La pista de La batalla de Anghiari se pierde en Valencia. No hay más, ni tampocopruebas documentales conocidas aquí sobre el destino de los cartones originales, ni de algún fragmento de la obra maestra de Leonardo da Vinci, diseñada para el Palazzo Vecchio de Florencia, y que nunca llegó a completarse. Al menos, no existe prueba histórica, pese a que algunos investigadores italianos apunten a la posibilidad de que alguno de los colaboradores de la magna empresa, más concretamente Fernando Llanos, de ser él "Spagnolo", pudiera haberlos traído a España.

No en balde, apenas un año después de abandonar la aventura florentina junto a Da Vinci, en 1506, tanto Fernando Yáñez, como Fernando Llanos, conocidos como Los Hernandos, dos grandes artistas de la época y de importante influencia y trayectoria italiana, recalaron en Valencia para comenzar a trabajar en diversos encargos y, sobre todo, en el retablo principal de la Catedral, las dos grandes puertas que cierran el altar mayor de la Seo.

No hay pruebas, pero, al menos, sí ciertos detalles que acercarían a pensar que algunas de las imágenes creadas para aquel gran fresco de 30 metros cuadrados estarían reflejadas en el retablo de la Catedral. También figurarían en otras tablas pintadas por los dos artistas que se exhiben, tanto en el Museo de Bellas Artes de Valencia, como en otras iglesias españolas o se conservan en colecciones privadas.

La batalla de Anghiari fue un encargo del gonfaloniere de Florencia en 1503 que debía decorar la sala del Palacio Vecchio para conmemorar la victoria de los florentinos sobre la oligarquía milanesa.

Mientras Florencia, a través de la iniciativa del ingeniero e investigador en obras de arte desaparecidas Maurizio Seracini, quien espera la ayuda económica y política de la ciudad para confirmar con una técnica de neutrones la hipótesis de que la pintura inacabada de Leonardo está oculta tras un muro y tapada por una obra de Vasari, Valencia disfruta de detalles de aquella obra. Sólo algunos pueden imaginarlas gracias a la copia de Rubens que se conserva en el Louvre y que reproduce la violenta escena central en la que se disputa el estandarte.

En La batalla de Anghiari Leonardo trabajó junto a un grupo de discípulos durante cerca de un año. Cuentan que el día que comenzó a pintar al fresco, un temporal se llevó parte del cartón. No logró terminar la obra, pero al menos sí un fragmento de veinte metros, según han calculado algunos investigadores. La obra debía confrontarse con La batalla de Càscina, pintada por Miguel Ángel. Sin embargo, el maestro renunció. Las dos pinturas "debían convertirse en la referencia del Renacimiento y el símbolo del poder republicano".

Leonardo, una vez fracasada la operación, se fue a Milán. Allí es donde pudo ser copiada su obra ya que se expuso medio siglo. Con el regreso de los Medici a Florencia, Vasari recibió en 1563 el encargo de crear una nueva decoración ya que se trataba de un mensaje político contrario al gobierno de entonces. Los Medici habrían pedido que se tapara el Leonardo, pero algunos creen que Vasari, admirador del genio, no la destruyó, sólo la tapó con una pared de ladrillo.

La conexión con los Hernandos

Según la documentación que existe y que aparece recopilada en la obra Los Hernando, Pintores Hispanos del entorno de Leonardo, editada con motivo de la restauración del retablo de la Catedral de Valencia y de la exposición celebrada en el Museo San Pío V de Valencia en 1998, sólo hay pruebas documentales de que uno de los Hernando figuró en el entorno de Da Vinci o, al menos, fue más discípulo de él. ¿Pero quién? Durante años los expertos no se han puesto de acuerdo. Y en un principio todos apuntaban a que se trataría de Yáñez de la Almedina.

Las pruebas documentales tampoco aportan mucha luz. Apenas se conocen dos documentos que reflejan otros tantos pagos que recibiría uno de los Hernandos en abril y agosto de 1505. Cada uno fue de cinco florines de oro.

El primer documento se refiere a un pago por materiales adquiridos a Leonardo da Vinci para la pintura de la Gran Sala de Consejo de la Señoría; la segunda corresponde a sus servicios por pintar junto al maestro renacentista en la Gran Sala de Florencia. La única referencia nominativa es el pago a Fernando "Spagnolo".

Aunque ambos pintores tienen una trayectoria aún por precisar en profundidad, al menos desde finales del XIX y gracias a las investigaciones de Roque Chabás sí se conoce que ambos son autores del retablo de la Catedral.

Exposición y documentos

En Los Hernando, Pintores Hispanos del entorno de Leonardo, realizado por Fernando Benito, que completaría el efectuado a mediados de los cincuenta por Felipe Garín Ortiz, Benito da un paso al sostener que sería Llanos el más próximo a Da Vinci al ser "más dependiente" de sus modelos, con figuras de fuerte caracterización en actitud crispada e inestable. Hoy Benito añade que Llanos era menos creativos que Yañez y de ahí su dependencia a la copia.

Jaime Sancho, conservador de la Catedral, admite que hay mucho dibujo leonardesco en el retablo, muchas caras expresivas que bien podían proceder de los dibujos preparatorios de la pieza italiana ya que estarían vivos en la cabeza de Llanos. Los detalles, dice, se descubren según se observa la pieza con detenimiento.

Según el director del Museo de Bellas Artes, "los estudios de Leonardo para grandes composiciones, donde el artista introduce la interacción de varias figuras, fueron conocidas por Llanos que tendría acceso sin duda a los cartones y diseños del florentino". Yáñez, además, era más sosegado de pincel y expresión. La reflexión de Benito va más allá al poner determinados ejemplos sobre Llanos que bien se descubren en el retablo de la Catedral como en otras de sus obras.

Y así, a partir de la imaginación del artista o de la copia que realizó Rubens en el XVII, se puede observar que algún detalle y modelo de La batalla de Anghiari se esconderían en las tablas de la Catedral. Y, sobre todo, se vería la influencia de Leonardo en la Resurrección del retablo o en el Cristo portacruz de la colección Godia de Barcelona. En la Adoración de los Magos, Llanos hizo uso de un dibujo preparatorio para Anghiari, conservado en Venecia.

Hay otros detalles leonardescos en la Admiración de los Pastores, la Aparición de la Virgen o en la Virgen de las Rocas, bien a través de la distorsión de rasgos, de las figuras y posturas ecuestres o de los escorzos, tablas que pertenecen a la Catedral de Valencia o se encuentran en Cuenca y Murcia.

En un tiempo, las pinturas de la Seo llegaron a ser atribuidas a San Leocadio y Pagano, autores de los ángeles renacentistas que tapaban la bóveda barroca de la catedral destapada hace unos años.

Documentación aparecida a mediados de los cincuenta, y referida a encargos y pagos, permitió cambiar su autoría y otorgársela definitivamente a los Hernandos quienes pintaron al alimón esta impresionante obra de arte. Aunque el legado de Leonardo es más evidente en Llanos el retablo de la Catedral, realizado un año después de su regreso de Florencia, no podía quedar exento de su influencia.