«Pondremos nuestra profesionalidad y amor propio, como siempre, al máximo. Cierto es también que no podremos dejar el trabajo como estaba antes de la lluvia porque ese acabado nos ha costado un año de taller. Así que a apurar las horas y gracias de antemano a todos y todas por la comprensión. Contra las fuerzas de la Naturaleza no puede nadie. ¡Hasta que suene la campana, a trabajar!». Con este mensaje de automotivación despertaba ayer Vicente Francisco Lorenzo, uno de los cientos de artistas que, durante la jornada de ayer y la de hoy, lucharon lo indecible por adecentar las fallas o por plantar rápidamente lo que lleva 24 horas de retraso. Esa fue la constante en la jornada de ayer: las prisas controladas. Aún queda toda la jornada de hoy para acabar las fallas grandes, con la particularidad de que muchos de los artistas tuvieron que atender también a las fallas infantiles: las apreturas económicas obligan a muchos de ellos a hacer el «uno más uno»: plantar la grande y la infantil.

Las fallas pequeñas tenían el problema de la falta de tiempo: no están deterioradas porque muchas de ellas ni siquiera salieron a la calle. Pero van retrasadas en lo que es su montaje. Las grandes tienen el problema de los daños sufridos por la pintura. Valga el ejemplo: Convento Jerusalén tenía 20 operarios trabajando a destajo. No hay ninguna falla grande que no haya sufrido los rigores del agua y la que más, la que menos, tiene deterioro.

Sillas para la falla municipal

La falla municipal, continuaba ayer su preparación. También el ayuntamiento aprovechó para solicitar a las comisiones que, durante la jornada de hoy, aporte sillas viejas para crear una gran «estoreta». Las sillas formarán parte de la pasarela por donde desfilan las escenas y, finalmente, pasarán a formar parte de la «cremà». Deberán ser de madera y podrán estar decoradas.