Son las seis y media de la tarde de un miércoles de agosto, y la vida transcurre con normalidad en la Plaza del Mercat de Xàtiva. Algunos vecinos pasean con sus perros, siempre buscando la sombra; otros ocupan las terrazas de los bares de la plaza y rememoran frente a su cerveza los momentos de la Fira d´Agost, aún recientes. La carnicería del otro lado de la plaza no cumple sin embargo con su rutina habitual. Hay gente dentro, más de veinte personas, pero ninguno es tendero o cliente. Al menos, fuera de plano. Se trata del equipo de El somni de la seua vida, un cortometraje en valenciano a cargo de Jaume Bayarri (L´Alqueria Blanca), que terminaba ayer en dicho espacio un rodaje que ha ocupado Xàtiva en la última fecha de Fira y los días posteriores.

No hay muchas pistas acerca del argumento del corto para quien no haya leído el cuento de Toni Cucarella (Xàtiva, 1959) en el que se basa, más allá de una escueta y misteriosa sinopsis: «Ser el ganador de un concurso no implica necesariamente que te vaya a gustar el premio». Para Jaume Bayarri, el director, su mayor atractivo es la reinvención de las historias de amor a las que nos tiene acostumbrados el cine. «Siempre esperamos que una historia romántica acabe de una forma determinada», asegura, «pero esta historia en concreto le da un giro, tiene una conclusión muy original». Toni Climent (Aída, Isabel), que interpreta a Josep Maria, el protagonista, va más allá, y destaca su «crítica a lo que llamamos show business» y, por extensión, a «cómo nos tragamos todo lo que sale en televisión», según sus palabras.

El carácter de los cortometrajes hace necesario que los autores agudicen el ingenio. Dicen que las grandes fragancias se guardan en frascos pequeños, y el formato reducido de estas producciones no suele impedir que su mensaje sea tan trascendente como el de un largometraje estándar. Hasta el día del estreno, aún por determinar, el resto del argumento queda a la imaginación del espectador, incluido qué papel jugará Àngela (Irene Lezcano, Carlos, rey emperador) o el rol reservado para Ferran Gadea (el simpático Tonet de L´Alqueria Blanca), atraído al proyecto por «el magnífico equipo y un guion encantador, en el que Xàtiva es un personaje más», dijo ayer.

Desde luego, el papel de la localidad es fundamental en el cuento en el que se basa el corto. El rodaje comenzó el último día de la Fira d´Agost y algunos planos se grabaron en medio del bullicio, con los problemas que ello conlleva. Ayer, a pesar de la menor afluencia, las dificultades eran constantes: algún coche intentando aparcar en medio del plano, niños jugando con su pelota o gente pasando por delante de la cámara. Una simple toma del paso de un camión necesitó cinco ensayos y cuatro tomas para que el resultado fuese satisfactorio. En total, algo menos de media hora para una escena de seis o siete segundos. No obstante, y a pesar de las inherentes dificultades, desde la productora quisieron «respetar» la importancia de una Xàtiva viva, ya que le da «un valor añadido a la historia», según su director.

El trabajo es constante durante toda la tarde. Además de los actores, el equipo de rodaje lo componen 19 personas entre técnicos, vestuario y maquillaje. Algunos aprovechan el segundo rodaje de una toma, desde un plano distinto, para tomar un respiro y refrescarse. Sin embargo, no tardan en empezar con otra escena, esta vez en el exterior de la Plaza del Mercat, ante la curiosa mirada de una multitud que se ha congregado tras las cámaras. Detalles en apariencia aleatorios, como la posición de un camión aparcado, están estudiados al milímetro. Cuando todo es del agrado de los cinematógrafos, arranca por fin el primer ensayo de la última escena. Si todo va según lo previsto, en Navidad podremos ver el resultado final.