VITA DA MEDIANO

Autodefensa

He sido más consciente que nunca del cráter de Mestalla al asistir en Nápoles a los días previos de su Scudetto

Javi Guerra y Yunus, celebrando el gol del canterano en Mestalla.

Javi Guerra y Yunus, celebrando el gol del canterano en Mestalla. / FRANCISCO CALABUIG

Vicent Chilet

Vicent Chilet

Hay una devastación no contable en la caída libre del Valencia. El paso del tifón Lim ha dejado un reguero de cifras en rojo y de récords negativos cuantificables, que explican el desmoronamiento de un equipo que acumula todos los pecados posibles que llevan al descenso. Un desastre que hemos convertido en gráficos en la prensa, en adjetivos en las tertulias, en gritos desde la calle ante las lonas de Tonico y Mario. Paso a paso, esta es una historia que pronto se podrá encapsular, cerrar el paréntesis, ya sea por el evidente riesgo de desaparición, por la salida de Meriton del accionariado o por los dos factores combinados al mismo tiempo.

La lenta agonía del Valencia tiene un saldo emocional. Está en la desnaturalización del club, en el estado de extenuación de la masa social, en la dificultad para reconocer al club alegre y respondón de siempre. La entidad que en la inocente fanfarronería de sus expectativas, generaba frustraciones ruidosas, pero fáciles de masticar, ya que al mismo tiempo esa ambición marcaba la dirección de su primavera prometida. La de los títulos a cuentagotas que han marcado a cada generación y ponían patas arriba la ciudad. La misión preclara de ser un club representativo fue durante casi un siglo su obsesión preferida. Pero al viejo embajador de las Copas de Feria, de las senyeras en Bruselas o del abrazo a los exiliados mexicanos le han sustraído unas coordenadas que hoy son invisibles.

Una imagen de Nápoles durante la semana pasada

Una imagen de Nápoles durante la semana pasada con Kvaratskhelia y Osimhen / V. Chilet

«El Valencia siempre fue un elemento que sembró alegría colectiva», recuerda con su necesario tono calmado Juan Martín Queralt. En los peores tiempos posibles, señala el admirado dirigente, el Valencia emergía como refugio, concordia, esperanza. Siempre quedaba el Valencia. He sido más consciente que nunca del cráter de Mestalla al asistir en Nápoles a los días previos de su Scudetto. Una ciudad mediterránea, que gana ligas cada tres décadas y con ídolos referenciales albicelestes con melena al viento, quizás las pistas os suenen. Más allá del fútbol, lo que presencié en cada calle decorada hasta la exageración con pancartas, banderas y tiras elásticas azules era la felicidad de una ciudad. Una alegría tan pura que no necesita ni de relatos sociológicos para sustentarse. Al agravio norte-sur, todavía vigente, le derriba una fuerza mayor: «Desconfiad de los que hablen de ‘venganza social’, de ‘renacimiento’, de ‘redención moral de la ciudad’: Nápoles hace tiempo que se redimió. Por esto, si llega, este título es todavía más bonito: porque es fútbol. Fútbol puro. Precioso fútbol», tuiteaba la periodista napolitana Anna Trieste. Una posición que también me confirmaba mi amiga Sabrina: «Maradona fue la voz de una revancha, de un tiempo. Pero con este título, sobre todo, expresamos todo el amor que sentimos por este club, por esta ciudad, por nosotros mismos».

Sobrevivir a los tiempos horribles de Mestalla pasa por sacudir el dominio accionarial y también, como afirmaba Vicent Molins en Libertad VCF Radio, por «aumentar nuestra capacidad de autodefensa». Por reconocernos en los momentos que nos definen en mitad de la pesadilla. El gol de Javi Guerra fue un petardazo emocional de tal intensidad colectiva que no conviene infravalorar. En la imagen de un xiquet de la cantera, rescatando con un gol agónico en el último minuto a un club sin remedio y en descomposición, aparece el Valencia de siempre. El de un estadio en erupción, y nunca el del triste club bunkerizado de Peter Lim. La estela que habrá que seguir. La «épica y emoción a pesar de Meriton», como identifica Miquel Nadal. Siempre que marque el Valencia, no estaremos dialogando ni con Lim, ni el Madrid, ni el Barça, ni el VAR, ni el Villarreal (el artículo se cerró antes del partido). Estaremos honrando a nuestro club.