Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alcaldesas: "Hemos tenidos que marcar mucho el territorio"

Lola Celda, a la izquierda, y Carmen Martínez, a la derecha, tras el encuentro con Levante-EMV.

Llegaron a la alcaldía en los albores del siglo XXI pero pronto se percataron de que el poder que ellas iban a ocupar respiraba todavía en aires del XIX. Eran jóvenes y mujeres, y el mundo político -hecho por y para los hombres- las retó y cuestionó desde el primer momento. Con Levante-EMV hablan de invisibilidad, lucha, respeto y un secreto a voces: el acoso sexual en la política.

El primer mes de ser alcaldesa cerraron la base militar de Quart de Poblet e invitaron al ayuntamiento. Evidentemente, yo fui como máxima autoridad junto al teniente de alcalde Bartolomé Nofuentes. Al llegar había dos palcos, uno de ellos para las autoridades e iba a acontecer un desfile militar. Entonces, uno de los responsables que había allí me dice ‘disculpe, usted tiene que ir al palco de las señoras, donde van los familiares y aquí van los caballeros’. Yo le rebatí y le dije que no, que yo tenía que sentarme en la tribuna de autoridades pero él insistía en que ‘las señoras tiene que ir al otro lado’. Al final le señalé la silla y le dije ‘mire, soy la alcaldesa y esa silla que hay allí es la presidencial y además es la mía’. Muy nervioso se fue a buscar a otras personas, que se disculparon. Y fui la única mujer en una tribuna repleta de uniformes, con toda la alta jerarquía militar».

Quien cuenta esta historia, que ahora parece de otro siglo, es Carmen Martínez, alcaldesa de Quart de Poblet quien, junto a Lola Celda, alcaldesa de Marines, son las dos mujeres que más tiempo están al frente de sus ayuntamientos en la provincia de València, concretamente, desde 1999. Ambas forman parte del PSPV -donde ostentan diversas responsabilidades- y llegaron con 35 años de edad (mes arriba, mes abajo) a un cargo que cambiaría para siempre su forma de ser y estar en el mundo en muchos aspectos pero, sobre todo, que las situaría en una posición que las confrontó, entonces y también ahora, con un hecho incontestable: la necesidad constante de la mujer de visibilizarse y recordar el espacio que ocupa por derecho propio, incluso cuando es la que más poder tiene. Incluso ahí. En ese lugar y momento.

"Había un despacho en concreto en el que cada vez que tenía que entrar para una reunión me tenía que tomar una pastilla. Miraba antes donde se sentaba todo el mundo para yo sentarme al otro lado de la mesa"

Lola Celda - Alcaldesa de Marines

decoration

«Yo tenía cierta experiencia porque antes de ser alcaldesa había sido concejala, con lo que ya conocía el funcionamiento del ayuntamiento», explica Martínez. Lo había hecho en el equipo de Ramón Segarra, toda una institución en Quart de Poblet y al que relevó tras 20 años al frente del consistorio, «Y me convertí automáticamente en la ‘xiqueta’. Así me llamaban» . «‘Xiqueta’, esa palabra», interrumpe Celda con gesto de hastío, «esa palabra». Esa palabra tan nostra, tan supuestamente repleta de afecto, de familiaridad, pero cargada también de trampas, de dobles significados, de sutil menosprecio hacia tantas y tantas mujeres adultas, conscientes y responsables que ostentan parcelas de poder. Esa palabra expresada desde todos los colores del abanico ideológico sin excepción a todas las mujeres sin excepción. Sin ningún ‘xiquet’.

Peores palabras tuvo que escuchar, por su parte, Lola Celda. «Yo llegué a la alcaldía por moción de censura así que imagínate todo lo que me escuchaba en los plenos. Xiqueta era lo más suave, nos enviaban hasta a fregar. Además, en aquel momento nos movíamos en un mundo de hombres porque apenas había mujeres en las reuniones y tenías que acoplarte incluso haciéndote más dura», recuerda.

Porque ese mundo, el de la política, estaba hecho solo por y para hombres, un mundo -en los albores del año 2000- con reuniones a las 23 horas...para empezar. La política, recuerdan ambas alcaldesas, era y es todavía en muchos casos nocturna, con sus contubernios a altas horas, las listas electorales, los programas... «Ahí tenías que decidir porque conciliar era imposible: o dejabas a tu familia en casa a esas horas de la noche y yo tenía un niño de dos años o te quedabas completamente excluida» , recuerda Martínez. «Yo me planteé mucho entrar o no entrar» reconoce Celda, «porque mi marido trabajaba todo el día en horario continuo y yo no sabía qué hacer con los niños». Si sus compañeros de reuniones se sintieron culpables o con una cierta angustia por llegar a las 2 de la madrugada a casa tras esas reuniones nunca se sabrá pero en el caso de ellas fue durante años la emoción que más fielmente las acompañó. «No fue fácil, pero queríamos estar. Teníamos el derecho a estar», explica Martínez.

Nadie lo puso fácil, nadie hizo el mínimo gesto por cambiar las normas para que ellas pudieran ser incluidas sin tener que luchar tanto, sin tener que sobrellevar una carga tan inmensa. « Si querías estar, tenías que copiar su modelo pero en ningún momento lo modelaban para garantizar más inclusión o más igualdad porque toda la vida se había hecho así y las reglas las habían hecho ellos» añade. ¿Estamos hablando entonces de masculinizarse para poder acceder en ciertas esferas de decisión? «Yo no hablaría de masculinizarte» opina la alcaldesa de Quart «pero sí de tener que demostrar y mostrar constantemente que tú gestionas poder. La situación que te encuentras en ocasiones por parte de los hombres es de menosprecio. Por ejemplo, estás en una reunión, das tu opinión y da la sensación de que pasa un carro, te interrumpen y no respetan el ejercicio del poder que tienes legítimamente atribuido», añade. Y entonces surge el dilema: aceptación o conflicto. Es decir, se perpetúa la invisibilización del menosprecio o se ejerce el poder con mayor contundencia aunque la consecuencia suponga enfrentamiento. «La sensación eterna es que tienes que manifestar un plus de autoridad, demostrar siempre que eres capaz de tener una opinión crítica sobre cualquier cuestión, reafirmar constantemente ese ejercicio del poder aún a riesgo de que, y esa es otra, te llamen mandona», añade con ironía.

Pero ambas dirigentes dan un paso más en la conversación que mantienen reunidas por Levante-EMV y destapan la caja de Pandora, algo que pocas políticas se han atrevido a manifestar en público: la sexualización de su imagen y el acoso indisimulado por parte de altos cargos. Intimidación en plena calle con frases o palabras de mal gusto referentes a su aspecto físico (algo inconcebible en los políticos hombres) y la obligación de ‘resituar’ a más de uno. «Cuando te lo hacen te ponen en una tesitura terrible porque a veces no puedes o no quieres contestar y tragas y si no quieres tragar te sientes realmente mal porque te pone en una situación muy violenta. Yo muchas veces he tenido que girarme y preguntar: ¡¿Perdona?!», explica Martínez.

"Una vez un conseller, en una comida con mucha gente, exclamó: «no me importaria nada tener algo con Carmen», en referencia a una obra o un proyecto. Pero, obviamente, por las risas, la insinuación quedó clara"

Carmen Martínez - Alcaldesa de Quart de Poblet

decoration

Peor es cuando la situación de acoso sucede en el interior de un despacho. «Había veces, hace unos años, que costaba mucho conseguir reuniones con altos cargos de la administración y la sensación es que cuando ibas tenías que obtener el máximo para tu municipio. Yo sabía que, cuando entraba en cierto despacho, la silla más lejana que había es en la que me tenía que sentar. Por mi. Y no era solamente un tema verbal, por desgracia. Era un tema físico. De tocar y de demasiada proximidad. Yo cada vez que sabía que tenía que entrar me tomaba una píldora y eso es muy gordo», cuenta Celda.

Sentarse, en su propio despacho, al otro lado de la mesa para evitar situaciones violentas con ciertas personas, poner el bolso como barrera o guardar algunos e-mails son algunas de las medidas que, siendo alcaldesas en el ejercicio de su cargo, han tenido que adoptar. «Yo me reúno con la gente en una mesa redonda pero en ocasiones he utilizado el recurso de la mesa de alcaldesa para marcar distancias, eso es así «, explica Celda. «Yo también lo he hecho», comparte Martínez.

«Una vez, un conseller dijo en una comida repleta de personalidades que no le importaría ‘tener algo’ conmigo. Se supone que hablaba de una obra, una construcción o algún proyecto en el municipio, pero el doble sentido de la expresión lo dijo todo. Él se rió, claro, y tú debes decidir en un segundo qué haces: ¿te callas? ¿eres tu la que le da demasiada importancia? Tú sabes que él lo ha dicho con ese sentido, que se está insinuando, que no estás loca, ni te lo inventas», añade Martínez. Y eso, coinciden, cada dos por tres.

«Yo creo», reflexiona Celda, «que hemos avanzado bastante. Ahora hay más mujeres en las reuniones, personas más jóvenes que comparten las mismas preocupaciones. Lo que tengo claro es que lo que hemos conseguido, sea lo que sea, es gracias a las mujeres». Pero la alcaldesa de Quart no lo tiene tan claro. «Yo creo que queda mucho por hacer. Muchos hombres apoyan la causa feminista pero no la asumen, no es verdad del todo porque vuelven a los estereotipos, a los micromachismos... Nos toca marcar mucho el territorio, estar a la defensiva y tener que demostrar cada día que eres capaz. Nos someten a un duro examen cada día. Realmente, nos ha tocado currárnoslo mucho».  

Compartir el artículo

stats