar ridiculizar al otro”.

Legitimación

Donde hay que poner el foco es en los representantes políticos”, coincide Aída Vizcaíno. “Que un expresidente diga que cada cual haga lo que pueda [Aznar frente a Sánchez] me parece que es dejar a una interpretación que en situaciones de máxima tensión o situaciones de posible inestabilidad mental, una situación que es individual puede encontrar el marco de legitimidad social que no se tenía”. Vizcaíno apunta al clima que ofrece “sensación de cierta legitimidad, de ausencia de reproche social”. “Son los representantes políticos los que deben parar o atajar esta situación”, concluye.

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