«No hay un entrenador tan bueno como tú en toda València». Son palabras de Héctor González, el púgil de 24 años que falleció en un combate en Castelló, dentro de un audio que enseña desde su móvil Iuza Gulordava. Es un hombre alto y corpulento, escéptico y afable. Tiene don de gentes. Habla sin poder contener las lágrimas. Él era su entrenador desde hacía ocho años, cuando eligió hacerse boxeador gracias a su amistad con Vicente Andrés Monzó, «El León de Carpesa», a quien conoció en su trabajo de revisor de metro y tranvía.

El encuentro es en el Club de Boxeo de Moncada, situado en el último piso de un edificio del ayuntamiento, en la céntrica calle Lluís Vives, cerca del mercado municipal. Aquí acudía cada lunes, miércoles y viernes Héctor, cuya memoria todavía late entre sus compañeros como un fogonazo de magnesio fija una fotografía incorruptible al tiempo: «Era como mi hermano pequeño», dice respirando holgadamente Gulordava, boxeador profesional nacido en Georgia y afincado en València desde 2007.

En una rinconera suena un tic-tac monótono cada tres minutos, como un despertador, para avisar del fin de los asaltos. Los resortes del golpe seco y rápido de los guantes completan el delirio ambiental del entrenamiento. La mayoría de los hombres van afeitados, casi sin barba, condición sine qua non para subirse al ring. Las mujeres también tienen la obligación de llevar una protección pectoral durante el combate. Todos ellos son carpinteros de la pegada, artesanos de un agarre entre personas que es olímpico desde 1904. Concretamente, es el decimoquinto deporte que más veces ha sido olímpico.

«No es normal que esos golpes provoquen una hemorragia cerebral. No solo hay muertes en el boxeo, puede pasar en cualquier deporte como, por ejemplo, el fútbol», aclara sobre el boxeador de Godella que pasó 12 días en la UCI antes de fallecer.

A la pregunta de si se podía haber evitado su muerte por llevar un casco protector, explica que «a partir de 18 años está prohibido porque el reglamento aumentó cuatro onzas más el airbag de los guantes. Cuando son niños, aunque no se pegan, sí que es obligatorio llevar la cabeza protegida». Los guantes antes eran de 10 onzas y ahora son de 14 para personas que no superen los 80 kilogramos. El peso del púgil marca, por norma estricta, la categoría de los combates y el nivel de los guantes de todos los participantes.

Iuza Gulordava, en una jornada de entrenamiento Germán Caballero

"No es normal que esos golpes provoquen una hemorragia cerebral. No solo hay muertes en el boxeo, también en el fútbol"

Iuza Gulordava - Entrenador del club de boxeo de Moncada

El boxeo -manifiesta- es su vida. Por eso, explica que «cualquier persona puede venir aquí. Da igual si tiene o no dinero, mi vocación es ayudar». Su camino es el de la disciplina y el respeto, «las bases del sacrificio», comenta.

Nada más empezar la clase, con más de 20 alumnos de diferentes edades, aparece un joven con vaqueros y poca pretensión de aprender, al que el entrenador georgiano no le deja pasar: «He visto que era problemático». Sus reglas son inalterables: si fumas y bebes no puedes acceder a su club. «Si él me da su palabra de que va a corregir su actitud, entrará. Pero, de momento, no quería aprender boxeo para cosas buenas». Y se enorgullece: «Aquí no hay gente problemática». Más que un entrenador, se revela como un educador social por su función humana. Confiesa que tiene hilo directo con la policía y, si algún alumno se vuelve conflictivo, se lo dicen: «Busco antes a una buena persona que a un buen boxeador».

De hecho, Fernando llegó de Perú sin trabajo, sin amigos y sin apenas dinero. Ahora tiene 26 años y, hace nueve meses, aterrizó en la escuela de Gulordava por afición: «Gracias a él he encontrado trabajo en la obra», revela.

Por su parte, Lucía Marcos tiene 19 años y es vecina de Burjassot. Ella vive prácticamente para el boxeo, además de estudiar fisioterapia, porque va a disputar la final del campeonato autonómico de menos de 57 kilos. Antes de hablar, se quita el protector bucal, obligado para pelear: «Dicen que es un deporte muy individualista, pero si no es por tus compañeros, no progresas». Precisamente por eso no olvida a Héctor ni sus entrenamientos con él: «Me ayudó a crecer como boxeadora. Era muy humilde».

Sobre el papel de la mujer en el mundo boxístico, Lucía reivindica que cada vez hay más igualdad, aunque históricamente ha sido el deporte que menor participación femenina ha tenido en los Juegos Olímpicos porque se incluyeron en Londres 2012: «Ahora hay más mujeres en las veladas y, en el equipo español, hay grandes profesionales como Laura Fuertes o Alba Bustos».

Lucía también se enamoró del boxeo gracias al «León de Carpesa», quien desde sus 33 años asegura que el boxeo se lo ha dado «todo». «Me ha enseñado mucha humildad, me ha hecho ilusionarme en la vida y afrontarla de otra forma», asegura el también campeón de la Comunitat Valenciana y dos veces medalla de bronce de España en la categoría amateur. «Ver el boxeo como violento es un prejuicio puro y duro».

Lucía Marcos, boxeadora Germán Caballero

"Dicen que es un deporte muy individualista, pero si no es por tus compañeros, no progresas. Héctor González me ayudó mucho"

Lucía Marcos - Boxeadora

A pesar de ello, el boxeo lleva intrínseco el tormentoso nubarrón de la violencia. Sus participantes insisten en que hay que conocerlo para que esta idea se desvanezca, pero la realidad es que la ley del Menor impide emitir boxeo en televisión entre las 6 y las 22 horas. Esta norma explica que no se incluyen programas en esa franja horaria que puedan perjudicar el desarrollo físico, mental o moral de los menores, ni que fomenten el odio, desprecio o discriminación. Por eso, es un deporte que en la televisión está considerado para mayores de edad. El sociólogo Ramón Llopis incide en este aspecto: «Para una persona que está en proceso de formación, como un niño, puede alterar su condición el visionado del boxeo», expone. Además, el profesor de la Universitat de València asegura modestamente, sin sobresaltos, que «la violencia es explícita en este deporte porque consiste en agredirse, con limitaciones, pero hay una agresión a un compañero». Asimismo, a pesar de no ser una actividad muy presente en la sociología del deporte, explica que «en otros deportes se han producido cambios desde el punto de vista de la identidad y el género, pero en el boxeo es más difícil por su idiosincrasia y características», concluye el experto.

El especialista en psicología del deporte Octavio Álvarez incide en el concepto de agresión: «Catalogar a un deporte de contacto como agresivo no es correcto porque está dentro de sus normas más básicas. En este caso, un K.O. en el boxeo no es una agresión». Así, expone que una agresión en el ring será solamente cuando «exista un golpe que esté fuera de la norma y si hay voluntad de hacer daño, como un codazo». «El deporte, cualquiera que sea, no marca la agresividad de los niños, sino que viene inducida por su contexto educativo», aclara sobre el visionado del boxeo en los niños. El profesor titular del Departamento de Psicología Social de la Universitat de València también pone los ejemplos del rugby y el taekwondo, donde hay «mucho contacto», pero existen valores altruistas como el «respeto» y la «tradición».

Mohamed Ouahouah, a la derecha, representante de España en el mundial de Polonia Germán Caballero

"Catalogar a un deporte de contacto como agresivo no es correcto porque está dentro de sus normas más básicas"

Octavio Álvarez - Psicólogo

Otro joven del club de Moncada, Leonardo José, de 17 años, es el segundo día que entrena junto a Gulordava y destaca del boxeo «su función integradora única». Él vive en una casa de acogida en Burjassot y, según relata, antes de practicarlo no tenía apenas aficiones más allá de los videojuegos.

Mohamed Ouahouah, nacido en Marruecos, es una de las grandes esperanzas de la escuela junto a los hermanos Djemali y Enrique Kakulov, Eugenio Montoya y la mencionada Lucía Marcos. Ouahouah tiene 18 años y fue el representante de España en el mundial de Polonia. Su presencia física impone por su altura y su robustez tras bajarse del ring. De rostro avellanado, sonríe con una sonrisa especial, única. Tiene claro su objetivo: dedicar su vida al boxeo porque «me ha ayudado a centrarme». Él es el primero que sabe que tiene condiciones para llegar lejos. Ha dejado de trabajar en la obra para lograrlo, pero solo lo alcanzará si le hace caso a su entrenador: «Todo lo he conseguido gracias a Iuza, que actúa como un padre en cada uno de nosotros», finaliza.

Ana Fernández viene de trabajar de una agencia de publicidad. Tiene 31 años y asegura que el boxeo es un descubrimiento. Lo eligió, entre otras cosas, para saber defensa personal ante el aumento de casos de violencia machista, pero destaca que «no es un deporte tan salvaje como se ve desde el desconocimiento porque es noble y respetuoso».

Acabado el entrenamiento, cerrada la noche, todos ellos seguían con el sueño de sus fantasías en el ring.