Tengo treinta años y co-fundé mi primera empresa veintidós días antes de que el mundo se parara. Cuando estábamos saliendo del pozo, estalló una guerra en Europa que puso en jaque la geopolítica mundial e hizo temblar los mercados. La empresa la fundamos en sector Turismo -nos dedicamos a alquilar coches en ubicaciones vacacionales dando el mejor servicio que podemos- con la firme intención de convertirla en una empresa de alto crecimiento o start-up y expandirnos lo más rápido posible por toda Europa. Como os podéis imaginar, conseguir apoyo y financiación para una empresa turística durante una pandemia mundial con su posterior conflicto armado está siendo divertido. Aun así, creo que emprender es una de las cosas más bonitas que he hecho en mi vida y estoy convencido de que ahora es un momento maravilloso para hacerlo.

Montar una start-up es menos ideal de lo que parece en las películas, muchísimo más duro e infinitamente más gratificante de lo que muchos imaginan. El ecosistema español está creciendo a un ritmo asombroso, recortando cada vez más rápido las diferencias de inversión con otros países europeos y generando empresas relevantes a nivel mundial, y las posibilidades de ayuda son cada día más relevantes y potentes (mi socio y yo nos conocimos en Demium, una incubadora, y ahora mismo estamos pasando por Lanzadera, una aceleradora). No voy a extenderme ahora ni a explicar estos términos, pero el resumen es bastante simple: hay muchísima ayuda y mucho capital en el ecosistema si eres lo suficientemente cabezota -y medianamente inteligente- como para buscar y perseverar.

Es una pena que en España no se promueva más el emprendimiento y, bajo mi punto de vista, es inquietante que el sueño de muchos sea conseguir un trabajo fijo, bien pagado y para toda la vida. Por favor, no me malinterpretéis, es totalmente respetable que cada uno aspire a lo que le apetezca, pero creo que el mundo nunca más será como fue para nuestros padres, y estoy seguro de que lo que nuestros hijos verán será muy diferente a lo que conocemos ahora. Cuando reflexiono sobre estas cosas es cuando me surgen este tipo de inquietudes: creo que es prácticamente imposible que alguien encuentre un trabajo hoy en día para los próximos cuarenta o cincuenta años. El mundo evoluciona a un ritmo que la mayoría de nosotros no somos capaces de digerir, un mundo en el que la inestabilidad y la incertidumbre están a la orden del día, y emprender es la herramienta perfecta para desarrollar habilidades que nos permitan seguir siendo útiles en la sociedad del mañana.

Emprender, y especialmente emprender en empresas tecnológicas de alto crecimiento, genera empleos de alto valor añadido y hace que el talento que huye de España en busca de oportunidades se quede aquí. Pone en marcha un círculo que devuelve a la sociedad todo lo que ésta ha dado al emprendedor y a su equipo. Además, tiene la virtud de despertar inquietudes dormidas en nosotros, y muchos de los que han trabajado para start-ups de éxito deciden seguir el mismo camino y montar sus propias empresas, por lo que el ecosistema se nutre cada vez que a alguien le va bien. Por si fuera poco, es un mundo intelectualmente excitante y lleno de gente extremadamente interesante y, por regla general, dispuesta siempre a echar una mano.

Como he dicho al principio: emprender ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en los últimos años. Está siendo un viaje largo y duro, con sus sombras y sus luces, pero está siendo uno de los mejores viajes que he hecho y, sospecho, haré en mi vida. Los momentos de incertidumbre como el que estamos viviendo generan oportunidades que pocas veces se presentan en la historia. Espero que, poco a poco, el ecosistema siga madurando y cada vez haya más emprendedores en nuestro país que decidan pelear por conquistar esas oportunidades. Creo firmemente que será bueno para todos y os garantizo que no estaréis solos.