Chema Cardeña ha reescrito el clásico «Peter Pan» de James Matthew Barrie adaptándolo a la realidad hispano-valenciana del momento, después de haber acribillado al Mago de Oz y a la Alicia de Lewis Carroll. Le acompaña el elenco tradicional de la compañía Arden con Juan Carlos Garés a la cabeza y una Iria Márquez, soberbia en su nuevo registro, además de la «Pirata Neverland Band» que encabeza David Campillos.

Es obligado mantener el título de «Nuncajamás» para que el espectador reconozca la trama original, pero bien podía haberse cambiado por el «Eternosiempre». Ese país fantasioso, donde no hace falta creer y cohabitan los piratas y los indios para poder dar variedad aventurera a los niños perdidos se transforma aquí en una decrépita nación de reyezuelos donde nadie respeta a nadie.

Chema Cardeña, quizás por su condición de nacido en la «nacionalidad» española menos nacionalista, Andalucía, se encara con el problema del tribalismo con una libertad que un autor valenciano de aquí, y mucho menos valenciano-parlante, se hubiera atrevido. El discurso oficial desde la Transición explota el mito del Estado de las Autonomías hasta llegar a la paranoia de la ruptura por la ruptura, y aquí aparece, en primer lugar, una delirante Wendy, espléndida Rosa López, que orgasma cadavez que pronuncia la palabra «nación».

La sirena, Raquel Ortells, encabeza la facción autoritaria de la industria, con la ambición y dependencia de los mercados bursátiles de las empresas. José Doménech representa unos indios sumidos en las brumas religiosas y el genial Jaime Viciedo al Señor Smee del espectro de la burocracia, siempre anhelante de pólizas e instancias. Sólo queda al margen del sistema el viejo cocodrilo que propone utopías fácilmente recomprables según el interés del sistema.

Y por encima de todos ellos un Garfio triunfante, metáfora del arpón que nos engancha a todos como una garra; porque desde el momento en que el espectador entra en la Sala Russafa se convierte también en un actor con el reconfortante y desconcertante poder del derecho al voto. A los piratas les resulta más fácil dominar el país convocando unas simples elecciones que de manera violenta, a la antigua usanza. Una y otra vez, con el sencillo cauce del sistema, los que están arriba pueden seguir estándolo con plenas garantías de que no cambiarán su status, recurriendo en última instancia a una ficticia alternancia que permite a los pequeños soñar con que algún día se harán grandes.

El país de Nuncajamás es así realmente el país del Siempreterno, con reiteración de saqueos y estafas al ciudadano cuya única función es producir y callar al estilo de los antiguos esclavos. La única esperanza nos la aporta Cardeña con la presencia en este desaguisado de «El Principito» de Antonie de Saint-Exupery, un personaje que apoya su contenido moral precisamente en una excelencia aristocrática, la de ser príncipe, que nos confiere pocas esperanzas. No creemos que el Principito y Peter Pan puedan ir muy lejos en sus legendarias ensoñaciones de libertad, pero al menos debemos creer que pueden hacerlo, para no asesinar todas las esperanzas.

Propuestas en la Sala Russafa

Además de esta obra, el 29 y 30 de diciembre, la música es la protagonista en la programación familiar de Sala Russafa. La décima edición de Contaria, Festival de Teatro para Niños y Niñas acoge dos propuestas que contrarrestan el almibarado estilo Disney que empalaga las navidades: «Ramonets Per Xiquets» (29 de dic) de los valencianos Ramonets y Marieta Ganduleta (30 de dic).