VOCES

Los viejos rockeros

Miguel Ángel Villena

Miguel Ángel Villena

El espectáculo de ver cómo los casi octogenarios Rolling Stones se mueven y actúan en un escenario incita a una mezcla de asombro, envidia e intriga.

Seis décadas después de su fabulosa irrupción en el mundo de la música, unos artistas como Mick Jagger y Keith Richards siguen entusiasmando a un público muy fiel que atraviesa las distintas generaciones hasta el punto de que sus admiradores se pueden encontrar entre abuelos, padres o hijos de una misma familia.

A pesar de bromas y burlas, de memes y chistes sobre su ancianidad, cuando en cualquier fiesta suena una canción de los Rolling todo el mundo se pone a bailar. Drogadictos, rebeldes y mujeriegos, con vidas siempre al borde del abismo, ¿cuál es, pues, la clave del éxito y de la longevidad de los Rolling? ¿El ego, la nostalgia, el aburrimiento, el dinero? ¿Qué les impulsa a seguir en el escenario? Aquellos periodistas que han seguido de cerca la carrera de los Rolling sostienen que la razón de fondo de su permanencia remite a un enganche con un tipo de vida, a una adicción por el escenario, a una lealtad a sus propios personajes. Así lo cuenta, por ejemplo, el músico y periodista Mike Edison en su magnífico libro Simpatía por el baterista, escrito a propósito de la biografía de Charlie Watts, un puntal básico de los Rolling fallecido en 2021. En definitiva, el veneno por el escenario, donde son aclamados por las masas, se halla en la raíz de esas giras eternas de los Rolling y de otros grupos de veteranos. Más cerca que los Rolling tenemos en nuestro país varios casos de cantantes famosos, adictos al escenario, que han logrado también mantenerse en la cresta de la ola durante medio siglo. En teatros, plazas y auditorios de España y América se ha despedido Joan Manuel Serrat de públicos que lo veneran cuando acaba de cumplir 79 años. Algunos incluso dudan de que haya sido la última gira del noi del Poble Sec. Otro tanto podría decirse de Víctor Manuel, que celebra con una gira y un álbum sus 75 años; o de Miguel Ríos, que confirma una y otra vez que los viejos rockeros nunca mueren; o de Joaquín Sabina y su permanencia contra viento y marea. Por no hablar de un cantante incombustible como Raphael, que desafía al túnel del tiempo cada vez que aparece en televisión en un especial de Navidad.

Está fuera de toda duda que estos artistas han conseguido una longevidad musical que se halla al alcance de muy pocos. Talento, profesionalidad, esfuerzo y una admirable capacidad de conectar con el público explicarían sus largas carreras.

De hecho, tiene mucho mérito esa vigencia en los carteles en un mundo tan frágil y fugaz como la música. Ahora bien, muchos piensan que conviene saber retirarse a tiempo. Es decir, mejor retirarte antes de que te retiren. Una lección que conviene tener aprendida. Todavía guardo en la memoria un patético recital de Leo Ferré en Valencia, allá por los años ochenta, que el mítico cantante francés tuvo que suspender porque se había quedado sin voz.