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Teatro Real en China

El Teatro Real de Madrid acaba de anunciar su incorporación al circuito cultural de la Ruta de la Seda, con la que conseguirá que sus actividades se incardinen en un amplia red conformada por las ciudades que pertenecen a este entramado cultural que rememora el comercio antiquísimo de la preciada tela natural y que los proyectaran en un amplio espacio que enlaza Asia y Europa. La «Silk Road International League of Theaters» es una plataforma cultural creada por el gobierno chino para promocionar el intercambio de artes escénicas entre el país asiático y el resto de 56 países miembros, desde Rusia hasta Francia.

Resulta evidente que el nuevo proyecto de la Ruta de la Seda es una inteligente estrategia geo-económica de la moderna China como potencia comercial. Si ya tenemos hasta hiper-mercados de productos chinos en lugares tan emblemáticos como el interior de la Estación del Norte, junto la calle Pelayo que es nuestro doméstico «Chinatown» valenciano, es natural que todo este imperio económico intente tejer una estructura cultura que avale los intercambios no ya solo entre tiendas, sino entre instituciones culturales, que son las que dan alma a una sociedad.

El Teatro Real firmará un convenio con los teatros de ópera china de Pekín y Shangay, ofrecerá emisiones de sus galas madrileñas en todos los institutos Cervantes de Asia y además ingresará en la red social china "wechat" para que todos los asiáticos que viven en nuestro país tenga acceso a programación e iniciativas del magno coliseo.

Lo preocupante de todos estos movimientos es que no se ha dado a conocer que ninguna entidad cultural valenciana de alto nivel, desde el Teatro Principal hasta el Palau de les Arts, se haya incorporado a esta nueva iniciativa. Y si lo han hecho, ha sido tan discretamente que no ha tenido repercusión, porque si nos hemos enterado aquí, dudamos mucho que se hayan enterado en Pekín. Quizás sea este un nuevo frente para el paladín de la Seda de Valencia, José María Chiquillo, que tendrá que ponerse en contacto con los institutos culturales de la Generalitat, Diputaciones y ayuntamientos para que se apresten a apuntarse a este novedoso reto.

Chiquillo vive con la Ruta de la Seda la gran aventura colectiva que no pudo protagonizar con el agónico valencianismo que le tocó liderar. Curtido en una tradición de leyenda artúrica tricolor, este político se lanzó desde las Juventudes del Grup d'Acció Valencianista hasta la tribuna parlamentario madrileña en nombre de Unión Valenciana, después de la desaparición del motor lizondiano del proyecto.

Chiquillo hizo honor a su apellido convirtiéndose en un valiente David frente al Goliath Zaplana en su mejor momento. Si repasamos las hemerotecas encontraremos al Vinatea que mejor les cantó las cuarenta al tahúr cartagenero con la vana esperanza de que el pueblo valenciano reaccionara ante la pinza populista. Pero un Pueblo desinformado, desculturizado y despersonalizado poco puede resistirse ante un hipnotizador profesional, y el resultado lo hemos pagado con años de esquilmo y de miserias.

Siguiendo el sabio aunque amargo consejo del más deslucido Xavier Casp, cuando se pierde una guerra hay que saber salvar lo que se pueda. Chiquillo fue abducido por la nave interplanetaria de los invasores reptialianos, tal y como la sucedía a Fallon Carrintong, la hija de Joan Collins en aquella delirante serie «Dinasty» en sus últimos momentos. Atraído por la luz infernal desapareció en el magma congresual del partido centralista y centralizador, donde quizás pensaron que no llegaría a tener jamás luz propia.

Sin embargo, Chiquillo no es ningún chiquillo. Con todo el bagaje épico que había adquirido como cruzado clásico, el político supo entender las múltiples posibilidades del proyecto de la Ruta de la Seda, una iniciativa contra la que difícilmente nadie se puede oponer. Recogiendo las armas y el escudo volvió a subir al caballo al reencontrar un ideal digno, para poderse transformar en un diputado diferente y referencial, uno de esos únicos que no viven solo de apretar un botón. Su conferencia en la Cátedra de Eméritos del Palau de Pineda esta semana lo demuestra, ataviado como embajador de Unesco además de Paladín de la Seda. Quizás por ello ahora suena como candidato a alcalde, con lozanía propia e incontaminada. El monstruo que se lo tragó está expirando, y ahora Jonás asoma por la boca de la ballena. Está vivo, aunque quisieron darlo por muerto. Con este tema de las artes escénicas ya tiene para batallar un poco más. A ver si en poco tiempo tenemos a Pilareta cantando el «u i el dos» en Pekín y alguna agrupación folclórica presentando en Shangay la Jota de Cofrents.

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