VIENTO ALBORNÉS

Las aguas valencianas

F. Javier Casado

F. Javier Casado

Que el País Valencià hace aguas, mayores y menores, junto a comunidades autónomas limítrofes, como la Región de Murcia o Castilla-La Mancha son, es una evidencia que se remonta en el tiempo hasta convertirse en un problema de la Historia con mayúscula; algo endémico, cual mal infeccioso que afecta de modo continuo a un territorio, stricto sensu. Y decimos aguas en plural, pues como en la canción afecta al agua dulce y a la salada e incluso a la nueva variedad contemporánea de la desalada. Pero no todo es achacable a la pertinaz sequía que aún resuena en el NODO de nuestra infancia y en la universidad estudiando a los arbitristas del siglo XVIII, sino que más bien es debida a la dejadez política, a la desidia social, al patanismo en las relaciones territoriales y a nuestra sempiterna tendencia al parche y mirar hacia otro lado hasta que todo revienta, como en la riada, en la pantanada y ahora con la riberada, por prometedor que fuera el apellido.

Ignoramos las razones por las que la ministra de transición ecológica y otras yerbas, Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del gobierno del reino de España, tras años de titubeos, ha decidido que ahora era el momento para cargarse el transvase Tajo-Segura, tal y como estaba estipulado, justo a pocos meses de las elecciones municipales y autonómicas en las tres comunidades antes citadas, y que va a volver a llevar nuestras aguas dulces a los tribunales con disputas entre territorios hermanos, envilecidas por verdades, medias verdades y mentiras de libro. Si para mantener el gobierno de Emiliano Page en Castilla-La Mancha se cargan el gobierno del Botànic de Ximo Puig no me cuadran las cuentas de Ferraz-Moncloa y que se olviden de asaltar de nuevo el gobierno murciano de Fernando López Miras o mantener la capital arrebatada a los populares, cuyo ayuntamiento acaba de pedir formalmente la dimisión de la ministra-vicepresidenta, con abstención del grupo socialista.

No podemos estar hablando de un futuro mundo feliz verde cada día, pues temas como el del transvase suponen una falta de riego que afecta a muchos miles de trabajadores y se traduce en miles de millones de euros perdidos. ¿Y se suple con desalada? Pues buenas están las localidades del litoral valenciano con la brutal degradación de sus playas, literalmente manifestándose en la calle. Por no entrar en el lío de los puertos y sus ampliaciones, que necesitan una enciclopedia para narrarlo, chocando los intereses comerciales con los turísticos y con el medio ambiente. Así mismo, las aguas se mezclan todas en ese patrimonio de la humanidad que es L’Albufera -por no hablar del murciano Mar Menor-, junto a otros humedales alicantinos, valencianos y castellonenses, siempre a la espera de un plan definitivo y financiado que salve un valor clave para el mundo costero mediterráneo. A lo mejor la paja de arroz sirve para alguna siempre mentada energía verde o cubrir los suelos negros de los incendios.

Las aguas del País Valencià precisan de los organismos especializados que las gestionan, sin duda, pero también requieren un plan rector común que integre de la mejor forma posible a todos los sectores afectados, pues necesariamente han de convivir sin perder competitividad y respetando el medio ambiente, como las consecuencias del cambio climático nos recuerdan cada día. Y es que el mal de la gestión lenta o torpe y la insostenibilidad ecológica quiere extenderse a la proliferación de parques solares y eólicos sin la planificación global debida, corriendo al calor de los fondos europeos. Así, el cuarteto de elementos clásicos de la naturaleza: agua, tierra, fuego y aire, sigue siendo un punto central en nuestro nuevo siglo y milenio, como vemos en el propio ámbito territorial y en la ventana mundial de la información cotidiana. Con las cosas del beber no se juega a tarde, mal y nunca. Creo que somos capaces de hacerlo mucho mejor.