Un campo en el centro de la Marjal de Pego-Oliva, rodeado de naranjos en flor y de agua. Allí tiene Carlos Sendra su huerto. Cultiva hortalizas y alfalfa para los animales que cuida. Ayer al llegar al huerto se le cayó el mundo.

«Esto no ha sido un jabalí, ha venido toda la manada, los padres y las crías», aseguró ayer Sendra en declaraciones a Levante-EMV, mostrando las huellas de la presencia de esta especie invasora en todo su campo.

Sendra reconoció que ya los conoce, «siempre han venido pero últimamente vienen mucho». Y añadió «se ve que hacen la ronda, no queda nada allí para comer (señalando otro campo) y vienen al mío».

Pero el gusto de los jabalíes todavía es selecto. Las cebollas no les gustan. Aún así, han arrancado todos los plantones. Carlos y su sobrino habían plantado unas 12.000 cebollas. Algunas estaban ya con el tamaño para recogerlas, la mayoría aún no tenían el diámetro necesario.

«Todo se ha perdido», se lamentó Sendra, quien además auguró que durante esta noche volverán «y terminarán de arrasar con el campo».

Con tristeza Sendra narra como consiguió que su sobrino se implicara en el cultivo del huerto. En un año como el pasado, con la pandemia, el joven se quedó sin trabajo y tras hablarlo empezó a cultivar. Sendra puso la inversión, y su sobrino la mano de obra. Pero en la agricultura, se dependen de muchos factores, cuando no es el tiempo, son las plagas. La de jabalíes se han llevado por delante este pequeño proyecto de vida.

Este agricultor de la Marjal cree que se podrían habilitar puntos concretos para alimentar a los jabalíes y apuesta por tenerlos en recintos cerrados para evitar que salgan y arrasen con todo lo que pillan por delante.