Los cultivos de secano valencianos ‘agonizan’ de sed

La prolongada ausencia de lluvias está poniendo al límite a los cultivos de secano en la Comunitat Valenciana, singularmente los cereales, pero también el viñedo, el olivo y el almendro.

Los cultivos de secano valencianos ‘agonizan’ de sed

Los cultivos de secano valencianos ‘agonizan’ de sed / Levante-EMV

Jordi Cuenca

Jordi Cuenca

Un fantasma recorre los campos de secano de de la Comunitat Valenciana desde hace meses y tiene a agricultores y ganaderos «asustados». Es la sequía, que amenaza con provocar una catástrofe en este tipo de cultivos, santo y seña de las zonas de interior y las comarcas menos pobladas, según afirma el responsable de Utiel-Requena de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), Luis Julián Pérez. En dicha comarca, una situación extensible a otras áreas rurales de la autonomía, ha llovido en el último año pluviométrico (desde septiembre) «apenas 60 litros y, además, de forma dispersa, con lo que no se ha acumulado agua en el subsuelo». Dicho de una forma gráfica: la tierra está sedienta, terriblemente sedienta. Aquí y en muchas partes de España. De hecho, el Gobierno ha convocado para el próximo miércoles la Mesa de la Sequía para evaluar la incidencia que está teniendo en el sector agrario.

Los cultivos de secano valencianos ‘agonizan’ de sed

Los cultivos de secano valencianos ‘agonizan’ de sed / jordi cuenca

Pérez asegura que en la Comunitat Valenciana el cultivo en una peor situación es el cereal: «Aunque lloviera en quince días, ya llegaría tarde». La producción «va a cero en muchas parcelas», entre otros motivos porque «la espiga va a ser tan corta que la cosechadora no va a poder recogerla». Una ruina que Agroseguro solo compensará en un 50 % como máximo, según el dirigente agrario, que añade que las pérdidas van a ser muy elevadas porque los costes de producción por la guerra de Ucrania y la inflación se han disparado: el gasóleo y el abono se han duplicado de precio y los fertilizantes se han encarecido considerablemente porque algunos de los productos que conllevan, como los nitratos, han debido destinarse también para la industria bélica, por ejemplo para la pólvora.

A la zaga de los cultivos herbáceos les van los leñosos,pero su situación no es tan dramática porque los segundos tienen raíces más profundas y, por tanto, un mayor aguante. El viñedo, «como no tiene agua, brota antes. Está saliendo ahora, cuando debería hacerlo el mes próximo. Si llega alguna helada, que es algo muy posible, todo se perderá. Si no llueve, las cepas se secarán, aunque si llueve y no hay heladas se podría enmendar la situación». La coyuntura del olivar es similar, pero «se trabaja diferente y, por tanto, sin agua, se perderá la flor, no habrá cosecha pero el árbol se mantendrá». En cuanto al almendro, «pues igual que el viñedo. Si no llueve, se pueden secar muchos árboles».

Los problemas agrícolas por la falta de agua son extensibles a la ganadería, singularmente la extensiva, porque «no queda hierba en los campos», pero afecta también a las granjas, porque si no hay cereales ni hierba los costes de alimentación de los animales se encarecerán.

El dirigente de AVA asegura que la única salida en estos momentos es que vuelva a llover, «pero no tenemos expectativas de que lo haga porque es en abril cuando debe caer agua y no se prevé que eso suceda».

El secretario autonómico de Agricultura, Roger Llanes, coincide con Pérez en que la sequía en el secano es «muy fuerte» por la falta de lluvias. Por contra, este año, los embalses de la autonomía en abril están al 57 % de su capacidad con 1.120 hectómetros cúbicos. Se trata de una cantidad algo inferior a la de 2022 (1.246), aunque en ese ejercicio llovió mucho en marzo, pero está por encima de las media de los últimos 10 años, que es del 51 % (1.014).

En consecuencia, los cultivos de regadío, que se nutren de agua embalsada, tienen garantizado el suministro en los próximos meses, según Llanes, quien, no obstante, apunta que, si no llueve, algunos calibres de fruta de verano, como los nísperos, podrían ser de menor tamaño por el aporte suplementario que ese líquido da al que procede de pantanos.

Hacer que llueva

Llanes coincide con Pérez en que no se puede provocar que llueva, pero cree que hay cosas que se pueden hacer, especialmente porque la baja pluviometría está directamente relacionada con el cada vez más amenazante cambio climático, que «está acentuando» una de las características del área mediterránea, cual son los períodos de sequía de entre tres y cinco años. Por tanto, aboga por «adaptarnos» y por gastar menos agua a través de la reducción de las emisiones de metano y otros gases de efecto invernadero, pasar a utilizar energías renovables, usar métodos de trabajo y variedades más resistentes a la sequía (léase menos producto tropical, que requiere mucha agua). «Los europeos del norte no saben lo que es el regadío, porque allí siempre ha llovido lo suficiente, mientras que aquí siempre hemos tenido el problema de la falta de agua y hemos tenido que regar para obtener cosechas», apunta Llanes.

El dirigente de AVA, por su parte, no ve soluciones a corto plazo más allá de una providencial etapa de abundantes lluvias, pero reclama que las administraciones pongan en marcha «programas hidrológicos nacionales para facilitar la concentración de agua en los pantanos cuando llueve en exceso y el traslado de esos excedentes a las zonas de secano cuando se requiera. «En época de los romanos se hacían, con menos medios, obras para trasladar el agua. ¿Por qué ahora no?», se pregunta.

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