Algo personal

La copa

la copa

la copa / Alfons Cervera

Alfons Cervera

Alfons Cervera

En 1937 aquí había una guerra. Pero entre tanto desasosiego la vida no se detenía, se abría paso difícilmente entre las bombas, buscaba un sitio donde no se sintiera tanto el daño incalculable. Uno de esos sitios era el fútbol, con sus campeonatos y sus trofeos que simulaban al menos una miaja de tranquilidad en el ambiente. La que hace unos años se llamaba Copa del Generalísimo, y ahora Copa del Rey, se llamaba entonces Copa de la España Libre. Bonito título para un trofeo deportivo, ¿no les parece? Seguro que a los de Vox (¿sólo a los de Vox?) les gustaría que se la siguiera nombrando como Copa del Generalísimo. No se rían ustedes porque cosas más raras se están viendo en Castilla y León desde hace unos meses y ahí están los dos socios de gobierno bailando felices el viejo éxito de Los Manolos: «Ven, nos queda tanto por vivir / Buenos momentos que podemos compartir / Ya sólo sé vivir contigo». De momento, no han dicho nada de cambiarle el nombre a la Copa del Rey y tampoco Tamames, en su circense moción de censura, alumbró entre sus ocurrencias esa posibilidad. En 1937, mientras la guerra seguía su curso, el fútbol enfrentaba en un partido al Levante y el València. Lo que ahora llamaríamos un clásico a cara de perro.

Era la final de la Copa del Presidente de la República, a la que también se la conocía como de la España Libre. El partido se celebraba en el campo barcelonés de Sarrià y acabó con la victoria granota por un gol a cero. Luego llegaron el final de la guerra y la dictadura franquista, la República fue declarada más proscrita que Billy el Niño en las películas del Oeste y el Levante se quedó sin su trofeo. Como si aquel partido no se hubiera celebrado nunca, el tanto de Nieto que dio la victoria a los de Orriols se convertiría en un gol tan fantasma que ni el VAR de ahora, con sus virguerías de regla y cartabón, hubiera podido registrar. Desde hace muchos años el levantinismo intentó desde diversas instancias que se le reconociera el título ganado con absoluta legitimidad. Pero no había manera. La Real Federación Española de Fútbol negaba a machamartillo esa exigencia. Nombrar la palabra ‘libre’ era mentar a la bicha. Y no te veas si a quien se nombraba era al Presidente de la República. Vade retro total. La palabra ‘libre’ sólo se admite sin problemas para la barra que Ayuso tiene montada en un Madrid rendido sin complejos a la fiesta inacabable del ocio cervecero. Una fiesta que según leí en estas páginas quieren imitar, si ganan las elecciones el 28 de mayo, los jefes valencianos del PP perdidamente enamorados de la influencer madrileña. El caso es que hace unos días la Real Federación Española de Fútbol declaró oficialmente al Levante UD como legítimo campeón de la Copa de la España Libre de 1937. Y enseguida me vino un nombre a la cabeza: Salva Regües. Mi amigo de tantos años, una vida dedicada incansablemente a su Levante, la palabra granota elevada a la categoría moral de lo sagrado.

Me entró una rabia grande porque Salva no sabrá que su equipo tiene una Copa más (seguramente la que a él más le gustaba) en sus vitrinas. Lo contaba el otro día en estas páginas Emilio Nadal, responsable del Área de Patrimonio Histórico del club y granota hasta las cachas desde que era un crío: una tarde de hace más de veinte años el presidente Ramón Victoria, su sobrino Quique y él mismo encontraron la Copa medio escondida en una vitrina con otros trofeos veraniegos. Ahora ya es oficial: el Levante es el campeón de Copa en 1937 y el capitán del equipo levantará el trofeo en honor de multitudes una tarde de partido en el Ciutat de València. O eso creo. Tampoco estaría mal que se pasearan los jugadores en bus descubierto por la ciudad y ofrecieran la Copa a las autoridades. No sé si quedaría bien hacer lo propio en la Catedral por aquello de que en aquel tiempo la España Libre y la Iglesia no estaban como para cantar juntos la canción de Los Manolos. Pero bueno, lo bien seguro es que la tarde de la proclamación Salva estará en el estadio, rodeado de sus peñas de siempre, pensando en el artículo que en este diario saldría de su puño y letra al día siguiente del acontecimiento. Como no creo en esas cosas del más allá, sé que él no escribirá ese artículo, claro que no. Por eso, aunque él no lo sepa, esta columna será como si la hubiera escrito él mismo. Ya sé que no estará a su altura, ni mucho menos. Pero la escribo con el corazón brincando en medio de una fervorosa y entusiasta euforia granota. Y ustedes, pues imagínense que en vez del de Alfons Cervera pone el nombre de Salvador Regües en la cabecera de esta columna.

Ahora llenemos la Copa de la España Libre con lo que ustedes gusten y brindemos con la emoción a tope por Salva y su Levante, ¿vale? Y bueno, ya puestos y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que se acerca el 14 de abril, pues echamos también un brindis por la República y, como escribía el poeta, vamos haciendo camino al andar. O sea: ¡Salud y República!

Suscríbete para seguir leyendo