REFLEXIONES

Cánceres de la democracia

Marc Cabanilles

Marc Cabanilles

Que el sistema democrático también está expuesto a padecer diversos tipos de cánceres (corrupción, transfuguismo, opacidad, despilfarro, autoritarismo…), es una obviedad.

Uno de estos tipos, llámese incoherencia o sentido de la oportunidad, sería usar cualquier estratagema o táctica, que sacrificando, violando o traicionando principios, valores, personas o pueblos enteros, permita sacar un beneficio personal o un rédito electoral.

¿Ejemplos? Muchos.

El último, una proposición no de ley, presentada por la izquierda en Les Corts Valencianes sobre el Sáhara Occidental. Si de verdad querían ayudar al pueblo saharaui en este preciso momento, era suficiente con que la proposición, exigiera al Gobierno Español, un cambio en el giro efectuado respecto a la posición histórica de España en relación al Sáhara Occidental, volviendo a la postura anterior de «neutralidad» y apoyo a las resoluciones de la ONU.

Postura tampoco muy digna, teniendo en cuenta que a nivel jurídico y de relaciones internacionales, España sigue siendo la metrópoli administradora de un territorio que está pendiente de descolonización (Resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU, del 14 de diciembre de 1960), y por tanto, España, junto a la ONU, debería organizar el proceso de descolonización, tal y como se hizo con Timor Oriental en 1999.

Pero no.

Dado que estamos a pocas semanas de un proceso electoral, algún partido del Botànic, después de varios años de gobernar con el PSOE, necesita ahora marcar distancias, quitarle votantes al PSOE, demostrando que son más de izquierda, y bla, bla, bla.

Y para ello, justo ahora, presentan una proposición de máximos (reconocer a la República Árabe Saharaui Democrática y su soberanía sobre el Sáhara Occidental, reconocer al Frente Polisario cómo único representante del pueblo saharaui, concederle estatus diplomático, celebración del referéndum de autodeterminación, sancionar política y económicamente a Marruecos).

El más mínimo sentido común, nos dice que con dichas exigencias, además del voto negativo del PSOE valenciano (son una mera delegación del PSOE central), también votarían en contra los guardianes de las esencias patrias, o sea, PP y VOX.

En caso que la proposición no de ley, sólo hubiera exigido la vuelta a la postura histórica de España, quizás el PP se hubiera abstenido o votado favorablemente la proposición, pero claro, electoralmente esa imagen resulta nefasta para mantener la etiqueta de progresismo.

Y por ello, dada la proximidad de las elecciones, se sacrifica el beneficio a la causa saharaui con la vista puesta en el rédito electoral, siendo pues el principal objetivo de esta supuesta maniobra progresista, el demostrar que el PSOE vota junto con PP y VOX, para posteriormente explotar dicha circunstancia en la campaña electoral.

Otra manifestación cancerosa de la democracia, fácilmente observable, es el despiste estratégico, la fatiga y desesperación de una gran mayoría de organizaciones solidarias (en este caso con la causa saharaui), que las lleva a apoyar unas reivindicaciones justas y legales, pero fuera del lugar adecuado y fuera del momento oportuno.

Todas esas organizaciones, se han lanzado a degüello contra un PSOE controlado férreamente desde Madrid y con unos parlamentarios sin voz propia, que actúan pensando más en su sueldo que en la justicia, en vez de dirigir las criticas contra quienes ignorando la realidad, las posibilidades, y lo que en este preciso momento necesita el pueblo saharaui, lanzan dichas propuestas de máximos a pocas semanas de la contienda electoral.

Tanto quienes presentan esas iniciativas por táctica electoral, como quienes las rechazan, deberían pasar una larga temporada (no un viaje «institucional» turístico como se acostumbra) en el Sáhara ocupado (si es que Marruecos lo permite) o en los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf (Argelia), para que vivieran y asimilaran la realidad del día a día, pudiéndose dar cuenta del sufrimiento y la indignidad que supone vivir así.

Menosprecian y hacen burla a la ciudadanía cuando así se actúa, puesto que, ninguna persona ni ningún partido puede llamarse demócrata, y jugar o aprovecharse de ciertas situaciones dramáticas, para conseguir unos objetivos particulares.