La ausencia de ayudas económicas ha disparado la imaginación de las sociedades musicales, que han tenido que «reinventarse» a marchas forzadas. En la mayoría de casos, las primeras medidas que se adoptaron para tratar de minorizar la ausencia de financiación pública fueron la rebaja y posterior congelación de los sueldos del profesorado y el incremento de las tasas de los alumnos. Luego, los colectivos apostaron por «la innovación» al abrir «un mayor abanico de actividades», describe Cristobal Mora, de l'Amistat de Quart.
«Ahora gestionamos la escuela de manera semiprofesional y organizamos actos en el auditorio, además de ofrecer música para embarazadas y niños de 1 y 2 años —cuenta Jesús Castellar, presidente de la Societat Musical La Primitiva de Rafelbunyol—. Con eso y el incremento de alumnos, vamos supliendo los recortes».
En la Manisense optaron por «eliminar horas de clase y aumentar la ratio de alumnos para no subir las mensualidades y mantener los sueldos del profesorado», explica Jesús Jareño, jefe de estudios de la escuela. Asimismo, extendieron su formación a partir de los 3 años y abrieron clases de danza y teatro. Aún así, han tenido que renunciar a las aulas de formación de adultos porque «eran deficitarias».
El Centro Musical Paternense, por su parte, creó una banda de iniciación «porque si los padres no ven que sus hijos progresan, los quitan de la escuela», indica su presidente. «Es tiempo de diversidad musical y nuevas actividades —añade el responsable de las bandas en l'Horta Sud— porque, o nos reinventamos, o nos gana la crisis».
