VA DE BO

Inyectar dosis de libertad

Victoria de València.  j.m.lópez

Victoria de València. j.m.lópez / Alberto Soldado

Alberto Soldado

Alberto Soldado

La irrupción de la pilota femenina ha sido vertiginosa, imparable. El juego de pelotaris como Ana, Mar o Victoria ha encandilado a los aficionados. Sus partidas congregan a nuevos aficionados y aficionadas y el nivel competitivo puede ser tan atractivo como el de los chicos.

La Federació ha abierto la oferta competitiva a todas las modalidades, si bien el raspall ha adquirido la categoría de profesional. Algunas chicas disponen de contrato firmado con la Federació de Pilota Valenciana, lo que ha supuesto una verdadera batalla entre la institución federativa y la Fundació de Pilota Valenciana, encargada de la gestión del mundo profesional. Las pelotaris más destacadas, de manera voluntaria y libre han optado por las condiciones que les ofrece la Federació de Pilota Valenciana, que además de ofrecerles una estabilidad les permite, como no puede ser de otra forma, mantener sus compromisos con los clubes de los que proceden o tienen especial vinculación.

Según denuncian algunos trinqueters de reconocida trayectoria, si se atreven a anunciar jugadoras en nómina con la Federació, «no dispondrán de jugadores profesionales del máximo nivel». Una situación enquistada que limita de una manera evidente la expansión del deporte femenino. Se trata de una realidad incomprensible que debería abordarse con decisión y espíritu dialogante. La Fundació no perdería su razón de ser si otorgara espacios de mayor libertad tanto a trinqueters como a jugadores y jugadoras.

La libertad fomenta la competencia y la creatividad y en nada puede perjudicar al devenir de nuestro deporte. La Fundació no debe entrar en conflicto con trinqueters de prestigio, con la Federació o con las jugadoras. La Federació debe responder con espíritu dialogante desde su posición de defensa de los intereses de los clubes. La Fundació debería estar por encima de la siempre complicada gestión diaria de un mundo profesional donde colisionan tantos intereses para tan pocas rentabilidades si desapareciera la ayuda pública.

La impresión es que se trata de ver quien «manda», descendiendo al terreno de los egos personales, lejos de ver con espíritu abierto qué es lo mejor para el conjunto de este deporte en el que los clubes, con todas sus limitaciones, siguen siendo una columna vertebral que hay que respetar y mimar. Todos deben realizar el necesario ejercicio de la autocrítica, en el camino de la confluencia.

Inyectar dosis de libertad puede ser el principio de la solución. Jugadoras como Victoria, Mar, Ana y tantas otras, que han luchado por abrir un difícil camino no merecen estar sometidas a esta presión. Merecen anunciarse donde ellas quieran o sean reclamadas, sin condiciones previas. Así de simple y así de sencillo.

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