La iniciativa de la Vall d'Albaida para recuperar tierras sin uso que sirve de modelo en España

El proyecto Bioterreta acumula premios y reconocimientos a nivel nacional tras reactivar 322.000 m2 de cultivos abandonados en 4 comarcas centrales ofreciendo a sus propietarios la "custodia" de sus terrenos a cambio de una gestión eficiente

Bioterreta: la asociación que ofrece la "custodia" de terrenos para luchar contra el abandono de cultivos

Perales Iborra

Sergio Gómez

Sergio Gómez

El proyecto Bioterreta Custodia Agraria comenzó a fraguarse en 2016 en la Vall d'Albaida a partir de la observación de una creciente "necesidad social y ambiental" a la que nadie estaba dando solución, derivada de la gran cantidad de campos abandonados. Ese año, la Comunitat Valenciana encabezó el ranking de tierras sin uso en España, con más de 160.000 hectáreas perdidas.

Desde un enfoque integral, la iniciativa emprendedora se ha diseñado como una “herramienta de herramientas” que busca mecanismos eficaces para paliar el abandono de terrenos agrícolas sin dejar de lado la voluntad de aportar "soluciones reales" que contribuyan a vertebrar el territorio a través del impulso de la custodia agraria, una figura que facilita la cesión de fincas sin actividad a los propietarios que ya no pueden o no quieren trabajalas, pero tampoco tienen intención de desprenderse de ellas.

Siete años después de su nacimiento, la asociación de trabajo colaborativo coordinada por Àngela Gimeno, Miguel Canet y Jordi López acumula distintos premios y reconocimientos a nivel nacional que sitúan sus acciones como un ejemplo a seguir: el proyecto ha obtenido el accésit en los últimos premios bianuales del Congreso Nacional de Mediombiente, ha sido finalista en los premios nacionales "Vivaces" y ha sido seleccionado para los galardones Europeos Aria 2023 en la sección Agricultura Inteligente y Competitiva y por el programa Libera de Apadrinamientos para reactivación de tierras, por una acción desarrollada en Salem.

Hasta el momento, Bioterreta ha llegado a 42 acuerdos de custodia con propietarios de fincas sin actividad que han permitido recuperar un total aproximado de 322.000 metros cuadrados de superficie agrícola, sobre todo destinada a fomentar cultivos de olivos, algarrobos y almendros, todos ellos con el sello ecológico.

El proyecto se ha expandido ya a cuatro comarcas centrales valencianas, puesto que las tierras reactivadas se ubican en Agres, Salem, Ontinyent, Enguera, Benicolet, Llutxent, la Pobla del Duc, Castelló de Rugat, Montixelvo, el Genovés y Tavernes de la Valldigna, municipios con altos índices de abandono de tierras y sin relevo generacional en el campo.

El propietario de uno de los campos sujetos a custodia agraria en Salem.

El propietario de uno de los campos sujetos a custodia agraria en Salem. / Perales Iborra

El colectivo sin ánimo de lucro ha ido tejiendo un equipo multidisciplinar de unas 15 persona entre colaboradores, voluntarios y trabajadores a pie de campos, sin contar los más de 40 socios agricultores y particulares que han cedido y confiado sus tierras en custodia. 

Red de obradores compartidos

La entidad apuesta por la economía circular mediante una estrategia que contempla la valorización de energía y bioplásticos, la producción de biofertilizantes fúlvicos a partir del alperujo resultante de la producción de aceite y el suministro local de materia prima. Además, Bioterreta ha dado el primer paso para la creación de una red de obradores compartidos al adjudicarse la gestión del obrador municipal de productos ecológicos y de kilómetro cero de Vallada.

La existencia de instalaciones intermedias de elaboración de productos agroalimentarios próximas a las zonas de producción constituye a juicio de la entidad una "potente herramienta para, a su vez, poner en valor los cultivos y paliar el abandono de tierras".

"En estas últimas décadas se observa un reordenamiento (por parte de las administraciones) de los pueblos a imagen y semejanza de una realidad urbana de ciudad y esto ha sido un error", explica Àngela Gimeno. "Uno de los efectos años después es que los pueblos cada vez más carecen de infraestructuras agroalimentarias como harineras, almazaras, secaderos, etc. Los obradores compartidos se presentan como instalaciones versátiles, auxiliadoras, vinculadas a la actividad agrícola y es que, seamos realistas, un pueblo sin actividad agrícola se convierte en pueblo dormitorio y en el peor de los casos en la despoblación y desaparición como ya estamos viendo en muchas comarcas valencianas y resto del país", subraya.

Robot utilizado en las tareas de gestión de los campos.

Robot utilizado en las tareas de gestión de los campos. / Bioterreta

Desde la asociación se pretende no sólo recuperar instalaciones en desuso con potencial en el área productiva, sino también diseñar otras infraestructuras inexistentes en zonas rurales clave. En concreto, Bioterreta está trabajando en el proyecto de otro obrador en Simat de la Valldigna (La Safor), ideado para formar parte de la misma red. Los ayuntamientos de Benicolet y Orba también se han mostrado interesados en participar de esta iniciativa en red que plantea canales alternativos a la producción de procesados industriales "que omiten la proximidad, la circularidad de materiales, el aprovechamiento de mermas y subproductos, así como otros aspectos sociales".

"Creemos firmemente en que estos productos deben estar al alcance de todas las personas, lejos de convertirse en productos elitistas o gourmet. La alimentación sana y alcance de todos debería ser un derecho fundamental", exponen desde el colectivo.

Trabajos en una de las fincas incluidas en el proyecto de Bioterreta.

Trabajos en una de las fincas incluidas en el proyecto de Bioterreta. / Perales Iborra

Robots para una gestión más eficiente

Bioterreta también quiere poner el desarrollo tecnológico al servicio del saber tradicional y del patrimonio agrario. Dentro de la iniciativa se han realizado ensayos exitosos con tecnología aplicada mediante sistemas de procesamiento a pie de campo "metro 0", robots agroforestales polivalentes y drones por control remoto para avanzar hacia una gestión eficiente de los cultivos y una ergonomía mejorada en las tareas de mayor desempeño físico.

Las parcelas custodiadas por la asociación están supervisadas y controladas combinando dos herramientas: estaciones de observación fenológica que proporcionan datos climáticos y la supervisión satelital (Sentinel-2). La gestión combinada de datos climáticos y meteorológicos a tiempo real permite la toma de decisiones en la organización de los cultivos de una forma ágil, así como una reducción importante de emisiones a la atmósfera, señalan los impulsores del proyecto.

El proyecto aplica nuevas tecnologías a la gestión agraria y se centra en revalorizar el tan denostado minifundio mediante concentración parcelaria

Bioterreta plantea tres modalidades de cesión de terrenos: la custodia compartida, en la que el propietario mantiene la gestión de la finca pero asume los compromisos de conservación junto con la entidad de custodia; la custodia in-situ, que permite al dueño ceder a la entidad la administración de la tierra en su totalidad durante un tiempo determinado y la custodia ex-situ, en la que el propietario acepta los servicios de información, supervisión y control de la parcela durante un cierto período de tiempo.

Cosecha en uno de los campos de la iniciativa.

Una variedad tradicional de garrofó cosechada dentro de la iniciativa. / Bioterreta

En virtud de la experiencia adquirida, desde la asociación sostienen que los cultivos basados en variedades tradicionales "son los que mayor valor aportan al territorio". "Somos un proyecto centrado en revalorizar el tan denostado minifundio mediante concentración parcelaria y una gestión muy precisa de las prácticas culturales. Desde las parcelas custodiadas, apostamos por los productos que naturalmente nos ofrecen las parcelas, desde aceitunas y su producción de aceite ecológico, algarrobas y harina, hierbas comestibles y aromáticas, biomasa en formato de leña, frutas y verduras tradicionales", enumeran.

"Pretendemos fomentar la diversidad de cultivos, el aprovechamiento de los recursos del propio sistema agrario y la propia biodiversidad de especies espontáneas que nos brinda el entorno, siempre desde un manejo agroecológico y de conservación del suelo", ahondan los impulsores de la iniciativa que nació en la Pobla del Duc. 

La asociación impulsa igualmente el cultivo de variedades tradicionales como el "garrofó pintat", de la que guardan la semilla para crear un banco de semillas y propagarla.

Trabajos en una explotación en Salem incluida en el proyecto.

Trabajos en una explotación en Salem incluida en el proyecto. / Perales Iborra

Los productos obtenidos en las tierras bajo custodia se distribuyen a través de una plataforma de venta en circuito corto de comercialización. "Los beneficios se reparten proporcionalmente entre los propietarios de las parcelas en forma de alimentos producidos o se monetizan, como mejor les convenga", explican en Bioterreta. "Otra parte de esos beneficios se utilizan para el mantenimiento anual de las parcelas, servicios de los trabajadores y de la asociación", inciden.

El proyecto se enfrenta a no pocos obstáculos en el camino, como la falta de mano de obra especializada, la dificultad para encontrar servicios para el manejo de tierras -ya que en muchos casos impera el intrusismo de los no profesionales- o la falta de desarrollo tecnológico y de innovación en herramientas y maquinaria. "La desaparición de instalaciones agroalimentarias en los pueblos es una dificultad más a la hora de valorizar los productos obtenidos así como la ineficiente gestión de los excedentes por parte de cooperativas y pequeñas industrias agrarias", subraya Àngela.

"Se observa además, una apatía creciente desde las administraciones locales, falta de trabajo colaborativo y todo esto acrecentado por la falta de relevo generacional en el sector, el oficio de agricultor ya no es atractivo para los jóvenes", incide.

Un campo en Ràfol de Salem.

Un campo en Ràfol de Salem. / Perales Iborra

El proceso de activación de los cultivos leñosos abandonados es relativamente rápido (1-2 años) pero dependerá del estado inicial de la tierra, el clima y la capacidad de adaptación. El tránsito o conversión a ecológico suele tardar 3 años hasta alcanzar su certificación.

Bioterreta calcula una tasa de abandono de terrenos agrícolas del el 38% en la Vall d'Albaida, mientras que las comarcas del Comtat y l´Alcoia "forman parte del club del 40%" y en la Costera y la Safor estiman un porcentaje ligeramente inferior, con una tasa de abandono del 29%, aunque con una tendencia alcista.

"Sólo hemos encontrado un Ayuntamiento en nuestra comarca que realizó un estudio específico de la cantidad de tierra abandonada en su demarcación territorial"

"En estos años sólo hemos encontrado un Ayuntamiento en nuestra comarca que realizó un estudio específico de la cantidad de tierra abandonada en su demarcación territorial, esto demuestra una vez más el poco interés que se tiene desde diferentes entidades en abordar este problema", recalcan. "Creemos que el problema de abandono de tierras es reversible pero se necesita pasar a la acción y es urgente recuperar hasta el último metro de tierra abandonada", observa Gimeno.

Los objetivos de la asociación pasan ahora por consolidar el modelo iniciado y poderlo replicar en otras áreas del territorio y por continuar desarrollando "estrategias para la rentabilidad y la defensa del minifundio".

¿Cómo funciona la custodia agraria?

La custodia agraria es un conjunto de estrategias y herramientas de gestión del territorio centradas en el ámbito agrario que se combinan con otras ya existentes para la conservación de la biodiversidad, el patrimonio cultural y el paisaje. 

Los actores principales en este sistema de gestión son los propietarios de los terrenos (cedentes) y los usuarios (cesionarios) que a partir de la constitución de un Acuerdo de Custodia (cesión de la explotación agraria) se encargan de su mantenimiento.

La primera de las cuestiones que se abordó fue cómo dar continuidad o retomar la actividad agraria por parte de aquellos propietarios que, sin tener la voluntad de desprenderse de sus tierras, no podían trabajarlas. Se estudió en profundidad la legislación y normativa agraria vigentes, siendo de gran ayuda el soporte realizado por la abogada y profesora en Derecho Ambiental de la Universidad Politécnica de Valencia, Gloria Doménech Martínez. Tras este trabajo, se diseñó un tipo de acuerdo de custodia basado en leyes de rústico y de las aparcerías, que favorecía a las tres partes: propietarios, tierras y sostenimiento del proyecto. Una vez conseguido el mecanismo de desbloqueo de la tierra, diseñamos un modelo organizativo funcional concebido como una multiherramienta basada en 6 pilares (agroecología, economía circular, custodia agraria, tecnología aplicada, alimentación y trabajo en red) cada uno con su propia entidad y que, al estar conectados entre sí, generaban un sistema de valor compartido.

¿Cómo es el proceso para poner en actividad estas tierras abandonadas?

Hay que tener en cuenta que la actividad de una entidad de custodia del territorio es compleja y en el ámbito agrario el proceso se complica a mayores. Se trata de un proceso estructurado y ordenado en el que se realiza un intercambio de conocimientos, voluntades y posiciones hasta alcanzar el acuerdo de custodia. Cuando los agricultores y propietarios de las parcelas contactan con nosotros, se les explica las intervenciones se van a realizar y como finalmente quedará su parcela rehabilitada. Para ello, el manejo y la gestión de las explotaciones, se basa en todo momento en los pilares de la agroecología y siguiendo modelos de la economía circular, persiguiendo una forma eficiente de rentabilizar cada parcela por pequeña que sea.

En cuanto al manejo del suelo y de los cultivos, se implementa un plan de prácticas culturales basado en la sostenibilidad, primando una mayor observación y acompañamiento a los ciclos naturales de los cultivos, frente a las intervenciones sistemáticas propias del modelo convencional. Se focaliza en la gestión del suelo desde un punto de vista regenerativo, teniendo como objetivo potenciar la microbiología y la fertilidad del mismo. Paralelamente, las parcelas se inscriben en el registro de Producción Ecológica para su certificación.

Los productos obtenidos se distribuyen a través de nuestra plataforma de venta en circuito corto de comercialización. Los beneficios se reparten proporcionalmente entre los propietarios de las parcelas en forma de alimentos producidos o se monetizan, como mejor les convenga. Otra parte de esos beneficios se utilizan para el mantenimiento anual de las parcelas, servicios de los trabajadores y de la Asociación. 

Los cedentes disponen de un acceso a nuestra base de datos donde pueden consultar el desarrollo y evolución de los trabajos hasta la recuperación de sus tierras. La propiedad de las parcelas se mantiene siempre con los cedentes, nuestra entidad gestiona sus recursos y los revaloriza, el hilo conductor de este proyecto es fomentar la economía triple impacto y del bien común. 

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