ágora

La política como una novela

Fernanda Escribano

Fernanda Escribano

Cuando Truman Capote escribió A sangre fría, además de impulsar definitivamente su fama y convertirse en uno de los mejores autores norteamericanos del S.XX, acuñó un nuevo término narrativo al calificarla como «novela de no ficción». Capote, que quedó impresionado al leer en la prensa la noticia del asesinato de los cuatro miembros de una misma familia -los Clutter- en un pequeño pueblo de Kansas, decidió viajar hasta allí junto a su gran amiga Harper Lee para investigar los hechos y contarlos. Lo que inicialmente iba a ser un reportaje acabó convirtiéndose en su gran obra.

Si alguien se planteara novelar la política actual, probablemente no haría falta. El fenómeno populista ha entrado en la democracia como una ficción pseudo ideológica poniéndola en riesgo desde dentro. Ni en las peores pesadillas de Francis Fukuyama podía preverse algo así cuando nos habló de los posibles riesgos en su controvertida tesis El fin de la historia.

Al populismo lo identificamos a través de sus característicos líderes, lo analizamos como fuerza electoral a partir de los resortes de su éxito en las urnas, se le critica y hasta se le espera, pero no se le define. Lo explica Pierre Rosanvallon junto con la advertencia de que el fenómeno se ha universalizado. Desde sus inicios en la década de los sesenta en Latinoamérica -y su posterior evolución- hasta la emergencia del Frente Nacional en Francia a mediados de los noventa, no ha dejado de crecer y avanzar a diestra y siniestra

El «pueblo soy yo» de Hugo Chávez o el eslogan «Le Pen, el pueblo» en las presidenciales francesas de 1995, dan cuenta del similar punto de partida en ambos extremos. Difieren en cuestiones como lo relativo a las políticas sociales o la inmigración, pero comparten una concepción minimalista y polarizada de la democracia que pone en duda la arquitectura institucional de la misma. Por ejemplo, la que se pone sobre importantes contrapesos como la independencia del poder judicial.

El riesgo es importante y, en consecuencia, el papel que deben jugar los grandes partidos políticos ante ello, también. El populismo de extrema derecha -Vox- cotiza al alza y ha entrado en algunos gobiernos autonómicos, como es el caso de la Comunitat, de la mano del Partido Popular. Los próximos años serán determinantes en el devenir de la democracia, del modelo autonómico, de las políticas sociales o de los logros conseguidos en materia de igualdad. Cabe esperar que no se caiga en la trampa de llevar a cabo políticas que puedan ir desde el negacionismo hasta el cuestionamiento institucional que puedan conducir a una regresión más propia de otros tiempos.

No existen soluciones claras al fenómeno. Ni siquiera, tal y como como señala el historiador francés, existe una definición. Pero a tenor de la velocidad con la que todos estos cambios se están produciendo, cabría apelar en defensa de la democracia a algo tan básico como es la deliberación. Esto es, la argumentación frente a al eslogan. El contenido frente a la forma. La política frente al oportunismo.

Con 12 hombres sin piedad aprendimos la importancia y el valor del diálogo. Una película brillante protagonizada por Henry Fonda en la que doce jurados tienen la responsabilidad de dirimir si un chico es inocente o culpable de un delito de asesinato. Un filme carente de efectos o grandes imágenes -pues todo transcurre en la sala donde se produce la deliberación- que empieza con once jurados que lo consideran culpable y solo uno inocente. Los argumentos de Fonda, poco a poco, van cambiando la situación. En fin, uno de tantos clásicos del cine que resultan indispensables.

Tenemos la suerte de que el final de la «novela de no ficción» en la que parece estar convirtiéndose la política actual, no está escrito. Aún queda mucho de lo que hablar y de lo que escribir.