Roger Cerdà (PSPV): Pasaporte electoral: sonrisa y chaquetas

Es un claro ejemplo del milagro de las chaquetas en los socialistas triunfantes. Ese milagro que hace que cuando alcanzan el poder, esos trapos que antes les caían fatal, grandes y bailonas, se trasmuten en prendas elegantes y acopladas a su anatomía. Sucedió así con Zapatero y Sánchez y también con Roger Cerdà. Luce relojes chulos pero no a la altura de los de su antecesor.

Es patente su predilección por las camisas blancas, que ciertamente entonan con su buen color: un rasgo favorecedor que, sin embargo, se descontrola a veces poniendo de manifiesto estados de ánimos que convendría disimular. Pero lanzan un mensaje innegable de sencillez y sinceridad, a la vez que tienden a evidenciar ciertas tendencias físicas muy humanas, propias de la vida sedentaria y la falta de ejercicio.

Su mirada sigue siendo límpida y transparente, cálida y acogedora. Pero el tiempo y la experiencia la han dotado también de un punto inquisitivo, como de acero gris. Sabe escuchar, pero cuando te escucha no te mira, y cuando te mira, no te escucha, quizás porque ha descubierto que hacer ambas cosas a la vez, es demasiado arriesgado.

Su sonrisa es su arma secreta. Con ella encanta y seduce y, sobre todo, conquista. Mucho más que ese referente actoral que siempre le asignan, sin hacerle ningún favor, porque él está a años luz del actor americano al que le asocian parentesco y porque posee muchos más recursos de seducción en la distancia corta, que es la que, en su caso, cuenta.

Es un hombre nervioso que, a veces, se tapa inadvertidamente la cara o descansa la barbilla en las manos. Sus manos son aliadas que cruza sobre el pecho, más para descansar que para defenderse, poniéndolas en contacto cuando habla, como para recordarse a él mismo donde está. Son manos cuidadas, sin callos ni cicatrices. De éstas últimas seguro que tiene ya algunas, pero no están a la vista.

Miquel Lorente (Xàtiva Unida): Mucho más de lo que se ve a simple vista

Sus camisas de cuello Mao son las únicas que marcan alguna diferencia en su vestuario, bastante gris y aburrido. Sempiternos vaqueros de bolsillos abultados con los usuales objetos que no se sabe donde llevar. Calzado cómodo para reventar el pavimento y camisas variadas, de sufridos cuadritos combinadas con polos de cuello abierto de colores lisos.

Ningún aspaviento en la vestimenta, como pocos hay en la personalidad del candidato cuyo fuerte es la lírica, y ahora la épica, aunque las suelas de sus zapatos estén sufridas por sus interminables recorridos a pie de tierra. Notable evolución en el corte de la melena, término algo exagerado para el volumen capilar del que disfruta, que ha progresado desde el corte cuasi carcelario de hace algunos años, con esas llamativas patillas, hasta el aspecto más convencional que hoy ofrece esa cabeza que sigue siendo romana, aunque él sea habitante de la aldea gala.

Sonrisa prometedora, sin miedo a enseñar los dientes, pero que no siempre conecta el movimiento de los labios con los ojos. Esa es la entrada al candidato real, porque solo ahí, en la mirada se detectan sentimientos y emociones que se controlan militarmente para que no interfieran. Su capacidad de risa y carcajada está por descubrir porque en público no pasa más de allá de enseñar los colmillos. Tiene un estar lleno de serenidad, que no de placidez, a veces algo encorsetado y carente de espontaneidad, útil para dar garantías de estar preparado para cualquier desafío. Pero no es un hombre tranquilo sino bien entrenado para el autodominio, sin dejar entrever flaquezas y miserias. Ese punto de impenetrabilidad es factor de protección pero algo distanciador, cuando se percibe el buen funcionamiento de la línea comunicativa de salida, pero no de la inversa.

Es fácil imaginarlo superando cualquier derrota pero tampoco cuesta imaginarlo gestionando la victoria. Porque seguro que no cambiaría sus camisas.

Mª José Pla (PP): El pasado fardo de su pasado reciente

Tiene una voz áspera y algo ronca acompañada de un talante pedagógico que le permite sonar muy convincente. Usa gafas de pasta, bien visibles, de las que asignan carácter y no hablan de disimulos. Detrás de ellas se entrevé una mirada que siempe guarda las distancias, escondiendo con habilidad sentimientos que puedan mostrar vulnerabilidad ante el adversario.

Parece llevar un invisible escudo protector, construido quizás a fuerza de resistencia y tenacidad que le permite encajar acusaciones, difícilmente discutibles y, a veces, extremadamente hirientes sin bajar la mirada, ni enredarse en disputas inútiles. Simplemente, echándoselo a una espalda que ha fortalecido, sin permitirse lamentaciones. Por eso, comunicativamente hablando, su fuerte no son las emociones, sino una profesionalidad a prueba de bombas, por certeras y potentes que sean.

Nada en ella es estridente, ni en su apariencia, ni en su forma de ser y estar. Dice educadamente lo que tiene que decir, lo que conviene, con seguridad y naturalidad, obviando con pasmosa habilidad los numerosos agujeros negros en los que podrían hacerla caer la ignorancia o el pasado de su partido. Defiende sus propuestas con autoridad, sin dudas, apoyándose en súbitos y efímeros ataques de sordera que le evitan perderse en historias que desearía ya irrelevantes.

Es evidente que, a cuentas de esa historia reciente no demasiado cómoda, se mueve en terrenos movedizos, pero sabe transmitir una sensación de serena solidez que no siempre debe coincidir con la realidad que esconde. El hecho es que no solo ha tomado el timón de un barco bastante averiado sino que incluso ha peleado por ocupar ese puesto. Su barbilla, marcada e insolente, el movimiento de sus manos bien domesticado, la melena obediente, la voz monocorde denota, sin duda, una confianza indestructible en sí misma y en el futuro, una superviviente tenaz que quiere escribir su propia historia.

Ferran Minguet (Compromís): Inequívoca juventud en mensaje y formas

Es el más joven de todos los candidatos, pero no el de menor trayectoria política. Un candidato atípico pero no por su edad, porque otros hay que también iniciaron bien jóvenes su andadura política. Es su perfil, su apariencia bonachona y dulce, la que no parece encajar en el molde del político hiperseguro, poco expresivo y controlador.

Todo se andará, pero hoy por hoy es un candidato que todavía parece más joven de lo que en realidad es. Para eso ayuda una estética acorde con su generación, esa de la media barba que se rapa la cabeza de la forma menos favorecedora posible, ostenta patillas desproporcionadas y luce un ligero atisbo de barriguita feliz. Todo ello según el criterio de otras generaciones, obviamente sobrepasadas por modas hoy reinantes.

El abono indumentario a las camisetas y a los vaqueros, rotos, desteñidos y ceñidos como está mandado, lanzan un potente mensaje de modernidad y renovación, pero también de inexperiencia y desconocimiento de las reglas no escritas de la política que hacen que la chaqueta azul, la camisa blanca y en casos extremos, la corbata a topos, sean el uniforme de uso obligado del político que pretende ganarse la confianza del electorado.

Está dotado para el consenso mucho más que para el conflicto y eso es lo que transmite en los debates donde todo su lenguaje corporal manifiesta sincera aprobación de algunas de las propuestas ajenas que secunda abiertamente con movimientos de cabeza y de cejas. Sus cejas son importantes porque se expresan con más rapidez que las palabras y acompañan una mirada, quizás excesivamente transparente, carente de malicia aunque no de mala uva, si se tercia.

Cuando blande la espada por exigencias del guión electoral, desde luego que le pone ganas. Pero el resultado chirría porque negar la propia naturaleza es difícil, incluso para un político responsable y prometedor como él.

Juan Giner (Ciudadanos): El clásico que no se sale nunca del guion

Es un señor de corte clásico, algo áspero y rocoso el cabeza de cartel de Ciudadanos. De barba cerrada y pelo entrecano, su piel atezada recuerda lejanamente a Zaplana y su culto al sol. Da una imagen absolutamente convencional, sin salirse un milímetro de lo esperable en un político de derechas o de centro, según se mire. Con todo, no aparenta ser muy fan de la corbata, pieza que tampoco utiliza con frecuencia aunque la lleva con toda naturalidad cuando es necesario. A veces, exhibe bonitas chaquetas de pana, tipo felipegonzalez o de lana, seguro que pura y virgen.

Cuatro años de legislatura en la oposición no han logrado quitarle esa sensación como de extrañeza permanente al presenciar las idas y venidas de la política municipal. En su gesto circunspecto se advierte una especie de rictus permanente como de asombro, mezclado con un pelín de desagrado. Sus gafas son discretas como todo él, y su mirada es selectiva, dejando ver sus filias y fobias con bastante claridad. No ha logrado todavía disfrutar de la luz de los focos cuando es el centro de atención. Es entonces cuando se le ve incómodo, como con ganas de estar en otro lugar. en ese preciso instante.

Tiene voz contundente de pocos matices que puede llegar a aburrir a poco que se descuide, pero bonitas manos que mantiene controladas, para que no se muevan demasiado pero sean útiles para reforzar su discurso. No tiene oratoria de presentador televisivo, pero sabe manejar con sabiduría los silencios y las interpelaciones.

Resulta raro verlo posar para las fotos en actitud guerrera, con puños cerrados en actitud de boxeo, como se le ha visto esta campaña por exigencia de su lema de partido. Porque se le ve un hombre pulcro, atildado, poco dado a euforias y salidas de tono. Sin excesos imaginativos pero dotado del punto de acidez necesario para no ser ignorado, que es la obsesión de cualquier político.

Empar Penadés (Per Xàtiva): Independiente sin ataduras ni credos

Es reciente su desembarco en el agitado mundo de la política local pero no parece que necesite pastillas para el mareo. Candidata a la alcaldía, sin complejos, posee una fluidez verbal envidiable, pero no es una ametralladora que fusile las conversaciones. Exhibe rápidos reflejos dialécticos en la distancia corta, útiles para sortear con dignidad y desparpajo los aprietos en que la han querido poner, saltando charcos con agilidad impensable. Sin ser de gran estatura, aparenta la suficiente solidez, estabilidad y equilibrio como para inspirar confianza y ganar credibilidad.

Flequillo de adolescente en una cara de blanca piel, que no tiene nada de ingenua princesa.

La candidata de la Plataforma per Xàtiva tiene los pies en tierra, bien firmes y asentados, sobre todo, siendo esforzada moixaranguera, que vestida de rojo se aprieta el fajín para sostener sobre sus hombros a quien confía en su disciplina y su lealtad. También perseverante balladora, que se pone las alpargatas para pegarse en público un bailoteo, tradicional eso sí, sacrificando su innata discreción por la defensa de valores irrenunciables que sustentan su compromiso político.

Atrevida en materia de gafas, a las que está abonada quizás como herramienta de despiste, para ocultar ráfagas de desazón y proteger una mirada a veces excesivamente tierna. En todo caso, no parece mujer de medias tintas que juegue bien en la ambigüedad, ni aparenta estar muy dotada para el teatro ni tampoco para el cuento. Tiene filo, sí, pero también buenas dosis de paciencia para utilizarlo.

De forma innata o adquirida en poco tiempo, dispone de la habilidad necesaria en quien se dedica a estos menesteres, de disfrazar con una sonrisa la procesión que vaya por dentro. Y vaya sonrisa la suya. Roja y amplia, brillante, contagiosa. Propia de la mujer más feliz y tranquila del mundo o de una muy buena actriz. O de ambas cosas a la vez.