Fue uno de los grandes protagonistas del programa de Fallas en el inicio del siglo y, sin duda, el más importante de ellos con sello foráneo. Este fin de semana Romualdo Parente fallecía de forma súbita, dejando al mundo de la pirotecnia internacional sin uno de los nombres referenciales.

El València será recordado por su aparición en los cielos de la ciudad el 11 de marzo de 2000. Ese sábado se disparaba por primera vez, bajo esa denominación, la "Mascletà Napolitana" bajo esa denominación. Romualdo Parente, de la mano de la Pirotecnia Turís (sus grandes valedores en la ciudad) llenaron la playa de unas carcasas de ruido de calibre imposible y brindaron un espectáculo diferente. Mucho más pausado, pero extroardinariamente potente. El ruido de los disparos, a pesar de la diferencia de sonoridad entre un espacio abierto y otro cerrado se podía escuchar desde el otro extremo de la ciudad. Claramente perceptible, por ejemplo, en Mislata.

Cuentan las crónicas que se dieron cita quince mil personas para presenciar este "castillo diurno aéreo". Romualdo Parente se la jugaba, porque llegaba a una ciudad muy orgullosa de sus tradiciones. Sin embargo, el respetable acogió con agrado esta nueva fórmula de pirotecnia. A pesar de las lógicas reticencias, que incluyeron la protesta de los pirotécnicos locales, que se quejaron no tanto de su presencia como de la generosa subvención municipal (12.000 euros) en comparación a lo que ellos recibían por disparar en la plaza o en la Alameda.

La "mascletà" napolitana fue una apuesta del conceja Alfonso Grau y aunque obligó a algunos cambios de liturgia (había que desplazarse ex profeso a la playa), tuvo una más aceptable popularidad durante los años en que estuvo en cartel. Y fue hasta 2011 en que cayó víctima de la política de recortes. La crisis era galopante y había que eliminar algún espectáculo que fuera prescindible. Coincidió además con la negativa de la Demarcación de Costas a autorizar espectáculos en la arena.

APE Parente, la empresa del señor Romualdo, autodefinida como "magia de fuegos" enriqueció durante un tiempo un programa de festejos tradicionalmente poco dado a innovar. Algo que, en la pirotecnia, siempre es de agradecer. Y que casi siempre ha funcionado.