Son tres mantras de la gestión empresarial y mucho más en estos tiempos de crisis: exportación, innovación y reservas. Las tres sumadas son la clave de la supervivencia de Tableros Folgado, una firma del sector maderero con más de sesenta años de historia. Vicente Folgado, su copropietario, asegura que la empresa con sede en Aldaia aprendió de la experiencia, de la crisis de principios de los noventa del pasado siglo, y por eso destinó a fondos propios buena parte de la cosecha de beneficios de los años de esplendor económico. A su alrededor, como es notorio, muchas empresas derivaron las ganancias al ladrillo en busca de dinero rápido y la crisis las pilló en mantillas. Este factor, junto a la apuesta por los mercados exteriores y los nuevos productos y nichos de mercado, han permitido que la firma, según Folgado, esté capeando la crisis y en disposición de remontar el vuelo en cuanto vuelva el crecimiento.

Como empresa del mueble, un sector con un gran vínculo con la construcción, Tableros Folgado no ha sido ajena al vendaval económico de los últimos años. Su facturación ha caído casi un tercio, hasta cerca de los 6,5 millones de euros, y los últimos años se han saldado con ligeras pérdidas. Además, la plantilla, habitualmente situada entre los 80 y los 100 empleados , se ha visto reducida a unos 50 que trabajan en un solo turno, cuando antes había dos. Ahora bien, como otras firmas que han logrado resistir en estos tiempos tormentosos, «en los que el mercado nacional ha caído mucho en cuatro años y el producto no se valora porque prima el precio», el porcentaje que la exportación representa en las ventas de la empresa ha subido de un 40 % a un 60 %.

Los cambios de producto son otra clave de esta empresa que nació en 1951 como fabricante de pequeños tableros para decoración. En los años setenta, con el traslado a sus actuales instalaciones, la planta incorpora todo el proceso de fabricación, desde la entrada del tronco a la producción del tablero contrachapado. Fue una innovación, pero el gran cambio, como explica Vicente Folgado, se produce a partir de los años ochenta, cuando la construcción sustituye el contrachapado por el aglomerado. «Ahí empezamos a estudiar productos nuevos» para diversificar, añade. Es a partir de entonces cuando incorporaran los tableros resistentes a la humedad y al fuego, que tendrán aplicación en la obra civil, como fue el caso de la Expo de Sevilla en 1992 o de la reconstrucción del Liceo de Barcelona tras su incendio. Otra novedad fueron los tableros con aislante acústico, «que vendimos para los compartimentos de los vagones de ferrocarril». Folgado destaca que en todos estos cambios tuvo un papel trascendental el trabajo con el instituto tecnológico del mueble y la madera Aidima.

Esta diferenciación de producto es relevante, según el también vicepresidente de la Cámara de Comercio de Valencia, porque «es más difícil que te desplace la competencia, la solvencia de los compradores es mayor y te abre puertas en el exterior». Eso es lo que está sucediendo ahora, cuando la empresa, además de sus mercados tradicionales europeos y americanos, está empezando a vender en el Este de Europa. La compañía, asimismo, «está indagando en nuevos sectores, como la obra pública» y está recibiendo el interés de clientes de Oriente Medio y Latinoamérica para incorporar los tableros ignífugos y aislantes «a las construcciones modulares que empiezan a proliferar en esos países» y que consisten en casas unifamiliares cuyos interiores están distribuidos con madera». Otra línea novedosa es la aplicación de los tableros en el transporte, como por ejemplo en los vagones del metro.

Por contra, la recepción de la materia prima, que en un 80 % procede de países tropicales como Camerún, Guinea, Congo, Gabón o Costa de Marfil, se complica porque las empresas chinas han sustituido a las firmas europeas que controlaban el flujo de la madera. A esta dificultad se añade la reducción en las frecuencias del tráfico entre los puntos de origen y el puerto de Valencia.

La historia

El padre de Vicente Folgado trabajaba de oficial en una fábrica de pequeños tableros en Aldaia. Cuando terminó el servicio militar, convenció a su padre agricultor para que vendiera «un campito y se convirtió en emprendedor» al montar en 1951 una pequeña planta de producción de tableros que sería el germen de Tableros Folgado. Conforme fueron acabando la mili, sus hermanos se incorporaron al negocio y en los años setenta, con la prosperidad del mismo, se trasladaron a las actuales instalaciones en la misma localidad. En 1989, con el fallecimiento de los hermanos mayor y menor, Vicente Folgado y su primo José compran su parte al segundo hermano, ya desvinculado del negocio, y se ponen al frente de la empresa, de la que acabarían siendo copropietarios únicos en 2001 al 50 % tras adquirir su parte al resto de la familia que seguía en el accionariado.