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Consuelo Llobell: "Ni entiendo el botellón ni que me quemaran con borrachos yendo de paseo"

Confiesa que inició el cargo enferma y agradece la disciplina recibida en casa desde niña

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Las falleras mayores de València de 2020 visitan la redacción de Levante-EMV

Usted que es médica, ¿cómo ha sido el triaje de pasar de cero a cien en tiempo récord?

Poco a poco, con tranquilidad. Lo importante es que los tuyos te transmitan ese apoyo.

Usted lo ha dicho: ha llamado la atención la tranquilidad de los suyos el día de la elección.

Me lo han dicho mucho. Pero somos una familia en la que los nervios van por dentro. Por ejemplo, mis padres no durmieron y mi hermana tampoco. Solo yo y no sé cómo. Claro que hay nervios y responsabilidad, pero van por dentro. Quizá por eso damos esa imagen.

Dan la sensación de que su vida ha sido de mucha disciplina, cuando no severidad.

Sí. Bastante disciplina. Mi padre, el pobre, era el poli malo y mi madre la poli buena. Y eran castigos duros. Todo el año ésto o lo otro. No era cualquier cosa.

Esas cosas forjan la personalidad de cada una.

En su momento les echaba en cara «no me habéis dejado ésto o lo otro». Y les decía que cuando yo tenga hijos haría otra cosa. Mi madre me contestaba que «ya lo veremos». Ahora, conforme han pasado los años y cuando veo como es mi hermana y como soy yo, veo que he seguido sus pautas y me han venido muy bien.

Usted llega a un cargo, el de fallera mayor de València, cada vez más rico de contenidos.

Me preocupa llegar a la gente. Que no seamos unas muñecas. Que podamos interactuar.

Usted desarrolla una vida científica y se hace famosa por un cargo lírico. ¿Es un contrasentido?

Las Fallas han sido la desconexión de cuando estaba agobiada por los estudios. Es un contraste que me venía muy bien.

Ya sabemos de su fama de mala comedora. Y el día de la proclamación le dieron dos «jamacucos» ¿Es un aviso serio nada más empezar?»

Lo que me pasó en la proclamación es que tengo el «virus de la tripa». Si lo tienes, normalmente, te da una bajada, pero te sientas, bebes y «reviscolas». Pero me pasó y no había forma de «reviscolar». De verdad que no era un problema de no comer. Es que estoy mala. Y justo coincidió con estos días tan importantes, porque nunca me pongo mala. Nunca he faltado al colegio. Pero sí: soy consciente de que tengo que comer aunque no me apetezca. No es que sea mala comedora: es que no me gusta.

¿Aunque vaya a casales con mesas llenas de canapés que le están diciendo "cómeme"?

Esa es la cuestión: que a mí no me dicen "cómeme". Si me diesen la opción de alimentarme mientras duermo, lo haría.

Usted es de Albacete-Marvá. ¿Qué le parece la Finca Roja?

He entrado porque tengo amigos que viven allí, o has ido para algún trabajo del colegio... es uno de los espacios más singulares de la ciudad. Y en mi comisión, los pasacalles se hacen en el interior. Desfilar allí es diferente a todo . Los vecinos se asoman y te ven cerca.

¿Qué relación percibe desde su falla con el botellón?

Los días que tenemos verbena grande se llena más. ¿Mi opinión? Que es una pena porque no se justifica el exceso. Y no es un problema de las comisiones porque los precios que damos son muy populares y los puede asumir cualquier adolescente. ¿Dos, tres euros?

¿Y callejeando por la ciudad?

Cuando era más joven, con 15, 16 años, sí que iba a Cánovas cuando acababa en mi falla... Horrible. He llegado a tener que ir al hospital con quemaduras de borrachos.

¿A quién le habría gustado que viviera esto?

Mi abuelo materno, que faltó en 2005, cuando yo era muy pequeña, que le encantaban las Fallas y ver feliz a sus nietos.

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