Hace 200 años, en 1820, Xàtiva volvió a recobrar el nombre de Játiva que le había arrancado de cuajo el Borbón Felipe V. Lo logró el ilustre hijo de la población, político y eclesiástico Joaquín Lorenzo Villanueva, un curioso personaje, a la sazón canónigo de Cuenca, entre otros títulos y cargos. Mas no sería hasta después del momento en que Fernando VII jurase la Constitución del Estado, aprobada en las Cortes de Cádiz y conocida popularmente por La Pepa, y el comienzo del Trienio Liberal cuando se legalizaría de nuevo el nombre.

Villanueva llevaba en el intento varios años, y logró en 1811 restituirle el nombre y quitarle el de San Felipe, pero perdió esa primera batalla, pues en 1814 se lo volvieron a imponer. Aprovechó Villanueva su buen momento de influencia política y logró que fuera creada una nueva provincia, la de Játiva, otorgando a esta ciudad la capitalidad. De esta manera, el 27 de enero de 1822 se consagró esta decisión política que dividió el Reino de Valencia en cuatro provincias, una de ella la de Játiva. El 1 de octubre de 1823, volviendo el espíritu absolutista monárquico, fue revocada esta provincia.

La Provincia de Játiva quedó delimitada así: Norte: Río Júcar; todos los municipios que se situaban en el margen derecho del río se inscribían en la provincia. Este: Mar Mediterráneo, desde la desembocadura del río Júcar hasta el Cabo de San Antonio. Oeste: Límites históricos entre el Reino de Valencia y el de Castilla, desde Cofrentes hasta Fuente la Higuera. Sur: Desde la Fuente la Higuera hasta Carrícola, por los puntos de mayor altitud de la sierra que separa el valle de Albaida de la provincia de Alicante. De Carrícola hacia el mar la línea divisoria pasaba al sur de Beniarrés (incluyéndola) hasta el Cabo de San Antonio, abarcando íntegramente las cuencas del río Gallinera (la Vall de la Gallinera), río Girona (la Vall d'Ebo y la Vall de Laguar) y el barranco de la Alberca (Pedreguer).

El 18 de junio de 1707, Felipe V ordenó arrasar e incendiar Játiva. José Marmolillo fue el director de la operación. El fuego comenzó el 19 y el 22 era día de Corpus, cuya fiesta no se celebró. Al pueblo convertido en cenizas le impuso el santo de su nombre, san Felipe. Le despojó de los títulos de Leal, Noble, Prestatísima y Augusta, que entre otros tenía. Tal fue la destrucción, vejación y humillación infligidas que, en palabras del historiador setabense Vicente Boix, aquí fueron quemados de forma definitiva los gloriosos Fueros del Reino de Valencia. El motivo de tanta venganza y furor fue que Xàtiva se alineó con el archiduque Carlos, pretendiente de la Casa de Austria en contra de Felipe V, de la casa de Borbón.

Los setabenses tuvieron que reedificar sus casas y la ciudad, también sus iglesias y conventos. Hechas las primeras obras aconteció el terremoto de 23 de marzo de 1748. Nuevos daños en las edificaciones y hasta en el propio castillo. El sufrimiento causado por las tropas francesas en Xàtiva no había sido olvidado, cuando acontecieron nuevas desgracias. Los socarrats les esperaron en la Guerra de la Independencia, se enfrentaron a ellos, pero volvieron a ser masacrados. Desde entonces los de Xàtiva son conocidos como socarrats y éstos le tienen colgado cabeza abajo en el museo municipal como castigo. Ya en el período democrático pasarían del Játiva castellanizado al Xàtiva popular, la manera de cómo la gente llama a su pueblo, perdón, ciudad.

Me apetecía volver a Xàtiva con la ocasión de esta efeméride, la restitución del nombre. Hacía años que no la visitaba. La he encontrado señorial, bien cuidada, llena antaño de iglesias y conventos, saturada de casas palaciegas, páginas de la historia escritas en piedras. En un muro de su iglesia colegial se conserva un letrero: Imprenta. Xàtiva ha sido, lo sigue siendo, una ciudad de periodismo, periodistas y periódicos, de imprentas, famosa la de Blai Bellver, que imprimió “La creu del Matrimoni”, graciosa literatura erótica que se atribuyó a un canónigo de la Seo.

Xàtiva paseada

Xàtiva hay que pasearla con tranquilidad y leer en sus calles, monumentos, fuentes, esculturas y parajes su historia. Sus dos Papas, Calixto III y Alejandro VI, presiden la fachada principal de la Colegiata, un hermoso edificio –“de gran buque y elevadas bóvedas”- que hicieron a lo grande, porque querían los setabenses que fuera catedral y tener obispo. Nada descabellado, pues Saetabis fue sede episcopal en las fuentes del cristianismo valenciano. Tiene en la subida al castillo la ermita de san Feliu, la primitiva catedral visigoda, la sede del Obispo de Saetabis. En la anterior visita pude entrar dentro, hoy ha sido imposible. El guardés me ha dicho que lleva varios días cerrada, no puede ser visitada. “No han enviat a ningú”. Para qué preguntar más, si está claro no me va a abrir. Hay un cartel que indica los horarios, sólo cierran los lunes, pero no ha habido manera de mover al clavero.

Paso enfrente, a la ermita de san José, de estilo tardo-románico-medieval. Lo único que encuentro abierto es un barecito junto a ella. Me conformo en contemplarla desde fuera e imaginarme por fotos antiguas en mi memoria cómo estará. Esta ermita es la que congrega al mundo fallero xativenc en Fallas para la Misa y procesión de san José y su conservación estuvo antaño a cargo del Gremi de Fusters de la población.

La Desamortización, principalmente, vació los conventos y el Estado se los apropió. Algunos están en manos del Ayuntamiento y sirven para fines sociales y culturales públicos, como es el caso del Convento de los Agustinos, hoy dedicado a la enseñanza de música. En estas breves líneas no se puede hacer balance del enorme potencial cultural e histórico de Xàtiva. No hay que irse muy lejos a visitar y conocer ciudades de gran interés histórico y cultural.

Xàtiva ofrece todo lo que se pueda desear ver y contemplar. Tiene de todo. Es una mina de oro para el turismo, para atraer visitantes. Tal vez necesita más promoción, más sugerencias para acudir a verla. Y que sus preciosos monumentos puedan ser visitados. En el programa de legionario que me he trazado, bajo el título de “Xàtiva paseada”, en el Convento de san Agustín que sí estaba abierto, no me han dejado pasar de la puerta, alegando medidas de seguridad por el Covid. He tenido que ver el claustro desde el dintel de la puerta. Se me ha quedado en el tintero no poder adentrarme en la sucesora de la historia de la afamada Escuela de Música Árabe que hubo muy importante en Xàtiva.

La gente del pueblo encantadora, amable, atenta, orientadora y desenvolviéndose como no dándole importancia a su ser de privilegiados habitantes de tan histórica ciudad, a la que en su conjunto, eso sí, se le advierte un tono capitalino, que tal vez les quede de cuando durante muy poco tiempo fueron vecinos de capital de provincia, de la provincia de Játiva. Ah, y no se pierdan de la gastronomía local, el arrós al forn y la almoxaivena, con reminiscencias de la Xàtiva árabe.