Gran decepción. Esa fue la conclusión que dejó el choque del Valencia Basket en Vitoria en el que nunca estuvo por delante en el marcador. Los «taronja» perdieron la oportunidad de ganarse el respeto de sus rivales tras caer en esta jornada el Real Madrid, Barcelona y Unicaja. Precisamente la de ayer era la oportunidad para conseguir ganar a un rival teóricamente, que no real ahora mismo, de un potencia similar para recuperar buenas sensaciones y transmitir algo de optimismo en el entorno. El Valencia Basket apenas aguantó el primer cuarto en el choque. A partir de ahí fue engullido por un Baskonia más intenso y mejor en casi todo.

Los «taronja» volvieron a estar huérfanos en la dirección y previsibles en ataque. El recurso del triple volvió a ser el más utilizado aunque no por ello dio más efectividad. En otros momentos se recurrió a las individualidades de Dubljevic o Will Thomas. Poco bagaje para una plantilla que ofrece muchos más recursos. Más allá del partido de ayer, la situación de la campaña ahora mismo merece una reflexión interna. El Valencia Basket está con dudas en lo anímico. Hasta hace muy poco el plantel valenciano se caracterizaba por tener un gen ganador que le hacía levantarse ante las adversidades y remontar encuentros que parecían imposibles. Ahora mismo este escenario parece que se encuentre a años luz. Los jugadores están faltos de fe y ante rivales como el Baskonia dan como resultado una derrota tan clara y contundente como justa.

Jaume Ponsarnau cuenta todavía con el factor tiempo a favor pero debe recuperar lo antes posible la confianza de los jugadores antes de que sea tarde.

Un triple de Granger al final del primer cuarto dibujó lo que estaba por venir (29-20). La fuerte defensa local ahogó a los «taronja» que sin un patrón de juego definido apenas anotaron 20 puntos en dos cuartos (58-41). Con el encuentro resuelto el Baskonia gracias a la inspiración de Huertas y la efectividad de Shengelia no necesitaron su mejor versión para doblegar a un Valencia Basket que pese a ganar la batalla reboteadora se hundió con las continuas pérdidas de balón. Solo Matt Thomas se salvó de la mediocridad.