Dentro de la cámara de los tesoros del Palau de la Música
El archivo del auditorio custodia 120.000 fotografías, más de 4.000 grabaciones, 7.000 partituras, decenas de documentos históricos y los autógrafos de algunas de las figuras principales de la historia de la música
La música es algo más que la combinación de melodía, ritmo y armonía y que la «sucesión de ruidos modulados para recrear el oído» (gracias RAE). La música son también historias y objetos que ocupan un lugar y un espacio aunque sea con el único fin de activar en el cerebro esos «ruidos modulados» que tantas emociones diferentes provocan.
El archivo del Palau de la Música de València es uno e esos espacios lleno de objetos que también son música. Una especie de cámara de los tesoros cuyos estantes custodian 120.000 fotografías, 3.197 grabaciones de audio y 1.130 de vídeo, 4.000 CDs comerciales y 800 vinilos, 7.000 partituras y 12.000 programas de mano de conciertos, recitales y otras actividades culturales de los cuales 2.089 tienen notas escritas a mano o el autógrafo de sus protagonistas.
Allí encontramos la primera partitura del arreglo para orquesta del «Himno a València» del maestro Serrano. O el pasaporte de los músicos de la Orquesta de València cuando salieron de gira por Europa con José Iturbi como director a finales de los años 50. O el programa del concierto que ofreció Daniel Barenboin en el Teatro Principal cuando apenas era un adolescente. O el autógrafo de Richard Strauss. O las palabras que Maurice Ravel le dedicó al Montepío de Profesores de Músicos cuando visitó la ciudad en 1928.
«La banda municipal tocó un arreglo de una composición de Ravel y él, antes de escucharlo, estaba bastante enfadado porque no le hacía ninguna gracia que nadie arreglara sus obras. Pero quedó tan encantado que no dudó en firmar el programa cuando los músicos se lo pidieron».
Un archivo poco común
Esto lo cuenta Enrique Monfort, documentalista y jefe del departamento de Archivo Musical del Palau de la Música, un espacio creado en 1993 por la anterior archivera Luisa Carrillo. «Se celebraba el 50 aniversario de la Orquesta y se dieron cuenta de que necesitaban un espacio para conservar toda la documentación que tenían guardada. Luisa se lo comentó a Mayrén Beneyto, que era la directora del Palau, y aprovecharon la reforma del edificio para dotarlo de un archivo, que es algo muy poco común en este tipo de auditorios», relata el documentalista.
Monfort comparte con la archivera Margarita Jaume y la responsable del patrimonio artístico del Palau, Ana Andriani, este espacio bien iluminado, fresco y protegido ante los incendios por un sistema de expulsión de gas que evita poner en peligro por el uso de agua los miles de documentos antiguos que allí se almacenan.
De fondo, a poco volumen pero suficientemente perceptible, siempre suena la música de alguna de las miles de grabaciones que se han realizado en el Palau desde que éste se inauguró en 1987 con un concierto de la OV dirigida por Manuel Galduf. Es así porque el departamento está digitalizando todos estos conciertos, algunos de ellos registrados en sistemas ya en desuso como el Beta o el casete DAT. «Calculo que para digitalizar todo lo que tenemos tardaremos 28 años», dice Monfort.
El carrillón de la banda
Y mientras la música suena, Monfort, Jaume y Andriani siguen mostrando los tesoros que alberga el archivo del Palau: un disco de oro «americano» de José Iturbi, un ejemplar del «Método de piano» del valenciano Joseph Gomis recomendado por el mismo Rossinni, una primera edición de la ópera «Ana Bolena» de Donizetti escrita en 1839, el carrillón de la Banda Municipal que cien años después de su fabricación aún se sigue usando para interpretar el «Es xopà hasta la Moma»...
El origen del archivo del Palau es triple: el material generado por las 12.388 actividades que ha organizado el auditorio desde su inauguración, el archivo de la OV y los fondos «heredados» como el el archivo del Montepío de Profesores Músicos, una institución gremial fundada en el siglo XIX de la que proviene, por ejemplo, la impresionante colección de autógrafos sobre programas, postales y partituras.
Ahí encontramos las firmas y dedicatorias de figuras históricas de la música y la cultura en general como Strauss, Ravel, Pau Casals, Wanda Landowska, Valle Inclán, Jacinto Benavente, Granados, Manuel de Falla, Artur Rubinstein, los hermanos Quintero o Artur Schnabel.
Mucho más contemporáneas, pero igual de valiosas, son las dedicatorias de otras personalidades artísticas que han pasado por el Palau para tocar, recitar o, simplemente, disfrutar de la música, y que quisieron dejar constancia de ello con unas frases o unos dibujos. Hablamos de Luis Eduardo Aute, Carmen Martín Gaite, Claudio Abbado, Vicente Amigo, Cecilia Bartoli, Joaquín Sabina, Teresa Berganza, Francisco Brines, Ana María Matute o el recientemente fallecido Tony Bennett, que actuó en el auditorio valenciano en dos ocasiones.
«Si algo nos demuestra este lugar es que la vida musical de los siglos XIX y XX en València fue importantísima», apunta Monfort. El archivo del Palau es pasado y presente, pero también quiere ser futuro. El futuro que supone la digitalización de sus documentos sonoros y visuales o la posibilidad de que los melómanos y aficionados puedan acceder algún día a él a través de internet.
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