Crítica|Música

Wagner estaría muy cabreado

Una escena de Siegfried.

Una escena de Siegfried. / Enrico Nawrath

Justo Romero

Justo Romero

FESTIVAL DE BAYREUTH 2023. Wagner: Siegfried. El ocaso de los dioses. Andreas Schager (Siegfried), Tomasz Konieczny (Wotan), Daniela Köhler y Catherine Foster (Brunilda), Olafur Sigurdarson (Alberich), Arnold Bezuyen (Mime), Tobias Kehrer (Fafner), Okka von der Damerau (Erda y Norna I), Alexandra Steiner (Pájaro del bosque), Mika Kares (Hagen), Michael Kupfer Radecky (Gunther), Aile Asszonyi (Gutrune), Christa Mayer (Waltraute), Okka Von Der Damerau (Norna I)…. Dirección escéni­ca: Valentin Schwarz. Escenogra­fía: Andrea Cozzi. Vestuario: Andy Besuch. Iluminación: Reinhard Traub. Di­rec­ción musi­cal: Pietari Inkilen. Lugar: Festspielhaus de Bayreuth. Fechas: 8 y 10 agosto 2023.

-----------------------------------------------------------

Concluyó el Anillo del Nibelungo del Festival de Bayreuth con un sonado y pitado fracaso. La disparatada propuesta escénica del austriaco Valentin Schwarz ha culminado con Un ocaso de los dioses feo estéticamente, estúpido dramatúrgicamente y de una teatralidad y movimiento escénico ingenuos, cuya supuesta modernidad es más opusina que de colegio de monjas. Por fortuna, la música y los músicos pudieron con el desmán escénico y lograron coronar un Ring que, al menos musicalmente, si rozó la notabilidad y, en ocasiones, hasta lo sobresaliente. 

Todo es capricho y estupidez. Valentin Schwarz, desde su desnortada empanada mental se burla de todo. Desde El Oro del Rin hasta el final de la historia, casi una semana después, sumerge la acción y sus aconteceres en un proceso decadente y a peor, que desemboca en este Ocaso de los dioses disparatado, donde cualquier parecido con la realidad es imposible. Inventa personajes, hace sobrevivir a otros y crea acciones paralelas o absolutamente ajenas sin ton ni son. Palos de ciego que no conducen a nada.

Musicalmente, en el foso, el finlandés Pietari Inkinen reveló estupendas maneras, oficio, dominio, cercanía y pasión por un lenguaje en el que parece encontrarse en su salsa. Fue el suyo un Ring pausado, detallista, de clara inclinación lírica, sin merma de los momentos de tensión dramática. Hilvanó con pericia y sentido wagneriano el complejo entramado de Leitmotive que traza Wagner en el rico tejido del discurso sonoro. Y triunfó en el difícil pero mágico equilibrio entre el “foso invisible” del Festspielhaus y las voces en el inmenso escenario. 

Vocalmente, el gato al agua se lo llevo de modo incuestionable el tenor Andreas Schager, convertido en un Siegfried en la mejor tradición de los grandes tenores heroicos de la historia. Es un wagneriano genuino, dueño de una voz ppletórica que nunca se siente forzada ni apurada, dueño de un fraseo claro y natural. El tenor austriaco culminó un Siegfried de los de antes. Poderoso por voz, carácter y presencia escénica y vocal, indemne incluso al riesgo de cantar en medio de una producción disparatada como la de marras.

Si en Siegfried Schager no tuvo en la soprano Daniela Köhler la Brunilda acorde a su grandiosidad vocal, en El ocaso de los dioses sí encontró perfecta replica en Catherine Foster. La soprano inglesa, que ya cantó Brunilda en Bayreuth con Kiril Petrenko hace una década, se implicó y volcó sin red en los sucesivos momentos emocionales que recorre el personaje, para coronar la gran escena final de la “Inmolación de Brunilda” inmensa de poderío escénico y aptitud vocal. Se complementó y cantó de tú a tú en los dúos con Siegfried y se mostró firme e insobornable en el fraternal encuentro en el primer acto con la Waltraute entonada y convincente de la mezzo Christa Mayer.

Otras voces destacan también en el haber de este anillo. Imposible no recalcar el muy crecido Wotan de Tomasz Konieczny, el Alberich de Olafur Sigurdarson, el Mime de Arnold Bezuyen, el Fafner de Tobias Kehrer o el perverso y rotundamente encarnado y cantado Hagen del bajo finlandés Mika Kares, tan arraigado en la gran tradición de su país, con nombres como Martti Talvela o Matti Salminen. El Coro de Bayreuth se lució como siempre en su gran intervención del acto II de El ocaso. Tanto como la heterogénea Orquesta titular del Festival, invisibilizada en el foso, pero de definitivo y sobresaliente protagonismo. En definitiva, el fin en Bayreuth de su más agridulce Anillo del Nibelungo. El Anillo en el que la música se impuso sobre la barbarie escénica. Wagner estaría muy muy cabreado.

Suscríbete para seguir leyendo