El desenlace más cruel en la historia del Levante (0-1)

Al Levante le faltó un segundo. Un detalle. Incluso, que la suerte jugase a su favor

Asier Villalibre, de penalti, y en el último minuto de la prórroga, anotó un gol que ya forma parte de la peor pesadilla sufrida en Orriols

Rafa Esteve

Pocas veces, en un deporte tan apasionado y sentimental como el fútbol, un partido es capaz de ser tan significante. Tan trascendental. Y, sobre todo, de despertar tantísimos sentimientos. El objetivo de ascender a Primera División, que tanto se hizo de rogar, es una meta que hay que vivir. Tanto en las buenas como en las no tan buenas. El Levante, tras superar cientos de obstáculos a lo largo de la temporada, tuvo el sueño de competir ante los mejores del panorama nacional a un paso. Más cerca que nunca. Sin embargo, el fútbol no solo le dio la espalda, sino que lo hizo de la manera más cruel posible. Recibiendo uno de los reveses más duros en sus 113 años de historia.

Al Levante le faltó un segundo. Un detalle. Incluso, que la suerte jugase a su favor. No obstante, cuando el árbitro estaba a disposición de señalar el final del partido, una mano involuntaria de Róber Pier dentro del área consumó uno de los mayores dramas en la existencia granota. Asier Villalibre, de penalti, y en el último minuto de la prórroga, anotó un gol que ya forma parte de la peor pesadilla sufrida en Orriols (0-1). Un golpe del que no habrá más remedio que levantarse, pero que, sin duda, va a costar. Y mucho.

Si cada una de las batallas a las que tuvo que hacer frente el Levante para alcanzar la cima de la élite del fútbol español, la del Alavés, sin duda, fue la más dura con diferencia. El cuadro de Luis García, al que solo le valía la victoria para escalar a Primera, salió con la cuchillo entre los dientes y con la intención de encontrar el gol que pusiese la eliminatoria patas arriba. A tumba abierta. Los de Javi Calleja no tuvieron más remedio que resistir, conscientes de que la dificultad iba a ser elevada y, sobre todo, de modificar piezas que le diesen mayor presencia en campo contrario. Sin embargo, el plan no salió como debería. El Alavés arrinconó a los de Orriols, que más allá de un cabezazo de Bouldini, y una falta ejecutada por Montiel que desvió la barrera babazorra, cayeron en la trampa de un rival que, a base de interrupciones, impidió un juego fluido por parte de los granotas.

No obstante, la primera parte, tal y como ocurrió en Mendizorroza, fue un alivio para reestructurar la pizarra de Javi Calleja. Sobre todo, tras ver cómo el Alavés no se puso por delante en el marcador por poco. Superada la media hora inicial, un centro desde la izquierda de Rubén Duarte, que se paseó por el área de Joan Femenías, terminó en las botas de un Tenaglia que se las prometió felices para anotar, pero Róber Pier, en la mismísima línea, sacó el cuero tirándose en plancha para impedirlo. Sin embargo, el comienzo del segundo tiempo proporcionó un nuevo susto en el templo de Orriols. Apenas transcurrieron unos segundos cuando el meta granota puso en pie a la grada con una doble parada. Primero, parando un fuerte disparo desde fuera del área de Miguel de la Fuente, y después, haciéndose grande para frenar el rechace de Luis Rioja. Los nervios fueron en aumento. La tensión, paulatinamente, empezó a crecer a costa de un Ciutat que no dejó de animar. No en vano, el miedo fue subiendo. La valentía del Alavés generó temor en Orriols.

Pese a ello, no fue hasta el ecuador del segundo tiempo cuando un disparo de Montiel en la frontal, que se topó con Sedlar, activó a un público que se puso en el peor desenlace. De Frutos, a veinte del final, fue el primero en probar los guantes de Sivera con un disparo cruzado. Wesley, a diez, también se encontró con el meta. No obstante, el Alavés fue quien, mediante las botas de Rebbach, no marcó por muy poco. Su disparo cruzado, solo ante Femenías, se fue fuera por muy pocos milímetros. Un intercambio de golpes que desembocó en el contexto indeseado para todos: la prórroga.

Con los nervios a flor de pie, el Levante fue a por ella. Mientras la moneda de la suerte se suspendía en el aire, el equipo de Javi Calleja puso toda la carne en el asador para que le saliera cara. Incluso, sabiendo que, en caso de empate, serían los beneficiados. Sin embargo, Jorge De Frutos, mediante una volea desde la media luna del área, se topó con el larguero, para lanzar el mensaje de que su Levante estaba más vivo que nunca. Sin embargo, nadie, ni lo más pesimistas de la parroquia, se llegaron a imaginar el desenlace. En el descuento de la prórroga, una mano involuntaria de Róber Pier, aunque separada a pocos centímetros de su cuerpo, fue suficiente para que el árbitro señalase penalti y Villalibre anotase el gol que decantó la balanza del ascenso hacia el Alavés. De la forma más cruel y sangrienta posible. Un golpe de los que duelen. Y mucho.