Las Fallas 2022 son ya historia. Con la «cremà», a diferentes horas, de los monumentos, algunos de los cuales llevaban dos años esperando ser consumidos, se produce un reseteo completo y definitivo de una fiesta que, desde el 10 de marzo de 2020, se ha desarrollado a trompicones, sin posibilidad de encontrar una regularidad que ahora sí parece definitiva. De no mediar otra crisis.

Han sido unas fiestas hechas deprisa y corriendo, en apenas seis meses. Pero han supuesto el regreso de las fiestas casi en plenitud -en la práctica, las limitaciones han sido escasas- y han tenido, como principal aportación, la satisfacción general por la recuperación.

Desde el principio de la negociación con Sanidad para volver a celebrar la fiesta se incidió en que era bueno para la salud, física y mental, tanto de los falleros como de la ciudadanía en general. Que se necesitaba un elemento estimulante para salir de meses de dudas, miedo, depresión y carestía. Con la más que buena versión de septiembre (quien no la disfrutó es porque no quiso), la fiesta de marzo ha sido la de la felicidad absoluta, aunque también la de desazón por algunos excesos, consustanciales a la fiesta.

Cremà de la falla municipal de València de las Fallas 2022

Cremà de la falla municipal de València de las Fallas 2022 Foto: F. Bustamante | Vídeo: LMV / LTV

La semana fallera finalizada -a la espera de la última «mascletà» o la entrega de premios-, no aporta nada trascendente. La fiesta se mueve a pasitos cortos. Menos aún después de que la lluvia la haya empañado. Tan solo un pequeño detalle relacionado con la meteorología: la queja, con la boca pequeña (el Gremio tampoco se ha hecho fuerte en ese sentido) de algunos artistas quejándose de haber tenido que trabajar en unas condiciones de alta peligrosidad, jugándose un accidente a la hora de tener que tirar de grúa cuando el viento arreciaba de forma salvaje. Por contra, resulta encomiable ver la escasa cantidad de fallas caídas a pesar de los vendavales, lo que deja clara la pericia de los profesionales a la hora de construir obras fuertes y seguras.

El debate de verbenas y su descontrol queda cada vez más enquistado en el centro de la ciudad y la Gran Vía, las zonas más sensibles. Da la sensación de que la música va a acabar yéndose de la zona centro, convertida ahora en espacio de botellón, y que ha tenido que estar controlada por docenas de agentes.

Calendario complicado en 2023

No es cualquier cosa el tema: en las Fallas de 2023, el 17 de marzo es viernes y el 18, sábado. Se prevé, por tanto, la tormenta perfecta. Las Fallas se han quejado del veredicto del concurso de fallas y da la sensación de que para el próximo año se cambiará el sistema de sorteo por el de asignación directa de jurados. Para volver a contentar a unos y enfadar a otros. Ninguna fórmula garantiza la satisfacción plena.

Y a partir del 20 de marzo se impone ese reseteo constante. Las Fallas, con todo lo que movilizan y generan, tienen mucho trabajo por delante. Y no ya por la celebración del Congreso Fallero, que aportará unos cambios que no dejan de ser estructurales. El fondo es más complicado.

A nivel de comisiones, la recuperación social. Los censos empezarán con varios pasos atrás desde los tiempos despreocupados de inicio de 2020. La cifra anunciada a primeros de mes, los 93.464 falleros, no deja de ser un poco espejismo, pues ahí hay muchos apuntados a última hora para salir en la Ofrenda.

La fiesta se dejó un diez por ciento de efectivos durante el tiempo de pandemia y aunque es una cantidad asumible, no deja de ser alarmante: menos cuotas y menos ingresos obligarán a recortar en diferentes gastos. A costa de no desaparecer. Tan sólo cae, de momento una, Sirena-Delfines, y muy modesta.

Los artistas van a sufrir

Se viene avisando insistentemente: los artistas falleros van a sufrir lo que no está escrito. Lo ha dicho el maestro mayor. Con menos ingresos por cuotas, con menos patrocinadores -en las grandes fallas- y con un aumento exagerado de los costes de producción -de materiales y de la energía-, más la habitual mala administración de los talleres, existe una amenaza de colapso general. Raro es que no se haya materializado aún la advertida «fuga de cerebros» que decía el maestro mayor, Paco Pellicer. Quizá por la invisibilidad de la fiesta, porque la calidad técnica del trabajo plantado en muchas demarcaciones podría o debería ser pasaporte inmediato para trabajar en otros menesteres más lucrativos. Por no hablar de los que, con Ertes en la mano, buscaron otra salida profesional, aunque nada tenga que ver con cometidos artísticos. La sensación general es que muchos de ellos se han ido para no volver y que los que se quedan se abocan al sufrimiento.

Resulta alarmante el récord de incidencias de fallas no plantadas o mal levantadas, aunque hayan afectado especialmente a talleres modestos, que tienen mucho que ver con la falta de administración de tiempos y dinero. Y también hay talleres de más nivel que han mostrado un discreto estado de forma.

Las principales comisiones han recordado repetidamente que necesitan ayudas suplementarias. Que con el 30 por ciento de tarifa plana que tienen desde hace años (en realidad, un 25 por ciento, subido a cinco puntos más) no es suficiente para mantener las exigencias y que necesitan una ayuda en forma de deceleración y no pasar del todo a la nada. Dicho de otra manera, una aportación sobre el 20 por ciento más (que el ayuntamiento pague la mitad de las fallas del próximo ejercicio). Hay reticencias en el equipo de gobierno, por no decir negativa. Al acabar la «mascletà», el alcalde recordaba las ayudas que ya se han dado en estos dos años -que han sido muy grandes, hay que reconocerlo, pero que también han servido para mantener todos los casales abiertos e ir pagando impuestos-.

Patrimonio de la Humanidad

Es una asignatura pendiente aunque, todo hay que decirlo, la asamblea de presidentes ha presionado muy poco en ese sentido, como asumiendo que se hará fiesta con lo que haya o que les importa poco. La coartada de que las Fallas son Patrimonio de la Humanidad es una excusa que aún no se ha utilizado.

Quedan asignaturas pendientes que son menos trascendentes, pero que podrían suponer mejoras. Por ejemplo, esa tercera sesión de Ofrenda, aunque fuera voluntaria. No sirve la exquisita puntualidad de este año porque hay que admitir que los participantes fueron menos que de normal y eso permitió hacer un recorrido sin retrasos. Pero con la teórica normalidad de 2023, es algo que quedará en el debate, al que solo se puede volver si un año se vuelve a desbaratar la banda horaria.

También se podría plantear ese castillo del 16, que nunca se ha ensayado celebrar a una hora no tan intempestiva como la medianoche. Se pensó en 2016 y ahí se ha quedado.

"Despertá con el tro de bac"

Recuperar definitivamente la «despertà» con el «tro de bac» parece encaminado e iniciativas aparentemente tan simples como la de Pirotecnia del Mediterráneo, de incentivar el uso con cajas decoradas puede seguir llevando hacia el regreso de la pirotecnia de producción propia y más necesitada de protección.

El Congreso Fallero tomará el pulso a la capacidad del fallero de adaptarse a los nuevos tiempos. Se debatirá (si hay propuesta para ello) el deseo expresado por los niños en su particular asamblea infantil: que haya un menor representando a la fiesta, a imagen y semejanza de la fallera mayor infantil.

Y como las Fallas 2023 empiezan, dicen, el 20 de marzo, estas empiezan con otro reto: que no se queden atrás más establecimientos de indumentaria. Empieza un ciclo de verdad, completo. Será la primera señal de que la fiesta del próximo año se empieza a mover. Mientras, hay días para seguir viendo el Ave Fénix en el manto de la Virgen. El símbolo de lo que ha de venir.

Una falla explota en Moncada durante la cremà

Una falla explota en Moncada durante la cremà LMV