A caballo entre el homenaje a los que ya no están y en recuerdo de un espíritu fallero que permanece vivo. A las 22 horas y 19 minutos del 10 de marzo ha quedado encendido el pebetero con el que la Junta Central Fallera y, por extensión, la fiesta al completo, se reivindica a sí misma. Y así permanecerá, encendida, hasta el 19 de marzo en la plaza del Ayuntamiento, en el mismo lugar donde debería estar plantándose la falla municipal.

El pebetero ha llegado y se ha encendido sin ceremonia de ningún tipo y con la nocturnidad del toque de queda para que no hubiera acercamiento de curiosos. Sin falleras mayores ni cortes de honor. Sin convocatoria. Tan sólo una instalación profesional, como quien instala una fuente. Las piezas llegaron cuando la plaza ya estaba muy poco concurrida.

Ahora se convierte en un elemento más del mobiliario urbano, efímero en esta ocasión, y que servirá, eso es indudable, para hacerse muchas fotografías, incluyendo aquellas personas que se vistan con la indumentaria tradicional, ya sea por devoción o para asistir a los contados y limitados actos autorizados.

Finalmente, el contenedor de fuego es la representación tridimensional del cartel de Fallas. La mano blanca que interactúa con los iconos de los oficios relacionados con la fiesta. Para la ocasión, el del cartel principal, el que sostiene una llama en la yema del dedo, acción que se repetirá pero ya no en un papel impreso. Un artista fallero, Miguel Banaclocha, ha sido el encargado de darle esta nueva vida al diseño de Diego Mir y Fase Studio.

Meses atrás, cuando la incidencia estaba baja y se soñaba con que ya no hubiera más olas, el proyecto era mucho más ambicioso: quemar la meditadora, también a la misma hora del anuncio de la paralización. Pero vino el gran rebrote y el acto se desestimó.