tribuna

La inagotable Ana Belén

Miguel Ángel Villena

Miguel Ángel Villena

Cuando tenía 21 años interpretó a Julieta en uno de aquellos memorables Estudios 1, de Televisión Española, que tantos aficionados ganó para el teatro. Ahora, a punto de cumplir 72, vuelve a encarnar a la heroína del drama de Shakespeare en una original pieza teatral titulada Romeo y Julieta despiertan. En paralelo a su personaje ha pasado medio siglo y Ana Belén sigue en los escenarios con una madurez, una vitalidad y una profesionalidad envidiables. El público, que llena las representaciones de esta obra en el madrileño teatro Español, aplaude durante varios minutos a esta actriz y cantante convertida en una figura excepcional de la cultura española. Su intensa biografía recorre desde los programas de radio de los sesenta, cuando fue descubierta como niña prodigio, hasta el teatro de hoy pasando por conciertos multitudinarios, discos de éxito, películas de culto y, todo ello, desde un compromiso cívico con causas justas. En un país, como el nuestro, tan proclive a desmitificar y donde la envidia se impone como pecado nacional, Ana Belén ha logrado ser un mito indiscutible. Incluso para sus detractores. La obra que ahora interpreta junto a José Luis Gómez, con la que realizará una gira por toda España, nos habla en una original fábula del paso del tiempo, del inevitable envejecimiento y de su antídoto en la fuerza del amor. Y en esa línea, a diferencia de otras colegas, Ana Belén ha sabido sin duda envejecer con la vista puesta en esos modelos que siempre admiró. Como la cantante María Dolores Pradera o la actriz Katherine Hepburn.

Pero, ¿dónde están las claves de la asombrosa carrera de Ana Belén? ¿Qué cualidades la mantienen en la cúspide durante décadas? ¿Cuál es la receta para esa pervivencia en los escenarios sólo al alcance de las grandes? Ella confesará que encontró muy buenos maestros, como el director de teatro Miguel Narros; dirá que supo elegir sus trabajos con el objetivo de aprender y de superarse cada día; alegará que ha contado siempre con el apoyo de su pareja, Víctor Manuel, y de sus amigos; o quizá señalará que ha tenido también suerte. Ahora bien, por encima de todo esta actriz y cantante, nacida en una planta baja del barrio madrileño de Lavapiés, hija de un cocinero y de una portera, ha levantado la cultura del esfuerzo como bandera de una trayectoria impecable. En tiempos frágiles y superficiales, donde pesa más la imagen en redes sociales que el currículo; o donde la inmediatez se impone sobre la profundidad, artistas como Ana demuestran que la publicidad y las modas pasajeras no bastan para dibujar una carrera de largo aliento como la suya. Por supuesto talento no le falta. Pero todavía le sobran más profesionalidad, respeto por el público, gusto por el trabajo bien hecho y pasión por el teatro, el cine y la música. Sabe desde muy pequeña, cuando rechazó ser una niña prodigio que podía convertirse en un juguete roto, que una artista debe ser ambiciosa. «Sobre todo soy una curranta», suele confesar Ana. Es cierto: una curranta con talento, belleza y compromiso con su profesión. Así ha obtenido el apoyo de un público que no la ha abandonado a lo largo de medio siglo. Por algo será.