Una hacienda pública asfixiada por las deudas, una inmensa crisis económica, un banco público sometido a numerosos desfalcos, abocado a la quiebra, inspectores procedentes del Gobierno central que denuncian la corrupción rampante de la oligarquía económica y política, denuncias de ingerencia del poder centralizado sobre la autonomía local€ ¿Les suena el relato? No. No es el resumen de la actual coyuntura de la Comunitat Valenciana y del fallido sistema financiero regional. Ocurrió hace cuatrocientos años. Durante los siglos XVI y XVII. La restitución de la Taula de Canvis de la ciudad de Valencia desde 1517 hasta su desaparición como consecuencia de los decretos de Nueva Planta de 1707 que liquidaron los fueros valencianos, estuvo plagada de conflictos, desfalcos y casos de estafa con la complicidad de la clase dirigente de la época, que la llevaron a la quiebra en tres ocasiones y que trajeron de cabeza a varios monarcas, incapaces de solucionar las tensiones financieras que periódicamente sufría la ciudad.

Tras un breve período de vigencia de ocho años a partir del real privilegio de 1407 de Martí l´Humà, que la autorizó a imagen y semejanza de la de Barcelona, en 1517 el Consell Secret, un órgano de notables encargado de las cuentas municipales de Valencia, sometió a la consideración del Consell General la conveniencia de erigir una nueva Taula de Canvis. El 22 de febrero de 1518, este Consell accedió a elaborar la normativa de este banco público municipal «por considerar que su apertura favorecía el ingreso de importantes sumas de numerario, procedentes tanto del Reino como de fuera de él, y con ello el incremento de la actividad comercial y el consiguiente aumento de ingresos para el municipio», según señala Amparo Felipo, profesora de Historia Moderna de la Universitat de València y autora del libro «Las arcas de la ciudad. Gestión Municipal e intervencionismo real en Valencia (1517-1707)», publicado por la Universitat en 2008.

Esta obra es un completo compendio de la tensa relación que los responsables del gobierno municipal de Valencia mantuvieron con los sucesivos monarcas Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV a propósito de la hacienda local y, en especial, de la Taula de Canvis, foco de corruptelas y problemas financieros.

Desde finales del siglo XV, Valencia era una ciudad castigada por una crisis económica permanente, marcada por las epidemias y la carestía de alimentos (en especial trigo y cebada) que se veía agravada por la asfixia de sus cuentas públicas. Tras la derrota de las Germanies por Carlos I, también los préstamos a la monarquía y las sisas para afrontar la situación habían esquilmado la hacienda local. En 1511, antes de la recuperación de la Taula, se había producido ya un escándalo con la bancarrota de dos mercadores encargados de adquirir productos básicos para la ciudad, Jeroni Torres y Baltasar Forés. El agujero provocado ascendía a 76.000 libras y el rey Fernando II, que sospechaba de la connivencia de los jurados (regidores), comisionó a Lluis Joan, regente del Gobierno local para que investigase la situación de las finanzas y la gestión del Mestre Racional (el contable general). Joan investigó durante tres años y su informe fue demoledor. «La pesquisa arrojó un solo resultado: la evidencia de la corrupción administrativa como principal causa del deterioro de las finanzas municipales», afirma Amparo Felipo. Por supuesto que la investigación encargada por el rey provocó una reacción airada de los municípes, que expresaron su descontento por considerar que se lesionaban los fueros y se desprestigiaba al gobierno municipal.

Pocos años después, ya con Carlos I en el poder y la Taula de Canvis ya en marcha, las «visitas« o inspecciones de los enviados por el monarca se conviertieron en una constante. Es cierto que las amortizaciones pendientes de préstamos a la monarquía agravaban la situación de las cuentas públicas. En 1529, la deuda acumulada desde cien años antes ascendía a 240.000 libras, toda una fortuna. Francisco Mayordomo, profesor jubilado de Contabilidad de la Universitat que ha estudiado a conciencia los asientos contables de la Taula de Canvis (es autor del libro «La Taula de Canvis. Aportación histórica a la contabilidad valenciana»), recuerda que, al fin y al cabo, el rey era el propietario de la ciudad. La situación de asfixia lleva inevitablemente a hacer un paralelismo con los desequilibrios que la Generalitat sufre en la actualidad como consecuencia del sistema de financiación.

Tras su llegada al trono, Felipe II mantuvo una dura pugna con los gobernantes locales, a los que hacía responsables de la delicada situación económica del municipio. Durante su reinado se produjeron tres importantes desfalcos en la Taula de Canvis. El más llamativo fue el protagonizado por el «caixer de menut» (el responsable de la caja diaria de la Taula) Jeroni Masquefa, que huyó con 13.000 libras en 1544. Sus herederos fueron condenados a devolver el dinero. En 1582 fue condenado a penas de prisión Mateo Juan Aguilera tras malversar una buena suma, aunque logró escapar de la cárcel. Felipe II insistió hasta 1595 en el proceso penal contra él.

En 1590 un desfalco menor de José Molina, regente del libro mayor que había huido de Valencia, puso al descubierto una trama generalizada de corrupción de la que se beneficiaron importantes notables de la ciudad. La concesión de créditos irregulares provocó un agujero de 40.000 libras. Francesc March, unos de los imputados, señaló entre los inculpados a Alonso de Borja, hermano del Duque de Gandia, Carlos de Borja, descendientes ambos del Papa Alejandro VI. Este devolvió el dinero, pero March no pudo librarse de la cárcel, aunque al cabo fue indultado por el rey para que pudiese ejercer su cargo de diputado.

Este caso y los anteriores derivaron en un cambio en las normas de funcionamiento. La nueva regulación endurecía los controles y era más rigurosa con los gobernantes. Pocos años después, en 1614 se producía la primera quiebra y liquidación de la Taula de Canvis. En 1598 había accedido al poder Felipe III. La peste y las crisis del trigo de principios del siglo XVII, sumadas a la inflación provocada por la acuñación de vellón falso por parte de los moriscos, que temían su expulsión (como así fue), obligaron al rey a subir impuestos y reducir salarios, lo que provocó el rechazo del Consell General.

Cuando Felipe IV accedió al trono en 1621 el estado de las finanzas de Valencia era deplorable. Ordenó nuevas visitas e inspecciones que derivaron en sentencias y duras condenas. Las medidas correctoras a nivel económico no impidieron que el endeudamiento derivado de nuevas crisis del trigo, enfermedades e inflación provocasen una nueva quiebra de la Taula de Canvis en 1634.

Felipe IV mantuvo las visitas e inspecciones de sus enviados, que entre 1637 y 1639 desvelaron nuevos desfalcos en el banco público valenciano. Una nueva crisis como consecuencia de una epidemia de peste entre 1647 y 1648 agravó la situación financiera de la ciudad. En 1649 la Taula de Canvis vivió su tercera quiebra en menos de un siglo. En 1707 los decretos de Nueva Planta de Felipe V liquidaron la Corona de Aragón y con ella los fueros valencianos y la Taula de Canvis.