El sector del automóvil y la industria auxiliar de componentes no han sido una excepción y, como tantos sectores, se vieron impactados durante la pandemia por continuos ERTE, y ahora lo son de manera particular debido a la crisis de semiconductores.

Situación, esta última, que paradójicamente todavía es más imprevisible que la originada por la propia pandemia, aunque es cierto que también es raíz de esta nueva crisis.

Conviene recordar que, en una fábrica como Ford, pasamos de una producción en 2019 de 345.600 vehículos a producir en 2020, -año de pandemia-, 235.300 coches. Y este 2021, se cerrará con alrededor de 154.000, habiendo tenido un turno sin producir prácticamente desde el mes de mayo.

Con estos datos, se observa claramente el impacto de la escasez de semiconductores, (microchips), que ha supuesto también recrudecer los ERTE durante todo el año 2021. Pero ni la una, ni la otra frenarán el profundo cambio de esta industria.

Además, podríamos decir que vivimos unos momentos en los que por varias razones los clientes no saben muy bien qué comprar y los fabricantes no saben qué construir, con lo cual se hace difícil conjugar la oferta de coches con la demanda del mercado. En ese sentido, la apuesta de Ford hacia los modelos SUV híbridos y eléctricos, así como por los vehículos industriales parece clara.

Y es que la transformación de la automoción es ya una realidad. Así lo corrobora la dotación presupuestaria de la Unión Europea destinada a la industria automotriz con el objetivo de impulsar la economía. Porque se trata de una industria que continúa siendo “motor” de la actividad económica en el mundo moderno, y fundamental para el viejo continente.

Es, pues, el momento de alcanzar acuerdos que garanticen la renovación de esta industria en nuestro país, tanto de los fabricantes de automóviles como los de componentes. Esa renovación que los gobiernos han denominado verde, ecológica y sostenible.

Esa transición, que ya es una apuesta decidida y decisiva, va a requerir del compromiso y la contribución de todos los actores implicados. Por un lado, el Gobierno con inversiones en infraestructuras y planes de ciclos formativos, (formación dual), que den respuesta a este cambio de paradigma.

Por otro lado, las multinacionales deberán asumir el coste de las reducciones de plantillas que esto supondrá en los próximos años -en Ford ya se cifra en 1.000 trabajadores menos en dos años-, así como las inversiones pertinentes en el desarrollo de nuevas tecnologías, y también en planes formativos en las fábricas, destinados al conjunto de las personas trabajadoras.

También los sindicatos tenemos la obligación, a través de la negociación, de alcanzar acuerdos que otorguen estabilidad en las fábricas a la hora de afrontar todos estos cambios y que a la vez garanticen el futuro de las plantillas. En definitiva, que consoliden el proyecto de vida de todas aquellas personas que se incorporaron durante las dos últimas décadas a las fábricas.

Ese es el objetivo que perseguimos desde la UGT en Ford, en estos momentos clave, garantizar el futuro del conjunto de la plantilla en una renovada industria, a la vez que se mantenga ese difícil equilibrio entre las exigencias de la multinacional y la preservación de los derechos de los trabajadores.

Todo un reto en el camino de conseguir un nuevo y necesario acuerdo por la electrificación