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Alfons García03

Ir por libre

La vicepresidenta Aitana Mas y la exconsellera Mireia Mollà Levante-EMV

De entrada, no suena bien que mientras la atención está en todo lo que pasa con la gigafactoría de Sagunt, una inversión de las que puede marcar la historia industrial de estas tierras, uno de los partidos del Gobierno esté más en sus cuitas internas. Es verdad que la vicepresidenta Mas, después de tres meses en el cargo, está en su derecho de tomar decisiones. Y es posible que la situación se haya hecho insostenible en medio de la negociación de los presupuestos de 2023, que se ha de cerrar en días. Pero la imagen de una pelea interna cuando está en juego un proyecto capital y a siete meses de elecciones no es positiva. No para este Consell, pasajero, como todo gobierno, sino para la Comunitat Valenciana.

«Ni dinero ni política. Este es un asunto de partido y de incompatibilidades personales». Es la reacción de un alto cargo del Consell minutos después de la destitución por sorpresa de Mireia Mollà. Aclaremos: al decir partido hablamos de Iniciativa, el de Mónica Oltra, ni siquiera de Compromís, ya que el resto de grupos miembros han sido solo testigos de la degradación de un ambiente que empezó el día que Oltra dijo adiós presionada por su situación judicial. La exvicepresidenta se fue, pero ha continuado (y continúa) teniendo poder. Lo de ayer lo demuestra. La ya exconsellera se sintió desautorizada desde el momento que Iniciativa (Oltra) prefirió a Aitana Mas para el cargo estrella y se ha rebelado como ha podido contra una situación que no asimiló. Se ha permitido la libertad de disentir, de ir por su cuenta cuando ha visto que empezaba a no contar: primero fueron las renovables, luego el presupuesto. No tendrá otra oportunidad de ir por libre.

Permitan una reflexión personal (o profesional). Periodistas y analistas solemos criticar la exhibición de diferencias políticas y reclamamos unidad. La destitución de Mollà la ha justificado el Consell (hablaba realmente Compromís) en aras de una mayor «cohesión y estabilidad» en tiempos difíciles, pero deja mal cuerpo que la disidencia, la opinión diferente, solo tenga como salida el despido. Quizá es el efecto de haber visto solo hace unas horas la purga pública del régimen chino a un expresidente anciano. Es una contradicción, seguro, pero no puedo evitar un reflujo agrio hoy.

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