El fútbol femenino que siempre ha sido balón de oro en Camporrobles

El equipo es el más antiguo de la C. Valenciana y un referente en la comarca que no deja de crecer hasta los cuatro equipos actuales

La Copa del Mundo de Australia ha hecho «que nos tomen más en serio»

Amparo Soria

Amparo Soria

Camporrobles tiene algo menos de 1.200 habitantes pero cuatro equipos de fútbol femenino. Es ya una tradición: el CD Camporrobles de mujeres es un referente en la Comunitat Valenciana y una institución en la comarca de Utiel-Requena, una importancia que ha tomado más relevancia si cabe a medida que la selección femenina de fútbol escalaba puestos y ganaba visibilidad. El trabajo, sin embargo, es fruto de más de 25 años de entrenamiento y confianza en la capacidad y talento de las mujeres para destacar en este deporte, y en Camporrobles lo han tenido siempre muy claro. No ha hecho falta ganar un mundial y varios balones de oro por parte de mujeres españolas futbolistas: aquí los premios se han repartido durante años. 

Prueba de ello es que el equipo amateur, de las más mayores, es el más antiguo de la Comunitat Valenciana. Siempre se han mantenido en primera regional y llegaron a la liga autonómica, antes preferente, pero tuvieron que descender por el presupuesto que se exigía. «Siendo un pueblo tan pequeño es imposible», dice Mariví Sanglada, vicepresidenta del club y entrenadora del equipo juvenil de cadete y jugadora en el amateur. Entre ella y su marido, paco Medina, gestionan los cuatro equipos de chicas. 

Las jóvenes llegan a estos equipos de todas las partes de la comarca. Aunque Requena también tiene club femenino, parece que la tradición e historia de Camporrobles es un imán que atrae a niñas y jóvenes también de Castilla-La Mancha, por cercanía. Por supuesto, el crecimiento de visibilidad del fútbol femenino ha sido un revulsivo para que cada vez se apunten más. Sobre todo, para que el fútbol sea una verdadera opción deportiva y no sea solo de chicos.

«Se van apuntando más niñas y sobre todo, hay más nivel, lo hemos notado mucho. Antes las cadetes tenían un nivel de competición más laxo, pero ahora están igualadas», dice Sanglada. No solo eso, sino que en el campus de verano que organizan cada año, es más profesional. «El año pasado las alevinas ganaron la liga en el primer año de competición, mientras que las infantiles llevan cuatro años federadas y tres temporadas consecutivas han ganado la liga, no han perdido ni un solo partido, como mucho un empate», relata la entrenadora. 

Equipo amateur femenino del CD Camporrobles.

CD Camporrobles. / L-EMV

Todo esto es fruto de una tormenta de factores. A la historia y tradición del equipo en apoyar a las mujeres, se suma una circunstancia clave: Por primera vez, las niñas, adolescentes y mujeres han sido tomadas en serio en este deporte. Eso tiene una repercusión directa en varias cosas. La primera de ellas la señala Sanglada: «Ahora hay mejores entrenamientos, mejor material, los entrenadores y entrenadoras están mejor formados... antes se aplicaban las jugadas básicas, pero ahora todo el mundo sabe más, y eso se nota en el juego». 

«Se ha empezado a tomar en serio a las niñas. Antes solo creías al chico que venía a jugar, y eso ha provocado que muchas jóvenes se hayan quedado en el camino, venían a jugar y no se les dejaba seguir pese a que hubieran sido las mejores del equipo, y no han podido», lamenta la entrenadora. 

Para ser tomadas en serio y poder jugar a imagen y semejanza de los niños varones, hay otro elemento fundamental. Las familias se han implicado porque han entendido que una mujer no es menos válida en el fútbol que un hombre. Algunos lo entendieron a raíz del Mundial de Fútbol femenino de Australia, pero en Camporrobles no hacía falta ser campeonas del mundo. Allí, las familias se sacrifican para que las niñas entrenen, se quedan durante la hora de entrenamiento tres días a la semana y las acompañan en los partidos que implican viajar. «Están totalmente volcados», afirma la entrenadora, y además acompaña que el ambiente sea muy familiar y mantener una relación cercana más allá del fútbol. 

Esta implicación también se ha notado en la Federación de Fútbol de la Comunidad Valenciana (FFCV), que han sabido adaptarse a la realidad que estas niñas viven: ya no juegan solas y sin referentes, sino que en la televisión ven a mujeres como ellas levantando trofeos. Hay esperanza y precedentes, formas de hacer las cosas y un lugar al que llegar. Se fijan en la precisión de Alexia Putellas, en la técnica de Aitana Bonmatí o en la perseverancia de Jenni Hermoso. Incluso saben que, por el buen camino, pueden terminar en el Levante UD Femenino, como Alba Redondo. 

Esa motivación no existía cuando Mariví Sanglada jugaba. «Mi hijo me pregunta que con quién me comparaban a mi, con qué jugadora, y claro, le digo que no me comparaban con nadie, porque no había ninguna mujer jugando», dice. «Tener referentes y verlas es fundamental», zanja la entrenadora. 

Empezó en el Camporrobles, pasó por el San Vicente Valencia (hoy Levante UD), jugó en la selección valenciana y en la nacional y estuvo hasta el tope, los 25 años. Ganó la Copa de la Reina de España y volvió a su tierra, donde ha intentado desde entonces que las niñas, jóvenes y mujeres destaquen en este deporte que, en Camporrobles, siempre ha sido de primera división.