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Abrir las puertas de tu casa al mundo para dejar los prejuicios a un lado, conocer las costumbres de personas que viven en un país diferente o aprender otras formas de entender los devenires cotidianos es algo enriquecedor que cambia la mentalidad de la sociedad. "Uno puede pensar que hace el favor de tener a los hijos de otras personas en su casa pero es al revés, son ellos los que te ayudan", explica Néstor Daruiz, que desde hace más de 15 años colabora con el programa Abre tu casa al mundo, que realiza cada año la organización internacional de voluntariado educativo AFS Intercultura.

Daruiz, junto a su esposa Ana María Tuda, repasa mentalmente los jóvenes que han permanecido en su hogar durante una temporada y sentencia que "entre Argentina y España han venido más de 15 estudiantes" de países como Islandia, Tailandia, Noruega, Austria o, entre otros, de Estados Unidos. Son una familia de acogida atípica porque comenzaron con el programa en la Patagonia y, cuando vinieron a Valencia en 2000, decidieron seguir con él porque "nos enriquece y no vimos el por qué de no seguir con AFS Intercultura".

De todos ellos recuerdan anécdotas, hechos y manías y destacan que "pasado un tiempo te das cuenta que todos los jóvenes, sean del país que sean, tienen los mismos miedos y problemas" pero también que la evolución que tienen a lo largo de la estancia es "muy positiva porque se estrechan unos lazos afectivos muy grandes, no sólo con ellos sino con sus familias". Y denuncian que "no hay que vivir en una campana de cristal".

Entre las particularidades de cada uno de los adolescentes destacan dos: "El chico americano nos preguntó para qué servía el bidé porque nunca había visto uno", recuerda con una sonrisa su mujer, quién también rememora la angustia que tuvieron cuando "Guro se pasó la primera semana llorando" y añadió que "luego se pasó un mes llorando porque no quería marcharse de casa". O comentan cómo a la tailandesa Choenporn le explicaron "que a veces no hay que obedecer a los mayores porque no tienen la razón" ya que, en su cultura, creen que "cuando un mayor realiza una afirmación es porque lo ha meditado mucho".

Es tal la influencia de los muchachos que recuerdan con exactitud la definición que Guro realizó sobre los noruegos: "somos gente fría pero estamos cubiertos de una capa de hielo que cuando nos tocan se derrite".

El matrimonio hace hincapié en el hecho de que no han tenido problemas domésticos porque "todos han respetado las normas de convivencia y ayudado en la casa" y que "los horarios y normas en la comida es lo que más ha costado en el proceso de adaptación a la cultura", comenta sobre el uso de la mano o el horario español.

En cuanto a la comunicación, la pareja, que lleva 32 años casada, dice que "no hemos tenido grandes problemas porque los jóvenes enseguida se saben comunicar" y si hay algo que no se entiende "con el lenguaje de las manos y un poco de inglés se soluciona todo". Para facilitarles el aprendizaje, las primeras semanas "pegamos papelitos con el nombre de las cosas", comentan.

Asimismo, Tuda explica que una vez "eramos seis mujeres en casa", situación que Daruiz recuerda como "un poco caótica" pero "divertida" ya que seis féminas en una misma casa es una "locura". También recuerdan con cariño viajes por la Patagonia -cuando aún vivían en Argentina- o por Europa con los jóvenes.

Ahora, por cuestiones familiares, el matrimonio no tiene ningún estudiante en su casa por lo que "encontramos un poco vacías las habitaciones", sensación que se agudiza porque sus tres hijos, Agustín, Hernán y Lucía, están estudiando o trabajando en el exterior.

Una familia de acogida poco común

Néstor Daruiz y Ana María Tuda son nietos de emigrantes españoles que marcharon a Argentina por la coyuntura económica y cuyos padres decidieron quedarse en la tierra del mate y formar su propia familia. Por tanto, provienen de familias interculturales: Néstor, tiene familia de Alemania y de Libia y Ana María de Zamora y se caracterizan por tener una mente abierta. Por causas del destino, vinieron en 2000 a España y escogieron Valencia como ciudad de acogida por "su gente y su clima". Desde entonces residen en la Comunitat Valenciana junto a sus tres hijos (Agustín, Hernán y Lucía), aunque actualmente se encuentran en el extranjero continuando sus estudios o trabajando.

El matrimonio forma parte del programa Abre tu casa al mundo, que desde hace más de 60 años realiza la organización internacional de voluntariado educativo AFS y que está dirigido a abrir a las familias, a distintas formas de vivir, de pensar y de entender el mundo. El estudiante, que puede provenir de uno de los más de 50 países que integran la Red de AFS, puede permanecer en el hogar desde 3 a 12 meses. o. b. Valencia