Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Polémica

El milagro del traje

Las cortes de honor estrenan su indumentaria en las Galas de la Cultura, pero los profesionales reclaman cambios en la adjudicación del concurso

45

La corte 2020 estrena los jubones negros

El «traje de la corte» es una fórmula que apareció prácticamente desde el inicio de la elección democrática de la fallera mayor y sirve para igualar a todas sus componentes y dar una imagen de conjunto, similar a la que, por ejemplo, tiene cualquier club de fútbol cuando surte de trajes a sus jugadores para los desplazamientos.

La Junta Central Fallera encomienda a uno o varios indumentaristas (pymes dedicadas a este negocio especializado) que componga un puzzle con los elementos que conforman los vestidos y que obtienen por contratación o por regalo. Por definición, es una labor que se realiza a precios por debajo del de mercado. Se cobra menos, o bastante menos, que a un cliente tradicional, bajo la máxima de que la firma obtiene una publicidad de prestigio por ser «indumentaristas oficiales». Lo mismo se aplica a los proveedores, que o venden el producto (las telas, por ejemplo) a un precio por debajo del de mercado o, directamente, lo regalan. «Trabajar para fallera mayor y corte es un valor añadido. No todo el mundo puede serlo y puedes valorarlo a la hora de cobrar menos» asegura el presidente del Gremio de Modistas, Fran Tochena. «Aunque sin llegar a que sea menospreciar el trabajo».

No es un proceso fácil porque la indumentaria tradicional es un tema de alta sensibilidad. Este año, por si fuera poco, se produjo el hecho inaudito de tener que redireccionar la confección de los trajes tras la renuncia de la empresa que ganó un concurso de adjudicación, convocado por primera vez.

«Ha sido un calentón»

El jueves por la noche tuvo lugar la presentación oficial de la indumentaria y, con ella, Serrano&Navalón, Marian y La Joia presentaron ya los trajes. Ayer se produjo la primera puesta de largo con las faldas del Siglo XVIII y los jubones negros que se contrataron a 1700 (hubo concurso pero quedó desierto). Ha acabado la zozobra de finales de año, cuando se produjo una crisis de envergadura, Los profesionales que han salido al rescate son los mismos que también se presentaron a la licitación y la perdieron por ofertar por una cantidad mayor. «Ha sido un calentón, porque a estas alturas, los talleres tienen unos calendarios hechos». «Hay veces que parece que duermes en el taller». Comentaban los responsables de estas firmas en el acto de presentación. ¿Qué soluciones se pueden dar para que esto no vuelva a ocurrir? La tormenta de ideas era generosa. «Adelantar los plazos. La indumentaria es algo que sabes que se va a producir. Se podría convocar antes del verano. Eso te sirve para poder programar toda la temporada si te lo conceden». Tanto es así que «elementos como las telas podrían adjudicarse y hasta empezar a cortarse antes del verano. Luego, si son para chicas más o menos altas es menos importante. Lo que cuenta aquí es poder espaciar los plazos. Sabemos que es un trabajo a destajo, pero todo lo que desahogue es bien venido».

Hasta ahora, la elección de modistas se había hecho «a dedo». El concurso forma parte del proceso obligatorio del ayuntamiento de ir sacando a concurso aquellas contratas que son previsibles. «El concurso tiene que ser más exigente que atenerse a la oferta más baja. Se tienen que tener en cuenta otros aspectos». Sobre todo, en aras a que «haya mucha expectación entre los profesionales por hacer a la fallera mayor y la corte. El concurso es importante, pero hacen falta unos requisitos mínimos de taller».

La JCF ha estrenado un valor añadido: trajes y complementos se mostraron en exposición pública durante la jornada del jueves y hasta el acto protocolario. Una forma de dar «feedback» a las empresas porque, como decía uno de los indumentaristas «otras veces no te han dado ni una foto». Ahora, por lo menos, la emergencia quedó solventada.

Compartir el artículo

stats