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«Els hereus» de Rita

Como mantiene Peter Mair en «Gobernando el vacío» -una radiografía sobre la muerte de la democracia de partidos en Occidente- los electores se apalancan cada vez más en visiones cortoplacistas a la hora de ejercer su derecho ante las urnas y desconfían de las organizaciones. Así han surgido los llamados «líderes transversales». Giddens fía este fenómeno a lo que denomina la «democracia de la audiencia», esa en la cual los políticos se convierten en protagonistas de docu-show. En la zona de sombra de esta muerte de las siglas encontramos exponentes en el populismo -en España, en Europa, en EEUU-. Y, no obstante, en la faceta menos perversa del proceso, los ciudadanos atienden más a los «personajes» de proximidad que a los colectivos, a los líderes más o menos sobrevenidos que a los aparatos. Es el momento del héroe enfrentado a las estructuras establecidas que hace realpolitik.

Sin líderes. En ese orden de cosas sólo es cuestión de tiempo que los nuevos líderes líquidos desplacen a los productos de los tradicionales procesos de gestación de liderazgos internos -léase congreso antes, primarias ahora- también en el escenario doméstico. La desaparición de una figura política de la transcendencia, recorrido y peso de Rita Barberá ha dejado un hueco de proporciones bíblicas no sólo en el escenario público valenciano sino también entre los votantes naturales del PP capitalino e, incluso, en el imaginario de las bestias negras de la izquierda y el nacionalismo ahora regente. Se han quedado sin enemigo. Centrémonos en el escenario de una Valencia huérfana de modelos, con un PPCV descabezado, sorprendentemente vivo y que en un par de años largos tiene ante sí una cita electoral sin poder presumir todavía quien aspirará a la vara de mando representando al centro derecha.

Se busca figura transversal. Se valorará perfil poliédrico. Los mentideros lanzan ahora a José María Chiquillo quien podría disputar la cabeza de lista de los populares en el Cap i Casal. Chiquillo atesora la capacidad del político camaleónico capaz de escapar indemne de una glaciación. Heredero de la fusión por absorción del valencianismo azul por parte del PPCV y superviviente nato de los sucesivos aterramientos sedimentarios populares, ha logrado reinventarse gracias a las mieles de la designación de Valencia como capital mundial de la seda. Elegante metáfora. Chiquillo ha logrado una plataforma original -sustentada por su condición de senador- que pasado el tiempo y ante el tsunami sufrido por la derecha valenciana ha resultado ser una buena atalaya. Pequeña, pero preeminente.

Transversales. Chiquillo bien podría reivindicar públicamente el legado de Rita y de un valencianismo de índole transversal, cimentado también en el buen trato que conserva con el resto de administraciones. Aunque para figura transversal, Pere Fuset. Atosigado por la polémica de la vestimenta fallera, aletargando dimisiones y repensando las fallas, nadie mejor que él para revisar el modelo tradicional de ciudad festiva sin ofender en exceso al gotha falleril. Hasta Addis Abeba le persiguió la polémica a un Fuset que practica la paciencia de Job y una visión tan pragmática en unos momentos como emotiva en otros.

Sin margen. El concejal de cultura festiva podría empatizar con espacios electorales hasta ahora vetados para la organización que representa. Pero el politburó no le concede mucho margen, nos tememos. No en balde, imaginamos que Fuset sabría qué hacer en determinados trances a mayor gloria de su proyección personal pero la disciplina de su coalición y la sharia impuesta le impiden optimizar su potencialidad. En algunas cosas -entiéndanme bien- no está tan lejos de Chiquillo. A Pere lo han asaetado desde la acera contraria y también el fuego amigo, un fenómeno nada ajeno a los desencuentros intestinos en una organización de aluvión como Compromís y habida cuenta de su persistente halo de sucesor de Ribó, un alcalde de un solo mandato. Todo ello con el permiso de Sandra Gómez, que activa sus resortes de proyección personal pero mucho más sujeta a una estructura constreñida por los atavismos orgánicos del PSOE.

Ciudadanos. No es precisamente al legado de Rita lo que aspiran a heredar en Ciudadanos pero sí su liderazgo en el ámbito del centro o el regionalismo. Sin embargo la herencia lizondista cayó en manos del PP y de ahí no se mueve. Albert Rivera ha girado una visita a Valencia para controlar los daños existentes producto de la lucha de clanes y apostar por su flanco. Confluye en el partido naranja el deje «flower power» de Punset, el liderazgo fallido de Marí, el cantonalismo alicantino y un discurso en Valencia capital que no acaba de cuajar pese a la bonhomía de Fernando Giner junto a la inquietante guardarropía de Cantó. Si pudiéramos aventurar un pronóstico y calando a los personajes en liza, parece peregrino que estén llamados a sorpasso alguno.

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