Aunque las rutinas vacacionales devuelven a la ciudad cada vez a más gente a partir del 15 de agosto, lo cierto es que la ciudad aún tiene una presencia moderada entre visitantes y ciudadanos. Aunque las zonas de ocio tienen una notable actividad. Sin embargo, la primera prueba de fuego se saldó ayer con mucha más tranquilidad de la esperada. La «plantà» no está tan avanzada como para generar riadas humanas y, si las hay, no están llamadas por las obras aún tapadas. Y ni visitantes ocasionales ni comisiones organizadas convirtieron las demarcaciones en puntos de reunión. Será, seguramente, el próximo fin de semana, los días 28 y 29, los que lo pongan más a prueba, especialmente en función al caso que se haga a la recomendación, que no la orden, de seguir llevando la mascarilla en exteriores, algo que las Fallas sí que han adoptado para sus actos como de obligado cumplimiento, o si el ahora inexistente «Prefallas» se convierte en excusa para botellón.

Una copa en terraza con vistas a la falla. FRANCISCO CALABUIG

En ese sentido, la primera concentración humana relevante fue el medio centenar de personas que acudió a la llegada de piezas de la Plaza del Pilar y, en honor a la verdad, la práctica totalidad de asistentes como espectadores y el equipo de trabajo del artista Paco Torres en su totalidad llevaban los cubrebocas.

Las terrazas se encontrarán, a partir de esas fechas, con la obligación de ir cediendo el terreno ganado en tiempo de pandemia para poder desarrollar su actividad aplicando las distancias de seguridad. Esa ocupación de asfalto, excepcional mientras continúen las restricciones, tendrá que ser cedida para quienes lo hacen de oficio todos los años: las comisiones de falla de las grandes secciones que no sólo precisan el espacio físico de falla, sino el concéntrico para establecer el ruedo de visita interior, que deberá tener, a su vez, aforo limitado.